(Apocalipsis 12, 1-18)
a)
Estudio
literario
1.
Delimitación
de la perícopa
Nos
encontramos ante una perícopa que viene muy bien delimitada
en el capítulo doce del libro del Apocalipsis,
entre los versículos del uno al dieciocho. Ya en el primer versículo se nos
anuncia que se va a relatar una visión[1],
que indica el comienzo de una unidad literaria distinta de la anterior. De
hecho, en esta sección es normal que las perícopas se inicien de forma similar,
con las visiones de signos y sucesos sorprendentes, marcando los espacios entre
unos relatos y otros. Cabe señalar que el texto finaliza con el versículo 18:
“El dragón se detuvo en la orilla del mar”, cuyo verbo indica parada, fin de
una acción dinámica, mientras que el resto de acciones implicaban movimiento[2],
lo que completa la acción del relato. Poniendo fin a la perícopa.
Por otro lado, los protagonistas están claramente
presentados y son diferentes en su mayoría a los de las perícopas anteriores y
posteriores: la mujer, el dragón rojo, el hijo varón, Dios, Miguel y sus
ángeles, los ángeles del dragón… Todos ellos también están dándole una unidad
literaria.
Por último, podemos delimitar la perícopa gracias al
contenido del relato. Si bien en el capítulo anterior la visión era con siete
trompetas y la proclamación final de los veinticuatro ancianos en acción de
gracias porque se ha establecido ya el trono de Dios; y en el siguiente al que
nos ocupa, la temática versa sobre dos bestias que seducen con su poder a los
hombres; en el capítulo doce, nos encontramos ante la Iglesia que debe
mantenerse fiel a Cristo aún en medio de enemigos y hostilidades, pero cuenta
con el auxilio del Señor, por lo que saldrá victoriosa. En este sentido, el
relato presenta una progresión a través del simbolismo cósmico-terrenal, pues
si bien en un comienzo nos sitúa en el cielo, poco a poco va descendiendo hasta
finalizar en la tierra, a la orilla del mar. Hay una progresión en el texto y
avanzando la trama.
2.
Contexto literario e histórico-cultural.
En el contexto literario nos encontramos que
pertenece a la segunda parte del libro del Apocalipsis, la más amplia. Aquí es donde
se ofrecen unas visiones que posibilitan una interpretación profética de la
historia. Concretamente a la cuarta sección, la de las tres señales, que
indican que el final está muy cerca y detallan el enfrentamiento entre las
fuerzas del bien y del mal, donde, como no podía ser de otra forma, Dios se
alzará con la victoria, como nos muestra el relato presente.
En cuanto al contexto histórico-cultural,
descubrimos una amplia simbología procedente tanto de tradiciones
neotestamentarias, como veterotestamentaria, y también de la cultura babilónica
y grecorromana, además de representar la crudeza de la situación de persecución
y martirio que están viviendo los cristianos por parte del imperio romano. Es,
por tanto, un texto bastante rico en simbología y significación.
Se puede hablar sobre el contexto cultural del que
surgen algunos de sus símbolos, como, por ejemplo, el hijo varón que nace y que
aparece en el versículo 5, éste parece referirse al nacimiento pascual de
Cristo. Este nacimiento de un hijo varón ya lo predijo Isaías[3] quien
pastoreará al pueblo[4]
según la voluntad de Dios y se preocupará de sus ovejas hasta dar la vida por
ellas y ser arrebatado; de hecho, en este sentido, a Él también alude el texto
cuando menciona la sangre del Cordero, como sacrificio, pues recuerda al siervo
sufriente de Yahvé[5]
que carga con los pecados ajenos para expiarlos conforme a la Ley. Por tanto
encontramos una tradición previa al relato, y un contexto cultural favorable a
esta simbología.
Otro de los símbolos, que deberemos estudiar en
profundidad más adelante, es el de la mujer que se nos presenta en el primer
versículo y que, ya adelanto, no alude directamente a María, sino que simboliza
a la comunidad cristiana. La forma de representarlo de esta manera la
encontramos en la literatura profética y sapiencial, donde era frecuente
personificar a Jerusalén o a todo el pueblo judío con la figura de una mujer.
Que el sol, la luna y las estrellas se encuentren en relación con ella hace
referencia al sueño que tuvo el patriarca José en Gn. 37, 9, donde se postraban
ante él. Por otro lado, la diosa Isis aparece representada con esta simbología
que corresponden a su regia divinidad. Sin embargo, también se ha asociado a
esta mujer con Eva, pues se la considera madre de la humanidad, que pariría con
dolor por haberse dejado tentar por la serpiente, personaje que, aunque
disimulado en un principio bajo la forma de dragón, también aparece en este
relato.
Pese a ser un elemento mitológico, el término
“dragón” como representación del mal también era usado por el Antiguo Testamento,
prueba de ello podemos verlo en el Salmo 91,13 o en Isaías 51,9, o incluso en
la imagen del Leviatán, como parecido a un dragón de Isaías 27,1; también puede
simbolizar a la serpiente del Génesis 3,1, donde el áspid encarna al tentador.
Los diez cuernos que se citan son iguales que los de la visión de Daniel[6]
sobre la bestia que destruye todo a su paso. Además es rojo puesto que esta
tonalidad cromática simboliza la sangre, la crueldad y la muerte, señalando el
tipo de comportamiento que los romanos tenían con los cristianos capturados.
Sin embargo, el detalle de las siete cabezas es propio de la tradición
babilónica. Además, se nos presenta con siete diademas que evocan realeza, pero
no divina, sino al contrario, del poder mundano.
El lenguaje que se utiliza es muy fuerte, y
representa la realidad concreta que está viviendo una comunidad perseguida. De
ahí la fuerza de términos como: “persecución”, “huida”, “devorar”, “hacer la
guerra a los descendientes de la mujer”, etc.; el dragón que los persigue ha
sido identificado por los exegetas como Roma, que persigue a los cristianos,
identificados como la mujer. En la persecución del hijo varón, parece ser que se refiere a Cristo, porque
rememora la crucifixión, seguida de la Pascua pues dice que ya se encuentra
junto a Dios. El motivo de esta persecución contra el nuevo pueblo de Dios
aparece en el versículo 17: por guardar los mandamientos y mantener el
testimonio de Jesús, lo que implica que no rendían culto al emperador como
estaba impuesto, lo que provocaba que fueran considerados peligrosos y
subversivos para el mantenimiento de la paz romana. Los seguidores de Jesús
eran acusados por el imperio romano de ser impíos, por no ofrecer el culto debido
al emperador.
La mención al desierto se explica teniendo en cuenta
que, como se ha dicho, la mujer representa al nuevo pueblo de Dios, los
cristianos, quienes, al igual que los judíos huyeron de los egipcios gracias a
la actuación divina que les dio el maná, igual que a la mujer que en la perícopa va a ser alimentada durante 1260 días; igualmente el pueblo al
salir de Egipto pasó diversas pruebas para probar su fidelidad al Dios
libertador, teniendo que atravesar un desierto[7],
saldrán victoriosos si depositan su confianza en el Señor y no pierden la fe.
La cifra de los tres tiempos y medio hace referencia a Daniel 7,25 donde se
alude a la persecución de Antíoco IV Epífanes; el motivo de indicar ese espacio
de tiempo, que es la mitad del número 7, es para llevar el consuelo a los
atribulados e indicarles que su duración es limitada. Pero al final llegarán a
la tierra prometida ya desde antiguo al pueblo de Israel[8], que
supondrá el cumplimiento de la promesa de Dios de un futuro de salvación, de
ahí que cobre protagonismo y colabore en el rescate de la mujer, que es el
nuevo pueblo de Dios.
Por último, cabe reseñar la figura del defensor de
las fuerzas del bien, Miguel, cuyo nombre significa quién como Dios, que ya
apareció en Daniel 10,13 como un príncipe que protegía a los necesitados del
Señor, defensor del honor de Dios, y otra vez vuelve a ser mencionado ahora
para ejercer la misma función.
3.
Género literario.
Podemos enmarcar la perícopa dentro del llamado
género apocalíptico, que no es único de la tradición judeo-cristiana. En este
caso se nos muestra, por medio de una visión, un mundo creado por Dios, donde
él sería el sol, se habla además de su reino y sus mandamientos que rigen; pero
en el que aparecen las fuerzas del mal representadas en el dragón rojo con sus
fuerzas; hay, por tanto, un dualismo entre el bien y el mal que están enfrentados,
en la que las protagonistas son ángeles y demonios. Además tenemos a la mujer
como la espectadora de esta lucha, esto es propio de la corriente sobrenaturalista
que considera que es Dios el que actuará y lo arreglará todo, enviará a un
pastor que guíe a los descendientes de la mujer. Además contiene una
escatología latente en todo el texto y verbalizada: “el Diablo ha bajado a
vosotros sabiendo que le queda ya poco tiempo”. Todas estas características son
propias de este género apocalíptico.
Sin embargo, no es exclusivamente una revelación,
sino que en los versículos centrales se contiene un himno de alabanza a Dios (10-12)
por ser quien ha obtenido la victoria, lo cual era propio proclamarlo en las
primeras comunidades cristianas y el autor lo intercaló en este relato. Pues el
libro del apocalipsis parece ser que era utilizado en asambleas litúrgicas, de
ahí que se intercalen estos textos hímnicos con el propio relato.
También encontramos una profecía, que utiliza
términos característicos de los profetas clásicos, como el anuncio de un mesías
que pastoreará al pueblo o la advertencia y exhortación a la conversión con el
“¡Ay!” porque el tiempo está cumplido.
Por último, vemos que entre todos los géneros
literarios presentados, la historia completa podemos considerarla un drama,
pues va presentando a los personajes como en una obra teatral, donde realizan
sus respectivas actuaciones y desarrollan una historia en la que a una madre le
arrebatan a su hijo y debe huir para no sucumbir; pero al final interpela al
destinatario para que se identifique con este personaje y descubra que, pese a
las dificultades, siempre debe mantener la confianza en el Señor, el verdadero
protagonista de toda la acción.
4.
Dificultades textuales.
El problema de crítica textual más importante de
esta perícopa lo encontramos en el versículo 18. Si lo leemos en la Nueva
Biblia de Jerusalén: “Yo estaba de pie sobre la arena del mar”; mientras que en
la traducción de la Conferencia Episcopal Española recoge: “el dragón se detuvo
en la arena del mar”. Esto altera el significado último del texto, porque si
tomamos la primera traducción, se puede referir al propio Juan, que ha
terminado de relatar la visión y tendríamos un versículo de transición hacia la
siguiente perícopa; pero si seguimos la segunda traducción se nos muestra la
conclusión del drama, por lo que mostraría cómo el dragón, tras haber surgido
en el cielo y haber batallado, acaba derrotado en la tierra, indicando un
proceso de decadencia, de perdición.
Así mismo, el texto presenta numerosas dudas de
comprensión dada su amplia simbología utilizada, puesto que la Iglesia nos pide
que nada se deba tomar en sentido literal sino que debe ser interpretado. Por tanto,
algunos ejemplos que pueden generar dificultades de comprensión son: la mujer
que según los mariólogos hace referencia a la virgen María, la madre de Jesús;
mientras que para la mayoría de exegetas alude a la Iglesia. De dicha mujer se
dice que está vestida de sol, como referencia de lo divino. El cielo y las
estrellas que la rodean nos evoca al ámbito de la trascendencia; y el dragón, hace
referencia al mayor enemigo de los cristianos, encarnado en Nerón, según
algunos autores que han interpretado los signos de este capítulo.
El simbolismo presente al describir la bestia y la
serpiente representa un nivel de realidad que actúa en la vida de los hombres
pero de forma oscura; mientras que el Cordero sería Cristo, el redentor. Además
el texto utiliza el simbolismo aritmético en varias ocasiones, como el siete
identificado con la plenitud; las doce estrellas que coronan a la mujer y que
aluden al pueblo de Dios; los 1260 días, que equivalen a los tres tiempos y
medio, y que indican un periodo de tiempo limitado, corto.
Otros ejemplos de simbolismo serían: “los cuernos”
que significan el poder, mientras que “las alas” son la movilidad; “el agua”,
utilizada por la escuela joánica como reflejo de la vida, ahora es lo
contrario, algo que busca la perdición y muerte de la mujer; por otro lado, si
bien se hablaba al principio del texto de un hijo varón que podía simbolizar a
Cristo resucitado, en el versículo 17 la descendencia de la mujer, es más
amplia, se refiere a los cristianos; el arcángel san Miguel representa a Cristo
luchando contra las fuerzas del mal.
Por todo esto podemos concluir que hace falta un
profundo conocimiento de la significación de los diversos símbolos utilizados
para poder comprender el texto en su profundidad y descubrir qué dice, y así
evitar interpretaciones subjetivas y erróneas.
5.
Fuentes de la perícopa.
El texto es de elaboración propia pero hay elementos
que se toman de diversos orígenes:
-
El himno de
los vv. 10-12 probablemente se tratase de un cántico de alabanza que en las
primeras comunidades ya se recitaba y que intercala el autor en su narración.
-
Algunas
referencias cruzadas al Antiguo Testamento, como puede ser la huida al
desierto, recordando al Éxodo, como experiencia fundante de la identidad del
pueblo, que fue guiado por Dios; o la alusión a Miguel, protector de la causa
del bien, como ya aparecía en Daniel; la visión de la mujer del principio,
recuerda a uno de los sueños del patriarca José, enlazando al pueblo elegido
con los cristianos; y tampoco podemos dejar de recordar lo que con anterioridad
comentamos acerca de que contiene terminología profética, como la alusión al
pastor que guiará a los pueblos, los ayes, o los dolores de parto para dar
lugar al pueblo de Dios.
-
También
presenta elementos de mitología grecorromana y babilónica como el dragón o las
luchas entre ángeles del bien y del mal.
Por tanto, nos encontramos que el autor ha plasmado
en el relato una composición propia que enriqueció con diversas tradiciones que
le han podido llegar de diferentes partes, para darle una mayor autoridad al
texto, hacerlo más estimulante y posibilitar de mejor manera la identificación
de los propios destinatarios.
6.
Recursos literarios y estilísticos.
La principal característica de la narración es la
cantidad de escenarios que va presentando, pues con pocas palabras describe
unas imágenes irreales pero que fácilmente interpelan al destinatario y le
mantienen en tensión hasta el desenlace. La manera de interactuar de los
diversos personajes aporta gran dinamismo al relato, induciendo a identificarse
con la mujer necesitada. Se dice que en este libro es frecuente el uso del
género dramático, al que aludíamos antes y que constatamos en este momento.
Además, lo más remarcable es que se trata de una visión, con lo cual, desde el
principio nos da la pista el autor de que lo que se va a describir no es
estrictamente real, sino que, a través de hechos ficticios e imaginativos, nos
revela una verdad y con el lenguaje propio de las fábulas nos enseña una
lección, la confianza en la salvación de Dios si perseveramos en la fe.
Aparece, como también apuntamos con anterioridad, un
himno que recoge una gran significación teológica y permite una fácil
memorización para su proclamación gracias a su sonoridad y ritmo; así podía ser
leído en la asamblea.
Utiliza el presente histórico en determinadas
ocasiones para darle actualidad al relato e indicar su importancia. Pero por
otro lado, llama la atención que la mayor parte de los verbos que aparecen en
la perícopa son de movimiento permitiendo que la acción transcurra con gran
dinamismo y manteniendo alerta al destinatario.
Utiliza la alegoría para describir al bien y al mal
dentro de la batalla que protagonizan en la que saldrá triunfante Dios y sus
fuerzas. De este modo, nos encontramos ante el dualismo cósmico tan frecuente
en el género apocalíptico. Junto al mesianismo y la escatología futura o la
angeología, que son recursos típicos de la narración apocalíptica.
7.
Vocabulario significativo.
Existe
un vocabulario significativo al respecto de una gran significación teológica y
simbólica que llama la atención por su singularidad en el uso. Estas palabras
que se identifican en esta perícopa son:Agua, águila, alas, ángeles, aparecer, boca, cabeza,
cielo, combate, Cordero, corona, cuerno, desierto, Diablo, diadema, diez, Dios,
doce, dragón, encinta, estrellas, guardar los mandamientos, guerra, hijo varón,
ira, luna, Miguel, mil doscientos sesenta, mujer, pastorear, perseguir,
reinado, rojo, sangre, Satanás, serpiente, siete, signo, sol, testimonio,
tierra, tres tiempos y medio, trono, vara de hierro y vomitar. Son
palabras con una alta dosis de significación y que destacan el qué y qué significado
tiene el texto.
8.
Estructura
Podemos organizar la perícopa de acuerdo a la
siguiente estructura:
-
Versículos
1-6 Presentación de la escena y los protagonistas (mujer, dragón, Dios).
-
Versículos
7-12 Batalla en el cielo entre las fuerzas del bien y las del mal con la
victoria de las primeras.
-
Versículos
13-18 Continuación de la lucha y persecución, ahora en la tierra, del dragón
contra la mujer y sus descendientes.
b)
Estudio Teológico
Para entender la profundidad teológica de este
relato, se debe de empezar observando la enseñanza principal del texto que
aparece en sus versículos centrales dentro del himno: la victoria de Dios sobre
las fuerzas del mal y la importancia del sacrificio, primero de Cristo y, luego
de otros cristianos que han dado testimonio de su fe con la entrega de sus
vidas. Por tanto, de esos versículos se desprende un mensaje de esperanza en la
tribulación, de aliento en la persecución y de alegría ante la prueba, porque un
discípulo no es más que su maestro, luego si a Jesús lo mataron, a sus
seguidores también lo harán, pero no es otra cosa que la garantía de que son
verdaderos cristianos. Y el resultado ya lo saben, pues el Señor resucitó al
tercer día, luego a ellos les aguarda un puesto a su derecha en la gloria de
Dios. Pero en realidad, aunque la teoría la saben, vivir día a día con el miedo
a la denuncia, a que los capturen a ellos o a sus familiares, puede debilitar
su fe. El retraso de la parusía favorece que surjan dudas al respecto en la
resurrección y la glorificación; la victoria aparente del Imperio sobre ellos
de forma impune, incluso logra desalentarlos porque no ven el poder de Dios.
Por este motivo, el autor escribe el libro del Apocalipsis y, más concretamente,
esta perícopa. Él les conoce y comprende, conoce su situación y no les culpa,
sino que simpatiza con ellos y escribe un relato que les permita identificarse
con un personaje, el de la mujer perseguida por el dragón. La misericordia y la
fidelidad de Dios que actúa invisiblemente para con los que buscan su auxilio y
su amparo se manifestará, quizá no en este mundo terreno, sino en el cielo,
junto al trono de Dios. Pero a la vez alerta contra peligros ocultos, como el
agua, es decir, algo aparentemente inocuo que puede arrastrarlos hacia un
camino de perdición; de esta forma, este líquido que fluye utilizado en el rito
de purificación, si se utiliza para rendir otros cultos paganos que en
principio no van en contra de las creencias cristianas, pueden favorecer una
relajación de la moral e ir contaminando en realidad la fe que se tenía; por
ello se recomienda volver a la tierra, el lugar seguro, la doctrina que se
empieza a configurar y predicar, la roca firme en la cual asentarse para
permanecer en comunión con Dios, que permite lucidez de discernimiento y
superación de las tentaciones. Algo duradero y fijo y no que fluya y cambie
como el agua.
Pero parece que este texto no sólo pretende alentar
a la comunidad a mantenerse firmes en la fe en Jesús, sino que con este relato
busca indicar también cuál es la misión de la comunidad, el dar a luz al Jesús
Pascual, es decir, seguir alimentando la fe en Él, viviendo el memorial de su
pasión, muerte y resurrección, y anunciándolo a los demás a través del
testimonio. La encarnación de Dios en carne humana aparece aquí para mostrar la
gran misericordia del Señor para con su pueblo, pues se hizo uno de ellos, que
son pobres y perseguidos, para compartir una vida como la de ellos estando
junto a ellos, y así mostrarnos el camino para la salvación, que tiene que
pasar por la cruz para llegar a la gloria; de este modo se cumple el
Dios-con-nosotros anunciado por los profetas[9]. Pero
además, la Iglesia debe ser una comunidad fecunda, como una mujer encinta, que
se sabe en presencia de Dios, vestida de sol como referencia a la divinidad y,
como nuevo pueblo de Dios, su misión es de carácter universal; si Eva fue la
madre de todos los hombres, la comunidad cristiana será la madre de todos los
creyentes, de los salvados, aunque tenga que dar a luz a nuevos hijos con dolor,
propio del martirio y el sacrificio. Sin embargo, para mantenerse fieles han de
adoptar el compromiso de alimentarse de Cristo y de su Palabra, mostrarse
disponibles para ponerse en camino donde haga falta con la confianza puesta en
el Señor y esperar la parusía, no de manera pasiva, sino con el testimonio,
esto es, guardando los mandamientos de Dios y manteniendo la fe viva en Jesús.
Por ello debe ser una comunidad despierta, alerta, que no pierda la esperanza
porque la salvación está cerca; de ahí que la perícopa exhorte a la conversión
a aquellos que se están desviando del camino marcado.
A través del simbolismo cromático y teriomorfo se recoge
muy acertadamente el dualismo entre el bien y el mal y sus respectivas
características. El primero es algo luminoso, dueño de la creación, fecundo,
protector de la vida, fiel, es abnegado y capaz de sacrificarse por los demás;
mientras que el segundo solo busca la sangre, siente ira, desea la muerte, la
destrucción, la desolación, quiere venganza, muestra rencor, es tramposo, usa
artimañas. Las actitudes que hay que imitar son las que lograrán la vida, la
salvación, la gloria, es decir, las del bien. Las otras llevarán al caos, a la
muerte.
Un tema que no podemos olvidar en esta reflexión es
la exaltación de los mártires. El testimonio de sus vidas y de sus muertes que
otorga fecundidad a la comunidad. Su muerte no significa derrota ni debe llevar
a la desolación, sino a la alegría por haber seguido al Maestro, por ser
“corderos degollados” a imitación de Jesús. Por eso, el himno exulta júbilo y
regocijo, porque estos hermanos han precedido al resto en el encuentro con el
Padre, y han alcanzado ya la victoria. El dragón no ha podido arrebatarles su
fe, lo más valioso que tenían, y por ello son glorificados y ensalzados como
modelos a imitar por el resto de la comunidad, si se diera el caso.
Pero, como ya se ha indicado la significación de la
mujer en un contexto de estudios mariológicos,
no debe de terminar esta exégesis sin dedicarle una reflexión más
profunda, ya que para muchos estudiosos la mujer simboliza a la virgen María.
Hay que reconocer que las semejanzas entre ambas son numerosas: por un lado
tenemos que María es nuestra madre, y es el primer rasgo que aparece en el
texto sobre la mujer, su maternidad; pero además es la madre de Jesús,
representado por el hijo varón que nace de esa mujer; por otro lado, la
literatura joánica nunca se refiere a María por su nombre, sino por el
apelativo “mujer”, otro dato más a favor de la tesis de los mariólogos. María
es la nueva Eva, de tal modo que si por una mujer entró el pecado, por otra
llegó la salvación de todos. Así se cumplen las palabras de Génesis 3, 15
dirigidas a la serpiente en referencia a la mujer: “pongo hostilidad entre ti y
la muer; entre tu descendencia y la suya; ésta te aplastará la cabeza cuando tú
la hieras en el talón”, igual que en la perícopa que nos ocupa se nos presenta
una confrontación entre la mujer y el dragón, la serpiente antigua, y el ángel
Miguel, representante de Cristo que nació de María, y que es quien derrota a
esta bestia. Pero además la misma liturgia nos regala esta lectura en la
solemnidad de la Asunción de María a los cielos, sustentándose en todo esto.
Aunque esta teoría no es defendida por la mayoría de los exegetas que siguen
viendo en la mujer a la comunidad cristiana. En todo caso, lo que sí podemos
afirmar sin miedo a equivocarnos, es que María es madre y modelo de los
creyentes.
Aun así, y por amor a la imagen de María, madre de
Dios, podemos concluir que: “La
Mariología apocalíptica sitúa a María en un impresionante campo de fuerzas, en
medio de la batalla escatológica que hoy mismo se está librando. La Mariología
apocalíptica se convierte así en Eclesiología apocalíptica. En paradigma para
un nuevo modelo de Iglesia, menos cómplice, más profético y denunciador —no
solo en las campañas en contra del aborto, sino contra todo tipo de corrupción
social y también en otras campañas pendientes en favor de la vida, de la
naturaleza, del futuro— María del Apocalipsis es aquella Mujer que nos hace
comprender la inconsistencia de todos los imperios, que nos hace sentir cómo el
Mal —aunque aparezca bestial e imbatible— es tan débil que la inocencia y la
docilidad angélica a la voluntad del que está sentado en el Trono es capaz de
abatir en un solo instante”[10].
Por tanto tampoco debe de ser excluyente la teoría de que la mujer pueda ser
María, y a la vez la comunidad cristiana, la Iglesia. Pues lo importante del
símbolo es que no agota la realidad en sí mismo sino que abre a una
trascendencia siempre mayor que la realidad sensible que representa.
Para concluir podemos hacer una actualización
existencial de la perícopa, para encuadrarla en la dimensión celebrativa de la
Iglesia. Así habría que afirmar que esta perícopa como tal no es utilizada en
la liturgia en su conjunto, pero sí es utilizada de forma un poco adaptada a la
celebración. Podemos verla en la misa del día de la festividad de la Asunción
de la Virgen, 15 de agosto, en el que la primera lectura es de los versículos
11, 19a; 12, 1.3-6a.10, con este orden, para producir el efecto de asimilación
de la mujer vestida de sol con María ya asunta a los cielos; También se propone
su lectura como una de las lecturas propuestas en el común de una santa mujer
mártir usando el himno como preludio de la victoria de los mártires sobre la
muerte, el mal y la opresión.
·
Bibliografía
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