Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y no tenían vino, porque se había acabado el vino de la boda. Le dice a Jesús su madre: "No tienen vino." Jesús le responde: "¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora." Dice su madre a los sirvientes: "Haced lo que él os diga." Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: "Llenad las tinajas de agua." Y las llenaron hasta arriba. "Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala." Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: "Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora." Tal comienzo de los signos hizo Jesús, en Caná de Galilea, y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.
(Juan 2, 1-12)
a) Estudio literario
1. Delimitación de la perícopa
Nos encontramos ante una perícopa muy bien delimitada en
primer lugar por señalar el único acontecimiento que se desarrolla: una boda, indica
por tanto, un mismo lugar geográfico, Caná de Galilea, y lo que allí acaece,
que abarca doce versículos, ya que lo que se cuenta a continuación (Jn 2, 13ss)
sucede en Jerusalén, hay un cambio de escenario.
También nos sirve para delimitar la perícopa, observar los
personajes del relato: Jesús, su madre, sus discípulos, los sirvientes, el
mayordomo y el esposo. Este aspecto es importante porque, de hecho, son motivo
de una inclusión, pues comienza el relato nombrando a los tres primeros
personajes que hemos destacado, y en el versículo doce termina la perícopa
mencionándolos nuevamente.
Por último hay otro elemento que puede contribuir en la
delimitación de la perícopa, y que es el dato cronológico con el que empieza:
“a los tres días” (v. 1) y con el que acaba: “no se quedaron allí muchos días”.
Además, la siguiente acción que se desarrolla también aporta otro dato
temporal, “se acercaba la Pascua de los judíos” (v. 13), lo que ayuda a
distinguir un relato de otro. Hay cambio entre el comienzo temporal de los tres
días y el comienzo del siguiente relato que habla de la inminencia de la
pascual.
2. Contexto literario e histórico-cultural
Existe una contextualización literaria clásica de este pasaje en cuatro
partes (prólogo, libro de los signos, libro de la gloria y el epílogo o
conclusión), se puede determinar que el relato de las bodas de Caná pertenece a
la segunda sección, siendo, de hecho, de gran importancia pues es el primer
signo (Juan no habla de milagros) que realiza Jesús al inicio de su vida
pública, es decir, comienza a manifestar su poder y a revelar su identidad. Ya
Juan el Bautista ha predicado sobre Él y el Señor ha llamado a los primeros
discípulos, que son los mismos que acto seguido le acompañan a la boda. De esta
forma vemos como Jesús deja su tierra natal, Galilea, y se dirige hacia
Jerusalén, donde continuará su misión.
Acerca del contexto histórico-cultural, también aparecen
numerosos aspectos a tener en cuenta en el relato: como por ejemplo que nos
hable de un tiempo cronológico, tres días, de gran significación teológica,
aparte de ser un indicativo de lo largas que eran las celebraciones de los
matrimonios en la cultura judía (lo que es apoyado por lo que cuenta al final
de la perícopa, pues se quedaron algunos días más). Por tanto, al ser una
fiesta tan larga[1],
las provisiones de comida y bebida debían ser grandes, de ahí que, si al tercer
día ya se han quedado sin vino, podía ser un fracaso y la madre de Jesús ve la
necesidad de interceder para que esto no pase.
3. Género literario
En el género literario podemos señalar que se trata de un
texto narrativo escrito en prosa que pertenece a los signos que Juan apunta en
lugar de los milagros, pues hay una necesidad y ante ella, Jesús interviene con
un acto sencillo pero cargado de significado y poder que soluciona el problema.
Dentro de esta narración general, en la que se apunta al
signo hecho por Jesús y que es el centro importante de la propia historia,
aparecen tres diálogos: primero el de la madre y Jesús; después el de Jesús con
los sirvientes (aunque primero se dirige a ellos la madre); y el tercero el del
mayordomo con el novio que alaba la calidad del vino.
Sin embargo, en el versículo once se nos indica que el
relato posee una mayor riqueza todavía, es el porqué del signo y su
repercusión, por tanto también estaríamos ante un escrito de epifanía (“así
manifestó su gloria y los discípulos creyeron en Él”). Fue el primero de sus
signos, al inicio de su vida pública. Es por tanto una presentación pública,
una epifanía de su ser Dios.
4. Dificultades textuales
Para comenzar a analizar las posibles dificultades textuales
ante las que nos encontramos, podemos señalar que al decir el “tercer día” (Jn
2, 1) da lugar a diversas interpretaciones posible, ya sea por un simple
aspecto cronológico o de profunda relevancia ontológica, siendo tratado en el
apartado de la significación teológica por tener una importancia tal en el
contexto del Evangelio de Juan.
También se crea mucha dificultad en el texto ante la
respuesta de Jesús en forma de interrogante a la petición de su Madre: “Mujer,
¿qué tengo yo que ver contigo?” (Jn 2, 4); literalmente sería ¿A ti y a mí qué? Esta expresión en la
tradición veterotestamentaria posee un doble matiz, por un lado es la réplica
de alguien que ha sido ofendido a su querellante, pero por otra parte, es la
contestación que da un sujeto cuando se le pide intervenir en un asunto y
considera que no es de su incumbencia. De esta manera, aunque la mayoría de
estudiosos son más proclives a defender la segunda actitud en Jesús, algunos
Padres griegos lo interpretan de la primera forma, siendo un desaire del Señor
a su madre[2].
El tema de la “hora” es algo muy recurrente en el Evangelio
de Juan. Al tratar aquí de la hora de Jesús vemos también que está sujeta a
diversas interpretaciones. Algunos consideran que puede considerarse el momento
del inicio de su ministerio; pero el empleo del término en otras partes del
evangelio (Jn 7, 6. 8. 30; 8, 20) indica que se refiere a la Pasión[3].
Por último, podemos destacar el problema textual de los
“hermanos de Jesús”, pues si María fue la “siempre virgen”, ¿quiénes son esos hermanos de los que habla la Palabra de
Dios? El texto griego habla de “adeljoi autou”[4], que
se traduciría por “sus hermanos”, de tal modo que la Tradición se ha encargado
de resolver este dilema aduciendo que se trata de un modo genérico de referirse
a familiares del Señor y no exclusivamente a hermanos suyos. De esta forma se
salvaguarda el dogma de la virginidad perpetua de María que le fue reconocido
por la Iglesia desde el año 553 en el II concilio de Constantinopla.
5. Fuente de la perícopa
Para comprender la fuente en la que puede apoyarse o surgir
esta perícopa, debemos fijarnos en los signos o milagros efectuados por Jesús. De
los siete signos milagrosos contados por Juan, tres son variantes de los
narrados en los sinópticos y otros tres son del mismo tipo que se encuentran en
los demás evangelios; sin embargo, únicamente este milagro de Caná carece de
paralelo en la tradición sinóptica. Según Bultmann hay influencias paganas del
culto a Dionisio, dios de la vendimia, de tal modo que la intencionalidad sería
reemplazar la fiesta propia de gentiles, para cristianizarla por este signo de
Cristo. Sin embargo, es parecido a la multiplicación de los panes que realiza
más adelante y comparte la naturaleza con prodigios efectuados por Elías y
Eliseo, como la multiplicación de la harina y el aceite, por lo que la
hipótesis de la influencia pagana perdería fuerza para explicar el porqué de
este relato[5].
Otra teoría al respecto se basa en las incongruencias del
diálogo entre Jesús y María, algunos autores como Bourke así lo apuntan, para
considerarlo como una creación del evangelista con intenciones teológicas, como
puede ser la representación del banquete escatológico, de ahí la abundancia de
vino, característico de los tiempos mesiánicos; o que formara parte de una
tradición primitiva más completa de la que sólo transmitió el autor retazos[6].
6. Recursos literarios y estilísticos
El texto aparece enmarcado en un espacio y tiempo concreto
pues ya en el primer versículo se indica el momento y el lugar en que ocurrió
la acción para destacar su importancia (en Jn 1, 39 se nos indica que la
llamada a los discípulos ocurrió a la hora décima, y es que los hechos
trascendentales están remarcados cronológica y geográficamente). Para San Juan
será muy importante señalar el tiempo, y el lugar en el que se desarrollan las
acciones de Jesús.
Una vez centrado en un momento y lugar, el autor va intercalando
el estilo narrativo con el dialógico para darle una mayor fluidez al texto.
Dentro de ambas formas redaccionales, es curioso el empleo de los verbos, pues
si bien en la primera forma encontramos que los acontecimientos están descritos
en pretérito indefinido como acción concluida en el pasado, las intervenciones
de Jesús aparecen en presente simple (“dice” en Jn 2, 3. 4. 7) a modo de
presente histórico, esto es, algo que se arrastra hasta el día de hoy para
darle mayor actualidad e introducir al lector en lo narrado como si presente se
hallase. Pero además, otra manera de interpelar es el uso que se hace del
imperativo en los diálogos (“haced”, “llenad”, “sacad”, “llevad”), como dando a
entender que la voluntad del Señor se debe seguir cumpliendo en nuestras vidas,
es una acción del pasado pero que se prolonga en nuestro presente y en nuestras
vidas.
En el versículo tres aparece una curiosa repetición, pues
comienza señalando que no hay vino y acto seguido se pone en labios de la madre
de Jesús esta información a modo de constatación, o con intención de querer
justificar por qué dijo tal cosa.
El versículo nueve nos muestra un paréntesis explicativo,
tan frecuente en Juan, pues se insiste en que el signo que ha obrado el Señor
no esconde ninguna trampa, sino que hay testigos de lo efectuado.
Por último, podemos señalar dos inclusiones que enmarcan el
relato para señalar su significación por sí mismo, que ya señalamos en la
delimitación de la perícopa; por un lado tenemos la mención a tres
protagonistas del relato (Jesús, su madre y sus discípulos) al principio (v.
1-2) y al final de la perícopa (v. 12), y por otro, la mención al término día
que aparece en los mismos versículos mencionados, de esta forma enmarca el
relato con un mismo inicio y final.
7. Vocabulario significativo
Existe un vocabulario significativo al respecto del
evangelio de juan que llama la atención por su singularidad en el uso. Estas
palabras que se identifican son: boda, discípulos, gloria, hora, mujer, novio,
tercer día, tinajas de piedra y vino. Son palabras con una alta dosis de
significación y que destacan el qué dice el texto.
8. Estructura
Para
analizar la estructura utilizada por Juan vamos a fijarnos en las partes
pertinentes que el propio autor señala para que tenga significación por sí
misma la perícopa. De este modo nos encontramos:
-
Introducción del relato con la delimitación en el tiempo y
el lugar, junto con la presentación de los protagonistas y del problema: vv.
1-3a.
-
Diálogos y desarrollo de la acción: vv. 3b-10.
-
Conclusión y finalidad teológica del relato: vv. 11-12.
b) Estudio teológico
Para comenzar haciendo un estudio teológico de esta
perícopa, se ha de comenzar señalando los temas teológicos que en ella
encontramos, como por ejemplo la expresión “al tercer día” que es
controvertida. Si bien para algunos hace referencia clara a la Resurrección,
considerándola forma de una inclusión que enmarque toda la vida pública de
Jesús, para otros es un simple detalle cronológico debido a que sea la
continuación de unos relatos que tienen lugar en la misma semana (predicación
de Juan Bautista, llamada a los primeros discípulos y la boda en Caná). Por
tanto puede contener un profundo sentido teológico o ser simplemente una
casualidad temporal y real de un tiempo real.
El evangelista utiliza el término “discípulos” en lugar de
“apóstoles” puesto que este segundo vocablo corresponde a la etapa siguiente a
la Resurrección[7].
Es por tanto significativo también, la diferencia que Juan hace de lo que
considera un discípulo, como seguidor de Jesús prepascual, y el apóstol que
sería aquel seguidor del resucitado.
La ausencia del vino, que luego será solucionado con gran
cantidad de uno mucho mejor, representa la antigua alianza, que no satisfacía
al pueblo de Israel. Sin embargo, el nuevo vino llena, es abundante, genera
alegría, signo de la nueva alianza; además, es introducido en las “tinajas de
piedra”, que hace referencia a las normas levíticas sobre impureza ritual (Lv.
11, 29-38), pues las de piedra, a diferencia de las de barro, no contraen
impurezas[8]
y son más aptas. Que las llenaran hasta arriba (Jn 2, 7) indica la plenitud que
se alcanza en el tiempo del cumplimiento recién inaugurado, la acción de Jesús
sobrepasa toda gracia en esta nueva alianza.
Así mismo, resulta curioso que Jesús utilice el apelativo
“mujer” para referirse a su madre, pero no se trata de una forma despectiva,
sino que era la manera en la que el Señor se dirigía respetuosamente a las
mujeres (Jn 4, 21; 8, 10; 20, 13)[9].
Es factible decir, por tanto, que se trata de un título de dignidad, o no de
algo despectivo. Además, en Jn 19, 26 vuelve a describirse el diálogo de Jesús con
su madre en la cruz, por medio de este mismo término; con ello nos encontramos
una inclusión que encierra el inicio y el final de la vida pública de Jesús,
dando a entender que su madre ha estado siempre presente durante sus manifestaciones
al pueblo, de ahí que no se la mencione en otros momentos, pues no es necesario
y gracias a este recurso, se tiene que dar por supuesta la continua presencia
de María a lo largo de toda la vida de su hijo.
Es interesante a su vez observar el significado de la “hora”
de Jesús que contiene una inmensa riqueza teológica (Jn 17, 1). En este momento
del evangelio parece indicar el momento de empezar su ministerio o el de su
glorificación inicial. Por tanto, aunque este comienzo debería depender de la
voluntad del Señor, a petición de María se adelanta[10].
En las palabras de su madre: “Haced lo que Él os diga”: se
subraya la soberanía de Jesús (y, a diferencia de lo que considera Brown, los
mariólogos aducen al poder de la intercesión de la Virgen) ha quedado como
norma de vida para los cristianos de todas las épocas. Al igual que María, la
mejor discípula de todos, que no sabía de qué modo iba a intervenir su Hijo,
hay que mostrar fidelidad y la confianza plena en la voluntad del Señor y
obedecer con fe y con la tranquilidad de que seguro intervendrá ante las
necesidades que se le manifiesten. Pues ella es el mejor ejemplo de esta
obediencia ciega y servicial a la voluntad de Dios en nuestras vidas.
Por último se puede analizar la “gloria” que manifiesta
Jesús en este relato, término muy frecuente en Juan, como se ha señalado en el
vocabulario específico, y que hace presente a Dios en Él, de tal modo que ya no
muere uno al contemplarla, como en el Antiguo Testamento, sino que da vida. De
este modo, consiste en una manifestación parcial, preámbulo de su esplendor
máximo con la Resurrección. Así, gracias a este signo, sus discípulos creen en
el Señor, pero no porque los milagros impongan la fe, sino que desde la propia libertad,
comienzan a interpretarlos a la luz de la palabra que Jesús les transmite y
aprenden a descubrir el significado que encierran.
Para concluir este estudio sería de remarcar una
actualización de la perícopa a nuestros tiempos. De esta forma nos encontramos
ante la perícopa de los evangelios escogido mayoritariamente en la celebración
del sacramento del matrimonio[11].
El motivo primero para ello puede ser la clara alusión a lo que celebramos en
la actualidad, que tiene un paralelismo con un hecho ocurrido en la vida de
Jesús. Sin embargo, al profundizar en su sentido teológico, nos encontramos con
que para los cristianos en general, y a los que contraen matrimonio en
particular, nos marca un itinerario de lo que tiene que ser nuestra propia vida.
Así pues, el Señor nos trae la nueva alianza representada por el vino nuevo;
esto nos tiene que llenar de alegría, pero no una que sea puntual, sino que se
prolongue en el tiempo, porque nos tenemos que sentir llenos hasta arriba,
hasta rebozarla, pero no de vino mundano, pues sería superficial este relato,
sino de amor. Jesús comienza a manifestar su gloria, no como ostentación de
poder, sino de misericordia ante las necesidades del mundo, como muestra de su
caridad infinita. Pero a la vez, da una lección de humildad pues, siendo Dios,
no obedece únicamente a su Padre, sino también a su madre terrena, una mujer,
pero alguien que le dio la vida, que se sacrificó de forma abnegada por Él y
cuidó de Él. Éstas son actitudes que debemos aprender nosotros también y
aplicarlas en la vida, a saber, el amor, la misericordia, la humildad, la
entrega y el servicio. Y si, pese a las contrariedades que surjan en la vida,
nos mostramos fieles a Jesús, acudimos a Él, rogamos la intercesión de la Santísima
Virgen y confiamos en el Señor, nuestra vida será un continuo descubrir nuevas
formas de felicidad y plenitud. De esta forma podemos confiar en que Cristo
nunca nos abandona, sino que nos acompaña y fortalece en la fe.
·
Bibliografía
-
BARTOLOMÉ, J. J., Cuarto
evangelio. Cartas de Juan. Introducción y comentario, CCS, Madrid, 2002
-
BOVER, J. M. et O´CALLAGHAN,
J., Nuevo testamento trilingüe. BAC,
Madrid, 2005.
-
BROWN, R. E., El
Evangelio según Juan. I-XII. Cristiandad, Madrid, 1979.
-
VV.AA., La
Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.
[1] Los festejos se
prolongaban durante siete días (Cf. Jue 14, 12). véase Brown, R. E. El
Evangelio según Juan I-XII. p. 284
[2] Ibíd. pp. 285-286.
[3] Ibíd. p. 286.
[4] Bover, J.M. et O´Callaghan, J., Nuevo
Testamento Trilingüe. p. 486.
[5] Brown, R. E. El Evangelio según Juan I-XII.
p. 288.
[6]
Ibid. p. 290.
[7]
Ibid. p. 284.
[8]
Ibid. pp. 286-287.
[9] Ibid. p. 285.
[11] Según la Biblia de la
Conferencia Episcopal Española, se trata de una perícopa que se proclama en el
segundo domingo del tiempo ordinario en el ciclo litúrgico C, la semana
siguiente al relato del bautismo del Señor; el siete de enero tras la fiesta de
la epifanía (por ser otro tipo de manifestación al mundo) (cf. páginas 2108 y
2113). Sin embargo, no se ha encontrado correspondencia con la realidad, de ahí
que no figure en el desarrollo de este apartado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario