Es algo generalizado el observar que los
tiempos que corre nuestra sociedad, se encuentra englobada dentro de un sistema
que no parece responder a ideales económicos, con un liberalismo de capa caída,
ni de asimilación de lo social, con un sentimiento de egoísmo y unas políticas
de sola eficiencia. Mucho se habla y escribe sobre cómo solucionar esto, pero
pocos son los que se atreven a alzar la voz para reclamar que el gran problema
al que nos encontramos subyace en la base misma de nuestra sociedad
contemporánea, que esta sostenida en la nada. La pérdida de valores que hemos
ido experimentando a lo largo de los últimos decenios, han conducido a una
sociedad débil en la que los pensamientos son volubles y las soluciones a los
conflictos ineficaces. Incluso los casos de delitos y fraudes políticos, cada
vez más escandalosos, se justifican por la falsa concepción de que todos son
iguales, y si no lo hace uno lo haría el otro. Demostrando que la clase
política no es más que el reflejo de una sociedad en podredumbre sin esperanza
en el futuro, ni confianza en el presente, cuyos valores han quedado reducidos
a su mínima expresión. Todo lo que es moral molesta, porque exigen un compromiso
y un esfuerzo de interiorización, de educación y de transmisión y por ello es
preferible el construir nuestras vidas sobre el gusto, el deseo y el estado
anímico del momento concreto que no exige mas esfuerzo.
Ante esto es necesario que se presenten propuestas
morales que vengan a devolvernos el principio básico de unidad social bajo el
paraguas de unos valores universalmente reconocidos por todos y para todos.
Aunque no se puedan imponer en una sociedad plural los valores de una religión
o de otra, si es legítimo el pedir que se respeten al menos unos derechos
humanos básicos (Fruto de un cristianismo histórico puestos por escrito en
1948) y un derecho natural, presente en todos los hombres. Sin olvidar que la
tradición y el peso de nuestro pensamiento occidental, es el del cristianismo,
y a el le debemos lo que somos y hemos llegado a ser como pueblos, culturas y
sociedad políticas y democráticas.
Mi propuesta moral ante este escenario, seria
mirar al futuro con la concienciación ahora de un progreso y avance en la
natalidad que impulse en el futuro a una continuidad de nuestros valores mas
propios. Este planteamiento se presento ante mi al saber que el nuevo
presidente francés Emmanuel Macron no tiene hijos, lo cual hace que se una a un
grupo que ya tenían entre ellos a la canciller alemana, Angela Merkel, la
primera ministra británica, Theresa May, el presidente italiano, Paolo
Gentiloni, o el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker , entre
otros. Si como decía antes, la clase política es el reflejo de la sociedad que
los ha votado y encumbrado a sus posiciones de representatividad y gobierno,
esto puede compararse con los datos de natalidad de los países europeos y ver
ante que escenario de futuro nos encontramos. Las tasas de natalidad europeas
son insuficientes para asegurar la reposición de la población y constituyen un
problema en sí mismo. En Francia, por ejemplo, la tasa de natalidad es de 1,8
hijos por familia, lejos de los 2,1 necesarios para asegurar la supervivencia.
En el Reino Unido está en 1,6; en Grecia, Italia y Alemania, en 1,3; y en
España, 1,1.
Pero aun asi hay siempre ejemplos que dan lugar
a la esperanza. El primer ministro húngaro, padre de cinco hijos, ha reducido
un 23% en cinco años los abortos gracias a campañas pro-vida -difundió carteles
con la imagen de un bebé en el útero y el mensaje “Entiendo que no estés
preparada para tenerme, pero dame en adopción, ¡déjame vivir!”- al apoyo a las
familias y a la introducción de valores religiosos y éticos en la educación. Al
contrario que los líderes otros líderes europeos, él ha apostado por animar
públicamente a las mujeres a dar a luz a sus hijos y facilitar ayudas en los
trámites de adopción y acogimiento familiar -destina el 4% del PIB a medidas
para apoyar a la familia, frente al 2,7% de media de la OCDE-. Además, en su
mandado ha incluido la protección de la vida humana desde el momento de la
concepción en la Constitución. Su Gobierno fomenta la maternidad con el
ejemplo, pues entre sus ministros suman más de 30 hijos.
Por este motivo, mi propuesta moral seria
sostener la base de nuestras políticas de natalidad y asegurarnos que tenemos
unos valores fuertes y capaces para hacer frente a las necesidades de nuestros
niños. Lo primero que hay que fijarse en política es en sostener un presente
que ilumine el futuro para los mas pequeños.
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