Antes de entrar a valorar el significado del
término cuerpo, en la primera carta que San Pablo escribe a la comunidad
cristiana de Corintios, me gustaría empezar analizando generalmente que
significaba para las personas de la época la palabra cuerpo. Para ello podemos
acercarnos a la definición que de él nos daría un diccionario bíblico para
comprobar que el cuerpo “no es sencillamente un conjunto de carne y de huesos
que el hombre posee durante el tiempo de su existencia terrena, del que se
despoja con la muerte y que finalmente recupera el día de la resurrección.
Tiene una dignidad muy superior, que Pablo puso de relieve en una teología del
cuerpo.”[1] Sin
embargo para los griegos de la época, y Pablo fue educado como griego, el
cuerpo se reducía a la unidad de los miembros que lo constituyen. Pero a
continuación veremos que la visión que nos dará en esta carta, y posteriormente
en otras (Romanos y Efesios, por ejemplo), difiere mucho de esta definición
solo material.
El uso de la palabra «cuerpo» es de los más
metafóricos utilizado por Pablo en sus escritos. El cuerpo le sirve para
identificar la identidad colectiva de las comunidades con Cristo. Cabe destacar
que se trata de un término que no aparece en las primeras cartas atribuidas a
Pablo (1Tes., 2Tes., Gál., Flp.), sino que será en la que nos ocupa (1Cor.)
donde desarrollará esta idea ante el problema de una comunidad disidente, que
se está fragmentando.
Para Pablo el cuerpo puede tener tres
significados diferentes acorde al uso metafórico que de él hace. Estos tres
términos van a pasar desde el individual personal-moral, al cuerpo que es la
Iglesia y ésta espiritualizada como realidad sacramental:
El primero de los sentidos de cuerpo en la
Carta a los corintios, que estamos estudiando, está en 1 Cor. 6,15 al tratar el
tema de la profanación del cuerpo (personal) con excesos sexuales, nos muestra
que el propio cuerpo individual, no solo el de la comunidad que se une en
Cristo, es algo total. La persona es un ser completo, por ello las acciones que
obra sobre su cuerpo repercuten sobre su alma, y esto presenta que la unidad en
el individuo es importante para Pablo. Pone en valor a la persona como tal. Es,
por tanto, un concepto moral de cuerpo que lo plasma en 1Cor. 6, 12-20.
Por otro lado observamos que la comunidad es
una y todos sus miembros son importantes, pues no se puede dividir el cuerpo
(1Cor. 12, 12-27). Ese cuerpo que ahora utiliza es en un sentido político de
comunidad, que él espiritualiza y pone en consonancia con el cuerpo de Cristo.
Eleva el concepto de comunidad a cuerpo, no en el sentido clásico y político,
sino novedoso: es el mismo cuerpo de Cristo. Donde todos los miembros se
complementan, y ninguno es más importante que otro. Se funda así su visión
eclesial, es la propia Iglesia la que se encuentra presente en el Cuerpo de
Cristo como comunidad de cristianos. Esta misma metáfora del cuerpo de Cristo
como comunidad, que tanto ocupará la primera carta a los Corintios, la volverá
a utilizar en la carta a los Romanos (Rm. 12,4-5).
De igual manera, y así completamos los tres
sentidos de cuerpo según San Pablo, tenemos en 1 Cor.10, 16-17 la unión de
todos los cristianos que se realiza en la participación en el pan y en la copa
eucarística. La unidad de los cristianos, se observa a su vez en que comen de
un mismo pan y beben de un mismo vino. Es fundamental para entender el valor
sacramental del cuerpo unido por la Eucaristía. Esta unión es superior a la unión
política o social, se trata de una unión eucarística, sacramental, de plena comunión
(Koinonía) entre todos los cristianos y Dios. Esta unión trascendental será a
su vez la que utilice en Ef. 5, 22-23.
Por tanto, la clave de la metáfora cuerpo para
Pablo es que se trata de una unión, en los tres sentidos observados (moral,
eclesial y sacramental). La unión entre los cristianos es para Pablo fruto del principio
de solidaridad, que el Apóstol denominará comunión, entre Cristo y los hombres;
y entre los hombres con Cristo. Hay, por tanto, una solidaridad en la
concepción, de lo que algunos autores han venido a llamar el cuerpo místico de
Cristo (concepto no utilizado como tal por San Pablo), donde podemos ver la
solidaridad que Cristo ha tenido con los hombres desde el momento mismo de su
encarnación. Pero que a su vez invita a que cada hombre siga este proceso de
encarnación de Jesús dentro de su propia vida como hombre, en la Iglesia
comunidad y en el sacramento de la Eucaristía.
Además en este llamado cuerpo místico, nos
encontramos con una fuerza vital que no puede ser olvidada, el Espíritu Santo.
Éste sería como el alma del cuerpo de Cristo. Esta idea es presentada por Pablo
al decir que “en un mismo espíritu fuimos bautizados en razón de formar un solo
cuerpo” (1Cor. 12, 13). En su horizonte parece estar el cuerpo y alma humanos
como metáfora que invita al cuerpo místico animado por el Espíritu de Cristo.
Por tanto, se comienza a formar parte de este cuerpo de Cristo por el bautismo
en el Espíritu Santo, es la incorporación al cuerpo eclesial, sacramental y
personal.
Podemos concluir esta metáfora del cuerpo en 1
Corintios con las palabras de Benedicto XVI, diciendo que en la Iglesia, que es
el cuerpo de Cristo: “está en juego una relación de comunión: la relación
vertical entre Jesucristo y todos nosotros, pero también la horizontal entre
todos los que se distinguen en el mundo por «invocar el nombre de Jesucristo, Señor
nuestro» (1 Cor. 1,29). […] Si entrara un no cristiano en una de nuestras
asambleas, al final debería poder decir: «verdaderamente está Dios con
vosotros». Pidamos al Señor que vivamos así, en comunión con Cristo y en
comunión entre nosotros”.[2]
·
Bibliografía
-
BOVER, J. M., Teología
de San Pablo. B.A.C., Madrid, 1946
-
FITZMYER, J. A., Teología
de San Pablo. Cristiandad, Madrid, 1975
-
HERRANZ, M., San
Pablo en sus cartas. Encuentro, Madrid, 2008
-
LÉON-DUFOUR, X., Vocabulario
de Teología Bíblica. Herder, Barcelona, 1996
-
VV.AA., La
Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.
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