lunes, 9 de octubre de 2017

El término «cuerpo» y su uso metafórico a lo largo de la 1 Corintios

Antes de entrar a valorar el significado del término cuerpo, en la primera carta que San Pablo escribe a la comunidad cristiana de Corintios, me gustaría empezar analizando generalmente que significaba para las personas de la época la palabra cuerpo. Para ello podemos acercarnos a la definición que de él nos daría un diccionario bíblico para comprobar que el cuerpo “no es sencillamente un conjunto de carne y de huesos que el hombre posee durante el tiempo de su existencia terrena, del que se despoja con la muerte y que finalmente recupera el día de la resurrección. Tiene una dignidad muy superior, que Pablo puso de relieve en una teología del cuerpo.”[1] Sin embargo para los griegos de la época, y Pablo fue educado como griego, el cuerpo se reducía a la unidad de los miembros que lo constituyen. Pero a continuación veremos que la visión que nos dará en esta carta, y posteriormente en otras (Romanos y Efesios, por ejemplo), difiere mucho de esta definición solo material.
El uso de la palabra «cuerpo» es de los más metafóricos utilizado por Pablo en sus escritos. El cuerpo le sirve para identificar la identidad colectiva de las comunidades con Cristo. Cabe destacar que se trata de un término que no aparece en las primeras cartas atribuidas a Pablo (1Tes., 2Tes., Gál., Flp.), sino que será en la que nos ocupa (1Cor.) donde desarrollará esta idea ante el problema de una comunidad disidente, que se está fragmentando.
Para Pablo el cuerpo puede tener tres significados diferentes acorde al uso metafórico que de él hace. Estos tres términos van a pasar desde el individual personal-moral, al cuerpo que es la Iglesia y ésta espiritualizada como realidad sacramental:
El primero de los sentidos de cuerpo en la Carta a los corintios, que estamos estudiando, está en 1 Cor. 6,15 al tratar el tema de la profanación del cuerpo (personal) con excesos sexuales, nos muestra que el propio cuerpo individual, no solo el de la comunidad que se une en Cristo, es algo total. La persona es un ser completo, por ello las acciones que obra sobre su cuerpo repercuten sobre su alma, y esto presenta que la unidad en el individuo es importante para Pablo. Pone en valor a la persona como tal. Es, por tanto, un concepto moral de cuerpo que lo plasma en 1Cor. 6, 12-20.
Por otro lado observamos que la comunidad es una y todos sus miembros son importantes, pues no se puede dividir el cuerpo (1Cor. 12, 12-27). Ese cuerpo que ahora utiliza es en un sentido político de comunidad, que él espiritualiza y pone en consonancia con el cuerpo de Cristo. Eleva el concepto de comunidad a cuerpo, no en el sentido clásico y político, sino novedoso: es el mismo cuerpo de Cristo. Donde todos los miembros se complementan, y ninguno es más importante que otro. Se funda así su visión eclesial, es la propia Iglesia la que se encuentra presente en el Cuerpo de Cristo como comunidad de cristianos. Esta misma metáfora del cuerpo de Cristo como comunidad, que tanto ocupará la primera carta a los Corintios, la volverá a utilizar en la carta a los Romanos (Rm. 12,4-5).
De igual manera, y así completamos los tres sentidos de cuerpo según San Pablo, tenemos en 1 Cor.10, 16-17 la unión de todos los cristianos que se realiza en la participación en el pan y en la copa eucarística. La unidad de los cristianos, se observa a su vez en que comen de un mismo pan y beben de un mismo vino. Es fundamental para entender el valor sacramental del cuerpo unido por la Eucaristía. Esta unión es superior a la unión política o social, se trata de una unión eucarística, sacramental, de plena comunión (Koinonía) entre todos los cristianos y Dios. Esta unión trascendental será a su vez la que utilice en Ef. 5, 22-23.
Por tanto, la clave de la metáfora cuerpo para Pablo es que se trata de una unión, en los tres sentidos observados (moral, eclesial y sacramental). La unión entre los cristianos es para Pablo fruto del principio de solidaridad, que el Apóstol denominará comunión, entre Cristo y los hombres; y entre los hombres con Cristo. Hay, por tanto, una solidaridad en la concepción, de lo que algunos autores han venido a llamar el cuerpo místico de Cristo (concepto no utilizado como tal por San Pablo), donde podemos ver la solidaridad que Cristo ha tenido con los hombres desde el momento mismo de su encarnación. Pero que a su vez invita a que cada hombre siga este proceso de encarnación de Jesús dentro de su propia vida como hombre, en la Iglesia comunidad y en el sacramento de la Eucaristía.
Además en este llamado cuerpo místico, nos encontramos con una fuerza vital que no puede ser olvidada, el Espíritu Santo. Éste sería como el alma del cuerpo de Cristo. Esta idea es presentada por Pablo al decir que “en un mismo espíritu fuimos bautizados en razón de formar un solo cuerpo” (1Cor. 12, 13). En su horizonte parece estar el cuerpo y alma humanos como metáfora que invita al cuerpo místico animado por el Espíritu de Cristo. Por tanto, se comienza a formar parte de este cuerpo de Cristo por el bautismo en el Espíritu Santo, es la incorporación al cuerpo eclesial, sacramental y personal.
Podemos concluir esta metáfora del cuerpo en 1 Corintios con las palabras de Benedicto XVI, diciendo que en la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo: “está en juego una relación de comunión: la relación vertical entre Jesucristo y todos nosotros, pero también la horizontal entre todos los que se distinguen en el mundo por «invocar el nombre de Jesucristo, Señor nuestro» (1 Cor. 1,29). […] Si entrara un no cristiano en una de nuestras asambleas, al final debería poder decir: «verdaderamente está Dios con vosotros». Pidamos al Señor que vivamos así, en comunión con Cristo y en comunión entre nosotros”.[2]


·        Bibliografía
-          BOVER, J. M., Teología de San Pablo. B.A.C., Madrid, 1946
-          FITZMYER, J. A., Teología de San Pablo. Cristiandad, Madrid, 1975
-          HERRANZ, M., San Pablo en sus cartas. Encuentro, Madrid, 2008
-          LÉON-DUFOUR, X., Vocabulario de Teología Bíblica. Herder, Barcelona, 1996
-          VV.AA., La Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.



[1] Cf. LÉON-DUFOUR, X.: «cuerpo» en Vocabulario de Teología Bíblica
[2] Cf. BENEDICTO XVI: Catequesis del 22 de noviembre de 2006.

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