"Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén una piscina Probática que se llama en hebreo Betzatá, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Porque el ángel del Señor se lavaba de tiempo en tiempo en la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, recobraba la salud de cualquier mal que tuviera. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: "¿Quieres recobrar la salud?" Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo." Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y anda." Y al instante el hombre recobró la salud, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: "Es sábado y no te está permitido llevar la camilla." Él les respondió: "El que me ha devuelto la salud me ha dicho: Toma tu camilla y anda." Ellos le preguntaron: "¿Quién es el hombre que te ha dicho: Tómala y anda?" Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús lo encuentra en el Templo y le dice: "Mira, has recobrado la salud; no peques más, para que no te suceda algo peor." El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que le había devuelto la salud. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Pero Jesús les replicó: "Mi Padre trabaja hasta ahora, y yo también trabajo."Por eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no sólo quebrantaba el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual a Dios."
(Juan 5, 1-18)
a)
Estudio
literario
1.
Delimitación
de la perícopa
Nos
encontramos ante una perícopa
que viene delimitada por los siguientes marcadores: nuevos personajes como el
enfermo curado, los otros enfermos y los judíos (v. 1); la indicación temporal
de “después de esto” y una indicación espacial que se refiere a que Jesús subió
a Jerusalén. La unidad narrativa nos llevaría hasta el v. 47, el final del
capítulo, pues encontramos un signo y un discurso que se provoca a colación del
signo. Pero nos quedaremos solo con la parte del signo que va desde el v. 1 al
18. Sin embargo se ha de tener en cuenta que es el comienzo de un diálogo mucho
más amplio.
2.
Contexto literario e histórico cultural.
El texto que vamos a estudiar pertenece a la primera
parte del Evangelio de Juan: el llamado Libro de los Signos. Dentro de este
gran bloque, el texto pertenece a la segunda sección, en la que se nos presenta
a Jesús como la Palabra que da Vida. Pero a la vez vemos que se divide en dos
signos: la curación por la Palabra de Jesús del hijo del funcionario real, en
el capítulo anterior, y la del paralítico de Betzatá, que por la Palabra de Jesús
se levanta y camina, y también tenemos un discurso sobre la obra de Jesús como
Hijo del Padre. En nuestra perícopa Jesús cura a un hombre que ya no tenía
esperanza alguna de vivir sano. Frente al hecho manifiesto de la impotencia
humana ante la enfermedad, se alza la fuerza sanadora, de vida, que tiene la
Persona de Jesús, fuerza que viene de su unidad profunda con el Padre.
La referencia que se hace a los judíos no es
solamente por motivos de pueblo étnico sino que se refiere también al pueblo
que vive su fe de una forma determinada. De hecho se hace referencia a que hay
una fiesta que se celebra, una fiesta que sin duda hace referencia a una fiesta
judía[1]. Brown
afirma que probablemente se tratase de una de las tres grandes fiestas de
peregrinación (Pascua, Pentecostés o Tabernáculos), pues estas se celebraban en
Jerusalén. Una antigua tradición de la Iglesia griega identifica esta fiesta
como Pentecostés, idea que aceptan algunos investigadores modernos, pues esto
explicaría las alusiones que se hacen a Moisés, pues en esa fiesta se celebraba
la entrega de la Ley en el Sinaí. La fiesta de Pentecostés recuerda el don de
la Ley al pueblo, y el símbolo por excelencia de la Ley es el agua. El signo
está muy ligado a la Ley. En la fiesta de Pentecostés, los sacerdotes recogían
agua de Siloé en dos grandes cántaros de oro que se vertían sobre el altar,
como símbolo de la Ley.
Sin embargo tras la fiesta, en la segunda parte de
la perícopa (9b-18) habla del sábado. Este día es una parte esencial del
sistema sociocultural judío, al que Jesús se está refiriendo, y al que
probablemente la comunidad joánica se está enfrentando también. El sábado es el
día más sagrado para el judaísmo, un día inviolable, símbolo (junto con la
circuncisión) de la Alianza de Dios con su pueblo[2]. Y
la obligación de guardar el reposo sabático es esencial para los judíos.
3.
Género literario.
Encontramos el relato de un milagro de curación,
seguido de un discurso sobre el sábado y un discurso de epifanía: Jesús se
manifiesta como Hijo de Dios.
4.
Dificultades textuales.
Para muchos autores, por cuestión de contexto
geográfico (Galilea-Jerusalén), el orden correcto de los capítulos sería 5, 7,
6. Sin embargo en la actualidad nos ha llegado en este orden.
En el versículo 2 encontramos que la tradición
manuscrita ha nombrado a la piscina de varias formas: Betsaida, casa de las dos
fuentes es la más común; Betzata, la piscina del barrio nuevo, en alusión al
barrio de mismo nombre; Betesda tayim, la piscina de las dos fuentes o Betesda,
casa de la misericordia o de la gracia.
En el versículo 4 encontramos que en algunos
manuscritos dicen se lavaba y otros dicen bajaba. La tradición alejandrina
omite el final del versículo 3 y el 4 entero. Esto se debe probablemente a que
la idea de que el Ángel del Señor se bañase en una piscina resulta demasiado
extraña, incluso chocante. Pero este versículo resulta necesario para poder
comprender después el versículo 7.
En el versículo 15 vemos como en algunos manuscritos
aparece el verbo contar, decir, acusar, denunciar y en otros aparece anunciar,
testimoniar. Parece más lógico que la opción correcta sea la segunda, puesto
que en el Evangelio de Juan aquel que es curado por Jesús sale siempre a
anunciar, a proclamar.
5.
Fuentes de la perícopa.
Este es un relato propio del Evangelio de Juan.
Pero, aunque no aparezca en los sinópticos existen referencias cruzadas con
estos. En la tradición sinóptica aparece la curación de un paralítico[3], así
como varias curaciones en sábado[4].
El gran número de alusiones nos indica una gran verosimilitud. Es muy probable
que detrás de este relato se encuentre un hecho histórico reelaborado por la
tradición joánica y estructurado como un solo relato, cuando en el origen eran
dos o más.
6.
Recursos literarios y estilísticos.
Haciendo un estudio literario de esta perícopa
podríamos encontrar los siguientes recursos: presente histórico: Le dice, lo encuentra en el Templo y le dice; también hay un serie de diálogos;
la famosa ironía joánica: Jesús, viéndole
tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: “¿Quieres recobrar la
salud?”; hay paréntesis explicativos: “Por
eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado” y “Por
eso los judíos trataban con mayor empeño de matarle, porque no solo quebrantaba
el sábado, sino que llamaba a Dios su propio Padre, haciéndose a sí mismo igual
a Dios”; y simbolismo numérico: como los cinco pórticos pues para los
judíos hace referencia a los cinco
libros de la Torá o los treinta y ocho años que es una referencia al tiempo que
pasó Israel en el desierto. Como se puede apreciar es un texto que cuenta con
los recursos literarios y estilísticos más comunes del Evangelio de Juan.
7.
Vocabulario significativo.
Existe
un vocabulario significativo al respecto del evangelio de juan que llama la
atención por su singularidad en el uso. Estas palabras que se identifican esta
perícopa son: Judío, Padre, Sábado y Templo. Son
palabras con una alta dosis de significación y que destacan el qué y qué
significado tiene el texto.
8.
Estructura.
Esta perícopa puede dividirse en dos grandes bloques
de contenido:
-
De los
versículos 1-9a tenemos el relato de la curación del paralítico.
-
Tras éste
tenemos en los versículos 9b-18 la controversia sobre el sábado.
b)
ESTUDIO TEOLÓGICO
El tema principal de esta perícopa no es la curación
del paralítico, sino la eficacia de la Palabra sanadora de Jesús, aunque es muy
probable que el relato esté basado en un hecho histórico que ha sido
reelaborado por la tradición joánica, de forma que el protagonista ya no es el
paralítico, sino Jesús. Así pretende transmitirnos la actualidad del poder
salvífico de Jesús, el cual le viene de su relación única con el Padre en
contraposición con las instituciones judías, que no salvan. El judaísmo, con su
sistema religioso ha logrado una multitud de enfermos, ciegos, cojos, mancos,
gente desgraciada. El paralítico representaría a todo un pueblo que camina
entre penalidades. Jesús, sin embargo, se hace cercano a ese pueblo, toma la
iniciativa, su Palabra es poderosa y sanadora, porque su referencia última es
el Padre, Jesús es el Enviado del Padre. Es presencia de ese Dios en el que
creemos, un Dios salvador.
La piscina tiene cinco pórticos: por lo que
podríamos ver que hay dos referencias a la Ley: por un lado el agua y por otro
los pórticos. La Ley se comentaba debajo de los pórticos del Templo. La Torá
está conformada por cinco libros. El contexto es de confrontación con el
sistema religioso judío.
El paralítico, cuyo nombre no se dice, viene a
representar a todos los que viven bajo el sistema judío, que están enfermos y
esperan una salvación que no les llega. Como ya habíamos visto más arriba, la
referencia a los 38 años llevó a los Padres de la Iglesia a relacionar esta
perícopa con el Deuteronomio, que habla de los años de la peregrinación de
Israel por el desierto. Así, Jesús aparece como el nuevo Moisés, poderoso en
palabras y en obras, porque Dios está con Él. Para la mentalidad judía la enfermedad
es consecuencia del pecado, por eso los enfermos no pueden entrar en el Templo:
por su pecado quedan impuros y no podían acercarse a Dios. El pecado los separa
de Dios y del prójimo, les deja en total soledad.
Dirá el paralítico a Jesús: “Señor, no tengo a nadie
que me ayude”. En realidad, está rodeado de gente, pero nadie puede ayudarle,
porque todos están enfermos al igual que él. En el agua de la piscina, el agua
de la Ley, de la Torá, estaba la Salvación de Dios, a la que se entraba a
través de los cinco pórticos, símbolo de los cinco libros, la puerta de entrada
a la Ley, a la salvación, según la mentalidad de los judíos. Pero el sistema
judío es ya un sistema caduco. Ya no tiene acceso a la Salvación; la salvación,
la salud, no viene del judaísmo, sino de la persona de Jesús. Por eso Jesús no
ayuda al hombre a entrar en la piscina, sino que pasa de inmediato a la acción.
Pronuncia su Palabra soberana: “¡Levántate, toma tu camilla y anda!” y al
instante el paralítico comienza a andar. En la persona de Jesús es Dios mismo
quien se acerca al paralítico. Es el mismo Dios quien lo cura, lo sana, lo
salva, le devuelve a la pureza. Ya no es necesaria la intermediación de la Ley.
El Hijo que viene del Padre nos muestra con sus signos la acción salvadora de
Dios que se sigue produciendo en el mundo a la vez que manifiesta su identidad
divina como Hijo de Dios.
Jesús rompe así con la ley de la impureza como rompe
con la ley del sábado. Él es el Creador del Sábado y el Señor del Sábado. Para
la mentalidad legalista judía era muy difícil llegar a conciliar el descanso de
Dios después de la Creación con su constante actividad de gobierno del mundo.
Por eso, para ellos su actividad como Creador concluye el día sexto. Mientras
que su actividad como Juez no cesa jamás. Jesús identifica su propia actividad
con la del Juez soberano: “Mi Padre
trabaja hasta ahora y Yo también trabajo”.
Si quisiéramos realizar una actualización existencial
de la perícopa veríamos que Jesús da
tres órdenes al paralítico: “¡Levántate, toma tu camilla y anda!”, es lo mismo
que a nosotros nos pide hacer en nuestra vida: Nos ayuda a levantarnos, a salir
de la postración en la que nos encontramos; nos invita a cargar con nuestra
cruz, a no renegar de ella, y por último nos invita a ponernos en camino.
A lo largo de este camino, como hizo con el
paralítico, Jesús tomará la iniciativa y saldrá a nuestro encuentro. El fruto
del encuentro con Jesús es el ardor misionero, el deseo de transmitir a los
demás la Buena Noticia de Salvación que hemos recibido. El que recibe la gracia
sanadora de Jesús no puede permanecer callado y debe anunciar la Buena Nueva.
En la liturgia encontramos este pasaje en el martes
de la cuarta semana de Cuaresma como una invitación a la conversión, a la
confianza en la Palabra de Jesús que nos anima a continuar en el camino, que
nos sana y nos envía a anunciarlo.
·
Bibliografía
-
BOVER, J. M. et O´CALLAGHAN,
J., Nuevo testamento trilingüe. BAC,
Madrid, 2005.
-
BROWN, R. E., El
Evangelio según Juan. I-XII. Cristiandad, Madrid, 1979.
-
VV.AA., La
Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.
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