martes, 10 de octubre de 2017

COMENTARIO EXEGÉTICO A LA PERÍCOPA AP. 12, 1-18.

"Un gran signo apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza; está encinta, y grita con los dolores del parto y con el tormento de dar a luz. Y apareció otro signo en el cielo: un gran Dragón rojo, con siete cabezas y diez cuernos, y sobre sus cabezas siete diademas. Su cola arrastra la tercera parte de las estrellas del cielo y las precipitó sobre la tierra. El Dragón se detuvo delante de la Mujer que iba a dar a luz, para devorar a su Hijo en cuanto lo diera a luz. La Mujer dio a luz un Hijo varón, el que ha de regir a todas las naciones con cetro de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono. Y la Mujer huyó al desierto, donde tiene un lugar preparado por Dios para ser allí alimentada mil doscientos sesenta días. Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus ángeles combatieron, pero no prevalecieron y no hubo ya en el cielo lugar para ellos. Y fue arrojado el gran Dragón, la Serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él. Oí entonces una fuerte voz que decía en el cielo: "Ahora ya ha llegado la salvación, el poder y el reinado de nuestro Dios y la potestad de su Cristo, porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba día y noche delante de nuestro Dios. Ellos lo vencieron gracias a la sangre del Cordero y a la palabra de testimonio que dieron, porque despreciaron su vida ante la muerte.  Por eso,  regocijaos, cielos y los que en ellos habitáis. ¡Ay de la tierra y del mar! porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo."  Cuando el Dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la Mujer que había dado a luz al Hijo varón. Pero se le dieron a la Mujer las dos alas del águila grande para volar al desierto, a su lugar, lejos del Dragón, donde tiene que ser  alimentada un tiempo y tiempos y medio tiempo. Entonces el Dragón vomitó de sus fauces como un río de agua, detrás de la Mujer, para arrastrarla con su corriente. Pero la tierra vino en auxilio de la Mujer: abrió la tierra su boca y tragó el río vomitado de las fauces del Dragón. Entonces despechado contra la Mujer, se fue a hacer la guerra al resto de sus hijos, los que guardan los mandamientos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús. Yo estaba en pie sobre la arena del mar."
(Apocalipsis 12, 1-18)

a)                Estudio literario
1.              Delimitación de la perícopa
Nos encontramos ante una perícopa que viene muy bien delimitada en el  capítulo doce del libro del Apocalipsis, entre los versículos del uno al dieciocho. Ya en el primer versículo se nos anuncia que se va a relatar una visión[1], que indica el comienzo de una unidad literaria distinta de la anterior. De hecho, en esta sección es normal que las perícopas se inicien de forma similar, con las visiones de signos y sucesos sorprendentes, marcando los espacios entre unos relatos y otros. Cabe señalar que el texto finaliza con el versículo 18: “El dragón se detuvo en la orilla del mar”, cuyo verbo indica parada, fin de una acción dinámica, mientras que el resto de acciones implicaban movimiento[2], lo que completa la acción del relato. Poniendo fin a la perícopa.
Por otro lado, los protagonistas están claramente presentados y son diferentes en su mayoría a los de las perícopas anteriores y posteriores: la mujer, el dragón rojo, el hijo varón, Dios, Miguel y sus ángeles, los ángeles del dragón… Todos ellos también están dándole una unidad literaria.
Por último, podemos delimitar la perícopa gracias al contenido del relato. Si bien en el capítulo anterior la visión era con siete trompetas y la proclamación final de los veinticuatro ancianos en acción de gracias porque se ha establecido ya el trono de Dios; y en el siguiente al que nos ocupa, la temática versa sobre dos bestias que seducen con su poder a los hombres; en el capítulo doce, nos encontramos ante la Iglesia que debe mantenerse fiel a Cristo aún en medio de enemigos y hostilidades, pero cuenta con el auxilio del Señor, por lo que saldrá victoriosa. En este sentido, el relato presenta una progresión a través del simbolismo cósmico-terrenal, pues si bien en un comienzo nos sitúa en el cielo, poco a poco va descendiendo hasta finalizar en la tierra, a la orilla del mar. Hay una progresión en el texto y avanzando la trama.


2.      Contexto literario e histórico-cultural.
En el contexto literario nos encontramos que pertenece a la segunda parte del libro del Apocalipsis, la más amplia. Aquí es donde se ofrecen unas visiones que posibilitan una interpretación profética de la historia. Concretamente a la cuarta sección, la de las tres señales, que indican que el final está muy cerca y detallan el enfrentamiento entre las fuerzas del bien y del mal, donde, como no podía ser de otra forma, Dios se alzará con la victoria, como nos muestra el relato presente.
En cuanto al contexto histórico-cultural, descubrimos una amplia simbología procedente tanto de tradiciones neotestamentarias, como veterotestamentaria, y también de la cultura babilónica y grecorromana, además de representar la crudeza de la situación de persecución y martirio que están viviendo los cristianos por parte del imperio romano. Es, por tanto, un texto bastante rico en simbología y significación.
Se puede hablar sobre el contexto cultural del que surgen algunos de sus símbolos, como, por ejemplo, el hijo varón que nace y que aparece en el versículo 5, éste parece referirse al nacimiento pascual de Cristo. Este nacimiento de un hijo varón ya lo predijo Isaías[3] quien pastoreará al pueblo[4] según la voluntad de Dios y se preocupará de sus ovejas hasta dar la vida por ellas y ser arrebatado; de hecho, en este sentido, a Él también alude el texto cuando menciona la sangre del Cordero, como sacrificio, pues recuerda al siervo sufriente de Yahvé[5] que carga con los pecados ajenos para expiarlos conforme a la Ley. Por tanto encontramos una tradición previa al relato, y un contexto cultural favorable a esta simbología.
Otro de los símbolos, que deberemos estudiar en profundidad más adelante, es el de la mujer que se nos presenta en el primer versículo y que, ya adelanto, no alude directamente a María, sino que simboliza a la comunidad cristiana. La forma de representarlo de esta manera la encontramos en la literatura profética y sapiencial, donde era frecuente personificar a Jerusalén o a todo el pueblo judío con la figura de una mujer. Que el sol, la luna y las estrellas se encuentren en relación con ella hace referencia al sueño que tuvo el patriarca José en Gn. 37, 9, donde se postraban ante él. Por otro lado, la diosa Isis aparece representada con esta simbología que corresponden a su regia divinidad. Sin embargo, también se ha asociado a esta mujer con Eva, pues se la considera madre de la humanidad, que pariría con dolor por haberse dejado tentar por la serpiente, personaje que, aunque disimulado en un principio bajo la forma de dragón, también aparece en este relato.
Pese a ser un elemento mitológico, el término “dragón” como representación del mal también era usado por el Antiguo Testamento, prueba de ello podemos verlo en el Salmo 91,13 o en Isaías 51,9, o incluso en la imagen del Leviatán, como parecido a un dragón de Isaías 27,1; también puede simbolizar a la serpiente del Génesis 3,1, donde el áspid encarna al tentador. Los diez cuernos que se citan son iguales que los de la visión de Daniel[6] sobre la bestia que destruye todo a su paso. Además es rojo puesto que esta tonalidad cromática simboliza la sangre, la crueldad y la muerte, señalando el tipo de comportamiento que los romanos tenían con los cristianos capturados. Sin embargo, el detalle de las siete cabezas es propio de la tradición babilónica. Además, se nos presenta con siete diademas que evocan realeza, pero no divina, sino al contrario, del poder mundano.
El lenguaje que se utiliza es muy fuerte, y representa la realidad concreta que está viviendo una comunidad perseguida. De ahí la fuerza de términos como: “persecución”, “huida”, “devorar”, “hacer la guerra a los descendientes de la mujer”, etc.; el dragón que los persigue ha sido identificado por los exegetas como Roma, que persigue a los cristianos, identificados como la mujer. En la persecución del hijo varón,  parece ser que se refiere a Cristo, porque rememora la crucifixión, seguida de la Pascua pues dice que ya se encuentra junto a Dios. El motivo de esta persecución contra el nuevo pueblo de Dios aparece en el versículo 17: por guardar los mandamientos y mantener el testimonio de Jesús, lo que implica que no rendían culto al emperador como estaba impuesto, lo que provocaba que fueran considerados peligrosos y subversivos para el mantenimiento de la paz romana. Los seguidores de Jesús eran acusados por el imperio romano de ser impíos, por no ofrecer el culto debido al emperador.
La mención al desierto se explica teniendo en cuenta que, como se ha dicho, la mujer representa al nuevo pueblo de Dios, los cristianos, quienes, al igual que los judíos huyeron de los egipcios gracias a la actuación divina que les dio el maná, igual que a la mujer  que en la perícopa va a ser alimentada  durante 1260 días; igualmente el pueblo al salir de Egipto pasó diversas pruebas para probar su fidelidad al Dios libertador, teniendo que atravesar un desierto[7], saldrán victoriosos si depositan su confianza en el Señor y no pierden la fe. La cifra de los tres tiempos y medio hace referencia a Daniel 7,25 donde se alude a la persecución de Antíoco IV Epífanes; el motivo de indicar ese espacio de tiempo, que es la mitad del número 7, es para llevar el consuelo a los atribulados e indicarles que su duración es limitada. Pero al final llegarán a la tierra prometida ya desde antiguo al pueblo de Israel[8], que supondrá el cumplimiento de la promesa de Dios de un futuro de salvación, de ahí que cobre protagonismo y colabore en el rescate de la mujer, que es el nuevo pueblo de Dios.
Por último, cabe reseñar la figura del defensor de las fuerzas del bien, Miguel, cuyo nombre significa quién como Dios, que ya apareció en Daniel 10,13 como un príncipe que protegía a los necesitados del Señor, defensor del honor de Dios, y otra vez vuelve a ser mencionado ahora para ejercer la misma función.
3.      Género literario.
Podemos enmarcar la perícopa dentro del llamado género apocalíptico, que no es único de la tradición judeo-cristiana. En este caso se nos muestra, por medio de una visión, un mundo creado por Dios, donde él sería el sol, se habla además de su reino y sus mandamientos que rigen; pero en el que aparecen las fuerzas del mal representadas en el dragón rojo con sus fuerzas; hay, por tanto, un dualismo entre el bien y el mal que están enfrentados, en la que las protagonistas son ángeles y demonios. Además tenemos a la mujer como la espectadora de esta lucha, esto es propio de la corriente sobrenaturalista que considera que es Dios el que actuará y lo arreglará todo, enviará a un pastor que guíe a los descendientes de la mujer. Además contiene una escatología latente en todo el texto y verbalizada: “el Diablo ha bajado a vosotros sabiendo que le queda ya poco tiempo”. Todas estas características son propias de este género apocalíptico.
Sin embargo, no es exclusivamente una revelación, sino que en los versículos centrales se contiene un himno de alabanza a Dios (10-12) por ser quien ha obtenido la victoria, lo cual era propio proclamarlo en las primeras comunidades cristianas y el autor lo intercaló en este relato. Pues el libro del apocalipsis parece ser que era utilizado en asambleas litúrgicas, de ahí que se intercalen estos textos hímnicos con el propio relato.
También encontramos una profecía, que utiliza términos característicos de los profetas clásicos, como el anuncio de un mesías que pastoreará al pueblo o la advertencia y exhortación a la conversión con el “¡Ay!” porque el tiempo está cumplido.
Por último, vemos que entre todos los géneros literarios presentados, la historia completa podemos considerarla un drama, pues va presentando a los personajes como en una obra teatral, donde realizan sus respectivas actuaciones y desarrollan una historia en la que a una madre le arrebatan a su hijo y debe huir para no sucumbir; pero al final interpela al destinatario para que se identifique con este personaje y descubra que, pese a las dificultades, siempre debe mantener la confianza en el Señor, el verdadero protagonista de toda la acción.
4.      Dificultades textuales.
El problema de crítica textual más importante de esta perícopa lo encontramos en el versículo 18. Si lo leemos en la Nueva Biblia de Jerusalén: “Yo estaba de pie sobre la arena del mar”; mientras que en la traducción de la Conferencia Episcopal Española recoge: “el dragón se detuvo en la arena del mar”. Esto altera el significado último del texto, porque si tomamos la primera traducción, se puede referir al propio Juan, que ha terminado de relatar la visión y tendríamos un versículo de transición hacia la siguiente perícopa; pero si seguimos la segunda traducción se nos muestra la conclusión del drama, por lo que mostraría cómo el dragón, tras haber surgido en el cielo y haber batallado, acaba derrotado en la tierra, indicando un proceso de decadencia, de perdición.
Así mismo, el texto presenta numerosas dudas de comprensión dada su amplia simbología utilizada, puesto que la Iglesia nos pide que nada se deba tomar en sentido literal sino que debe ser interpretado. Por tanto, algunos ejemplos que pueden generar dificultades de comprensión son: la mujer que según los mariólogos hace referencia a la virgen María, la madre de Jesús; mientras que para la mayoría de exegetas alude a la Iglesia. De dicha mujer se dice que está vestida de sol, como referencia de lo divino. El cielo y las estrellas que la rodean nos evoca al ámbito de la trascendencia; y el dragón, hace referencia al mayor enemigo de los cristianos, encarnado en Nerón, según algunos autores que han interpretado los signos de este capítulo.
El simbolismo presente al describir la bestia y la serpiente representa un nivel de realidad que actúa en la vida de los hombres pero de forma oscura; mientras que el Cordero sería Cristo, el redentor. Además el texto utiliza el simbolismo aritmético en varias ocasiones, como el siete identificado con la plenitud; las doce estrellas que coronan a la mujer y que aluden al pueblo de Dios; los 1260 días, que equivalen a los tres tiempos y medio, y que indican un periodo de tiempo limitado, corto.
Otros ejemplos de simbolismo serían: “los cuernos” que significan el poder, mientras que “las alas” son la movilidad; “el agua”, utilizada por la escuela joánica como reflejo de la vida, ahora es lo contrario, algo que busca la perdición y muerte de la mujer; por otro lado, si bien se hablaba al principio del texto de un hijo varón que podía simbolizar a Cristo resucitado, en el versículo 17 la descendencia de la mujer, es más amplia, se refiere a los cristianos; el arcángel san Miguel representa a Cristo luchando contra las fuerzas del mal.
Por todo esto podemos concluir que hace falta un profundo conocimiento de la significación de los diversos símbolos utilizados para poder comprender el texto en su profundidad y descubrir qué dice, y así evitar interpretaciones subjetivas y erróneas.
5.      Fuentes de la perícopa.
El texto es de elaboración propia pero hay elementos que se toman de diversos orígenes:
-          El himno de los vv. 10-12 probablemente se tratase de un cántico de alabanza que en las primeras comunidades ya se recitaba y que intercala el autor en su narración.
-          Algunas referencias cruzadas al Antiguo Testamento, como puede ser la huida al desierto, recordando al Éxodo, como experiencia fundante de la identidad del pueblo, que fue guiado por Dios; o la alusión a Miguel, protector de la causa del bien, como ya aparecía en Daniel; la visión de la mujer del principio, recuerda a uno de los sueños del patriarca José, enlazando al pueblo elegido con los cristianos; y tampoco podemos dejar de recordar lo que con anterioridad comentamos acerca de que contiene terminología profética, como la alusión al pastor que guiará a los pueblos, los ayes, o los dolores de parto para dar lugar al pueblo de Dios.
-          También presenta elementos de mitología grecorromana y babilónica como el dragón o las luchas entre ángeles del bien y del mal.
Por tanto, nos encontramos que el autor ha plasmado en el relato una composición propia que enriqueció con diversas tradiciones que le han podido llegar de diferentes partes, para darle una mayor autoridad al texto, hacerlo más estimulante y posibilitar de mejor manera la identificación de los propios destinatarios.


6.      Recursos literarios y estilísticos.
La principal característica de la narración es la cantidad de escenarios que va presentando, pues con pocas palabras describe unas imágenes irreales pero que fácilmente interpelan al destinatario y le mantienen en tensión hasta el desenlace. La manera de interactuar de los diversos personajes aporta gran dinamismo al relato, induciendo a identificarse con la mujer necesitada. Se dice que en este libro es frecuente el uso del género dramático, al que aludíamos antes y que constatamos en este momento. Además, lo más remarcable es que se trata de una visión, con lo cual, desde el principio nos da la pista el autor de que lo que se va a describir no es estrictamente real, sino que, a través de hechos ficticios e imaginativos, nos revela una verdad y con el lenguaje propio de las fábulas nos enseña una lección, la confianza en la salvación de Dios si perseveramos en la fe.
Aparece, como también apuntamos con anterioridad, un himno que recoge una gran significación teológica y permite una fácil memorización para su proclamación gracias a su sonoridad y ritmo; así podía ser leído en la asamblea.
Utiliza el presente histórico en determinadas ocasiones para darle actualidad al relato e indicar su importancia. Pero por otro lado, llama la atención que la mayor parte de los verbos que aparecen en la perícopa son de movimiento permitiendo que la acción transcurra con gran dinamismo y manteniendo alerta al destinatario.
Utiliza la alegoría para describir al bien y al mal dentro de la batalla que protagonizan en la que saldrá triunfante Dios y sus fuerzas. De este modo, nos encontramos ante el dualismo cósmico tan frecuente en el género apocalíptico. Junto al mesianismo y la escatología futura o la angeología, que son recursos típicos de la narración apocalíptica.
7.      Vocabulario significativo.
Existe un vocabulario significativo al respecto de una gran significación teológica y simbólica que llama la atención por su singularidad en el uso. Estas palabras que se identifican en esta perícopa son:Agua, águila, alas, ángeles, aparecer, boca, cabeza, cielo, combate, Cordero, corona, cuerno, desierto, Diablo, diadema, diez, Dios, doce, dragón, encinta, estrellas, guardar los mandamientos, guerra, hijo varón, ira, luna, Miguel, mil doscientos sesenta, mujer, pastorear, perseguir, reinado, rojo, sangre, Satanás, serpiente, siete, signo, sol, testimonio, tierra, tres tiempos y medio, trono, vara de hierro y vomitar. Son palabras con una alta dosis de significación y que destacan el qué y qué significado tiene el texto.
8.      Estructura
Podemos organizar la perícopa de acuerdo a la siguiente estructura:
-          Versículos 1-6 Presentación de la escena y los protagonistas (mujer, dragón, Dios).
-          Versículos 7-12 Batalla en el cielo entre las fuerzas del bien y las del mal con la victoria de las primeras.
-          Versículos 13-18 Continuación de la lucha y persecución, ahora en la tierra, del dragón contra la mujer y sus descendientes.

b)   Estudio Teológico
Para entender la profundidad teológica de este relato, se debe de empezar observando la enseñanza principal del texto que aparece en sus versículos centrales dentro del himno: la victoria de Dios sobre las fuerzas del mal y la importancia del sacrificio, primero de Cristo y, luego de otros cristianos que han dado testimonio de su fe con la entrega de sus vidas. Por tanto, de esos versículos se desprende un mensaje de esperanza en la tribulación, de aliento en la persecución y de alegría ante la prueba, porque un discípulo no es más que su maestro, luego si a Jesús lo mataron, a sus seguidores también lo harán, pero no es otra cosa que la garantía de que son verdaderos cristianos. Y el resultado ya lo saben, pues el Señor resucitó al tercer día, luego a ellos les aguarda un puesto a su derecha en la gloria de Dios. Pero en realidad, aunque la teoría la saben, vivir día a día con el miedo a la denuncia, a que los capturen a ellos o a sus familiares, puede debilitar su fe. El retraso de la parusía favorece que surjan dudas al respecto en la resurrección y la glorificación; la victoria aparente del Imperio sobre ellos de forma impune, incluso logra desalentarlos porque no ven el poder de Dios. Por este motivo, el autor escribe el libro del Apocalipsis y, más concretamente, esta perícopa. Él les conoce y comprende, conoce su situación y no les culpa, sino que simpatiza con ellos y escribe un relato que les permita identificarse con un personaje, el de la mujer perseguida por el dragón. La misericordia y la fidelidad de Dios que actúa invisiblemente para con los que buscan su auxilio y su amparo se manifestará, quizá no en este mundo terreno, sino en el cielo, junto al trono de Dios. Pero a la vez alerta contra peligros ocultos, como el agua, es decir, algo aparentemente inocuo que puede arrastrarlos hacia un camino de perdición; de esta forma, este líquido que fluye utilizado en el rito de purificación, si se utiliza para rendir otros cultos paganos que en principio no van en contra de las creencias cristianas, pueden favorecer una relajación de la moral e ir contaminando en realidad la fe que se tenía; por ello se recomienda volver a la tierra, el lugar seguro, la doctrina que se empieza a configurar y predicar, la roca firme en la cual asentarse para permanecer en comunión con Dios, que permite lucidez de discernimiento y superación de las tentaciones. Algo duradero y fijo y no que fluya y cambie como el agua.
Pero parece que este texto no sólo pretende alentar a la comunidad a mantenerse firmes en la fe en Jesús, sino que con este relato busca indicar también cuál es la misión de la comunidad, el dar a luz al Jesús Pascual, es decir, seguir alimentando la fe en Él, viviendo el memorial de su pasión, muerte y resurrección, y anunciándolo a los demás a través del testimonio. La encarnación de Dios en carne humana aparece aquí para mostrar la gran misericordia del Señor para con su pueblo, pues se hizo uno de ellos, que son pobres y perseguidos, para compartir una vida como la de ellos estando junto a ellos, y así mostrarnos el camino para la salvación, que tiene que pasar por la cruz para llegar a la gloria; de este modo se cumple el Dios-con-nosotros anunciado por los profetas[9]. Pero además, la Iglesia debe ser una comunidad fecunda, como una mujer encinta, que se sabe en presencia de Dios, vestida de sol como referencia a la divinidad y, como nuevo pueblo de Dios, su misión es de carácter universal; si Eva fue la madre de todos los hombres, la comunidad cristiana será la madre de todos los creyentes, de los salvados, aunque tenga que dar a luz a nuevos hijos con dolor, propio del martirio y el sacrificio. Sin embargo, para mantenerse fieles han de adoptar el compromiso de alimentarse de Cristo y de su Palabra, mostrarse disponibles para ponerse en camino donde haga falta con la confianza puesta en el Señor y esperar la parusía, no de manera pasiva, sino con el testimonio, esto es, guardando los mandamientos de Dios y manteniendo la fe viva en Jesús. Por ello debe ser una comunidad despierta, alerta, que no pierda la esperanza porque la salvación está cerca; de ahí que la perícopa exhorte a la conversión a aquellos que se están desviando del camino marcado.
A través del simbolismo cromático y teriomorfo se recoge muy acertadamente el dualismo entre el bien y el mal y sus respectivas características. El primero es algo luminoso, dueño de la creación, fecundo, protector de la vida, fiel, es abnegado y capaz de sacrificarse por los demás; mientras que el segundo solo busca la sangre, siente ira, desea la muerte, la destrucción, la desolación, quiere venganza, muestra rencor, es tramposo, usa artimañas. Las actitudes que hay que imitar son las que lograrán la vida, la salvación, la gloria, es decir, las del bien. Las otras llevarán al caos, a la muerte.
Un tema que no podemos olvidar en esta reflexión es la exaltación de los mártires. El testimonio de sus vidas y de sus muertes que otorga fecundidad a la comunidad. Su muerte no significa derrota ni debe llevar a la desolación, sino a la alegría por haber seguido al Maestro, por ser “corderos degollados” a imitación de Jesús. Por eso, el himno exulta júbilo y regocijo, porque estos hermanos han precedido al resto en el encuentro con el Padre, y han alcanzado ya la victoria. El dragón no ha podido arrebatarles su fe, lo más valioso que tenían, y por ello son glorificados y ensalzados como modelos a imitar por el resto de la comunidad, si se diera el caso.
Pero, como ya se ha indicado la significación de la mujer en un contexto de estudios mariológicos,  no debe de terminar esta exégesis sin dedicarle una reflexión más profunda, ya que para muchos estudiosos la mujer simboliza a la virgen María. Hay que reconocer que las semejanzas entre ambas son numerosas: por un lado tenemos que María es nuestra madre, y es el primer rasgo que aparece en el texto sobre la mujer, su maternidad; pero además es la madre de Jesús, representado por el hijo varón que nace de esa mujer; por otro lado, la literatura joánica nunca se refiere a María por su nombre, sino por el apelativo “mujer”, otro dato más a favor de la tesis de los mariólogos. María es la nueva Eva, de tal modo que si por una mujer entró el pecado, por otra llegó la salvación de todos. Así se cumplen las palabras de Génesis 3, 15 dirigidas a la serpiente en referencia a la mujer: “pongo hostilidad entre ti y la muer; entre tu descendencia y la suya; ésta te aplastará la cabeza cuando tú la hieras en el talón”, igual que en la perícopa que nos ocupa se nos presenta una confrontación entre la mujer y el dragón, la serpiente antigua, y el ángel Miguel, representante de Cristo que nació de María, y que es quien derrota a esta bestia. Pero además la misma liturgia nos regala esta lectura en la solemnidad de la Asunción de María a los cielos, sustentándose en todo esto. Aunque esta teoría no es defendida por la mayoría de los exegetas que siguen viendo en la mujer a la comunidad cristiana. En todo caso, lo que sí podemos afirmar sin miedo a equivocarnos, es que María es madre y modelo de los creyentes.
Aun así, y por amor a la imagen de María, madre de Dios, podemos concluir que: “La Mariología apocalíptica sitúa a María en un impresionante campo de fuerzas, en medio de la batalla escatológica que hoy mismo se está librando. La Mariología apocalíptica se convierte así en Eclesiología apocalíptica. En paradigma para un nuevo modelo de Iglesia, menos cómplice, más profético y denunciador —no solo en las campañas en contra del aborto, sino contra todo tipo de corrupción social y también en otras campañas pendientes en favor de la vida, de la naturaleza, del futuro— María del Apocalipsis es aquella Mujer que nos hace comprender la inconsistencia de todos los imperios, que nos hace sentir cómo el Mal —aunque aparezca bestial e imbatible— es tan débil que la inocencia y la docilidad angélica a la voluntad del que está sentado en el Trono es capaz de abatir en un solo instante”[10]. Por tanto tampoco debe de ser excluyente la teoría de que la mujer pueda ser María, y a la vez la comunidad cristiana, la Iglesia. Pues lo importante del símbolo es que no agota la realidad en sí mismo sino que abre a una trascendencia siempre mayor que la realidad sensible que representa.
Para concluir podemos hacer una actualización existencial de la perícopa, para encuadrarla en la dimensión celebrativa de la Iglesia. Así habría que afirmar que esta perícopa como tal no es utilizada en la liturgia en su conjunto, pero sí es utilizada de forma un poco adaptada a la celebración. Podemos verla en la misa del día de la festividad de la Asunción de la Virgen, 15 de agosto, en el que la primera lectura es de los versículos 11, 19a; 12, 1.3-6a.10, con este orden, para producir el efecto de asimilación de la mujer vestida de sol con María ya asunta a los cielos; También se propone su lectura como una de las lecturas propuestas en el común de una santa mujer mártir usando el himno como preludio de la victoria de los mártires sobre la muerte, el mal y la opresión.










·        Bibliografía
-          BOVER, J. M. et O´CALLAGHAN, J., Nuevo testamento trilingüe. BAC, Madrid, 2005.
-          BROWN, R. E., El Evangelio según Juan. I-XII. Cristiandad, Madrid, 1979.
-          CHARILER, J. P. Comprender el apocalipsis. DDB. Bilbao, 1993.
-          CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA., La Sagrada Biblia. BAC, Madrid, 2011.
-          FIORENZA, E.S. Apocalipsis, visión de un mundo justo. Verbo divino. Estella, 1997.
-          GARCÍA CORDERO, M. y PÉREZ RODRÍGUEZ, G (coord.),  La Biblia comentada por los profesores de Salamanca. BAC, Salamanca, 1962
-          PAREDES, J. C. Mariología. BAC. Madrid, 1995
-          VANNI, U. Lectura del Apocalipsis, visión de un mundo justo. Verbo divino. Estella, 2005.
VV.AA., La Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilba


[1] Un gran signo apareció en el cielo
[2] “Aparecer”, “ponerse en pie”, “huir”, “combatir”…
[3] Is 7, 14
[4] Is 40, 11; Jer 3, 15
[5] Is 52, 13-53, 12
[6] Dn 7, 7
[7] Ex 14
[8] Dt 26,9
[9] Is 7,14
[10] PAREDES, J.C. Mariología. pp. 168-169

COMENTARIO EXEGÉTICO A LA PERÍCOPA JN. 13, 1-20.

"Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: "Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?" Jesús le respondió: "Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde." Le dice Pedro: "No me lavarás los pies jamás." Jesús le respondió: "Si no te lavo, no tienes parte conmigo." Le dice Simón Pedro: "Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza." Jesús le dice: "El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos." Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: "No estáis limpios todos." Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: "¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros. "En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que lo envía. "Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: El que come mi pan ha alzado contra mí su talón. "Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe, me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a aquel que me ha enviado." 
(Juan 13, 1-20)


a)    Estudio literario
1.       Delimitación de la perícopa
Siguiendo la división que propone el exegeta Raymond Brown, heredero de una tradición al respecto, vemos que el Evangelio según San Juan está escrito en dos partes que va del primer capítulo hasta el número doce, donde se desarrolla el llamado “Libro de los Signos” y ahora, a partir de este versículo comienza la segunda parte conocida como el “Libro de la Gloria”.
Hay dos características que diferencian esta segunda parte, de la anterior. En  primer lugar va dirigido al grupo reducido de los que creyeron en Él y, en segundo lugar, “describe la glorificación, es decir, «la hora» de la pasión, crucifixión, resurrección y ascensión en que Jesús es elevado hasta el Padre para gozar nuevamente de la gloria que tuvo junto a él antes de que existiera el mundo[1]. Estas diferencias se manifiestan ya en el primer versículo del Libro de la Gloria: «Sabía Jesús que había llegado para él la hora de pasar de este mundo al Padre; había amado a los suyos que vivían en el mundo y los amó hasta el extremo».” Nos encontramos, tras esta introducción al libro, en un lugar concreto, en una zona habilitada para cenar  y con unos protagonistas delimitados que son Jesús y los suyos “antes de la fiesta de la Pascua”.
Por tanto, es bastante fácil delimitar la perícopa en el inicio de la misma pero sí encontramos alguna que otra dificultad al querer delimitarla en el versículo 20 de este mismo capítulo, pues el versículo 21 retoma un asunto anunciado en los versículos 2, 10 y 18, la traición de uno de sus allegados. De esta forma, supondría una continuación del discurso pues no tenemos un cambio en el entorno ni en los interlocutores que son los mismos. Podríamos delimitarlo por lo tanto, siguiendo un criterio de contenido teológico del relato. En los primeros veinte versículos se narra el lavatorio de los pies y la lección que comporta; mientras que en los siguientes se centra en la acción que desempeñará Judas, el traidor, en la historia de la Salvación.


2.      Contexto literario e histórico-cultural.
Aunque como hemos afirmado antes hemos pasado del Libro de los signos al Libro de la gloria, la situación espacial de esta perícopa es exactamente la misma, Jerusalén, debido a la proximidad de la Pascua. Sin embargo, Jesús ha comprobado que los signos no son suficientes para que crean en él[2], de modo que renuncia a seguir realizando nuevas obras prodigiosas y da comienzo una instrucción más íntima para sus discípulos. Este libro que tiene la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús comienza con un signo concreto y significativo, el lavatorio de los pies durante una cena pascual, como expresión de humildad absoluta e invitación al seguimiento y la imitación.
El texto, como ya se ha indicado, nos sitúa en Jerusalén, concretamente en una casa donde tiene lugar una cena pascual. Todo judío varón mayor de doce años debía ir a la capital de Judea a celebrar la Pascua para conmemorar el rescate de los israelitas de la opresión egipcia por parte de Dios. De esta manera, Jesús y sus discípulos peregrinaron hacia allí para cumplir lo prescrito por la Ley. No está muy claro si nos encontramos ante una cena pascual o no. Lo que sí se sabe es que para celebrarla hacían falta un mínimo de diez personas y en el texto se nos indica que estaban los discípulos, sobrepasando el número mínimo necesario.
Por otro lado, la legislación judía[3] prescribía comer la cena pascual en la tarde con que finalizaba el 14 y comenzaba el 15 de Nisán. Pues bien, en Juan la última cena que compartió Jesús con sus discípulos no se especifica con exactitud qué día fue, simplemente que sucedió con anterioridad a la Pascua, situando en la víspera de la Pascua la condena y crucifixión del Señor. De esta manera, parece improbable que fuera una comida pascual. Sin embargo, en detrimento de los argumentos sinópticos que narran la secuencia de acontecimientos como pascuales (de hecho, la última cena es una cena pascual, y las torturas acaecen el 15 de Nisán), parece improbable que la flagelación, el camino con la cruz, la sepultura, etc. tuvieran lugar el día de fiesta, lo que apoya la cronología de Juan. En este sentido, cabe decir que la cena presenta rasgos pascuales que ya desarrollaremos más adelante.
Con respecto a la costumbre de lavar los pies, era necesaria si tenemos en cuenta que normalmente el calzado consistía en sandalias, así que era normal que tuvieran los pies llenos de polvo. Las normas de hospitalidad exigían al huésped que ofreciera agua para lavarse los pies. Pero así mismo, la Ley judía no permitía al señor pedirle a su esclavo, si este era judío, que le lavara los pies[4]. Sí lo podía hacer un discípulo por su maestro en señal de respeto; pero al hacerlo, Jesús se humilla y adopta la condición de siervo, es un abajamiento en su condición de Señor y Maestro, a la de siervo y discípulo.
3.      Género literario.
Nos encontramos ante un texto narrativo que comprende un signo, el lavatorio de los pies por parte de Jesús a sus discípulos. Hay además un pequeño diálogo entre Cristo y Pedro, y un monólogo de Jesús acerca de la humildad.
4.      Dificultades textuales.
La crítica textual nos dice que en el versículo 2 se puede leer o “estaban cenando” o “acabada la cena”, según el manuscrito que se siga; en el versículo 7, algunos manuscritos omiten la palabra “ahora”; en el versículo 10 también es frecuente que no aparezca “más que los pies”. Pero ninguna de estas palabras o expresiones tiene gran importancia teológica.
5.      Fuentes de la perícopa.
Como fuente de la perícopa podemos decir que es de tradición joánica, pues el signo del lavatorio de los pies en sí no aparece en ningún otro evangelio. Aunque sí encontramos ciertos paralelos que sí se encuentran en otros pasajes de los sinópticos como que Jesús tiene una cena con sus discípulos antes de la Pascua, el anuncio de que hay un traidor entre ellos, la sentencia “el criado no es más que su amo”. Sin embargo, según estudiosos como Bultmann, es fruto de reelaboraciones posteriores, pues considera que los versículos del 7 al 11 fueron añadidos posteriormente.
6.      Recursos literarios y estilísticos.
Utiliza mucho el presente histórico durante toda la narración (“se levanta”, “se quita el manto”, “se ciñe la toalla”) para darle un carácter interpelante hacia los lectores.
También utiliza el tono imperativo en las instrucciones que Jesús da a sus discípulos con una finalidad concreta: “debéis”, “para que creáis”, “también lo hagáis”.
Hay una referencia cruzada a la fiesta de la Pascua, detalle de gran relevancia para el curso de los acontecimientos pues motiva que Jesús viaje a Jerusalén, donde se desarrollará la Pasión; otra referencia cruzada sería al Salmo 40, pues aparece que se debe cumplir la Escritura. Se utiliza dos veces la fórmula de inicio de sentencias de Jesús: “en verdad, en verdad os digo” en los versículos 16 y 20.
Paralelismos antitéticos en versículo 3: “venía de Dios y a Dios volvía”; y también de tipo sinónimo en el versículo 14: “os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”, o en el versículo 20: “el que recibe a quien yo envíe, me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me ha enviado”.
Por último también nos encontramos con una serie de elementos como los dichos populares del versículo 10 y 16, paréntesis explicativos en los versículos 2 y 11 y una pregunta retórica con cierta ironía en el versículo 12: “¿Comprendéis lo que he hecho?”
7.      Vocabulario significativo.
“Amó hasta el extremo”, “Yo soy”, cena, ceñir, corazón, diablo, discípulos, hora, jamás, lavar, limpio, los suyos, Maestro, mundo, Padre, Pascua, quitarse (el manto), recibir, saber, Señor.
8.      Estructura.
Podríamos dividir la perícopa en tres partes, con una introducción al Libro de la Gloria, y dos interpretaciones diferentes del lavatorio de los pies.
v. 1: Introducción al Libro de la Gloria.
vv. 2-11: El lavatorio, interpretado como símbolo de la muerte de Jesús, con referencia secundaria al bautismo. Esta parte además se dividiría en otras cuatro partes:
·         vv. 2-3: Introducción.
·         vv. 4-5: Lavatorio.
·         vv. 6-10a: Interpretación en diálogo.
·         vv. 10b-ll: Alusión a Judas.
vv. 12-20: Otra interpretación del lavatorio, como ejemplo de un humilde servicio. Dividido a su vez en tres momentos:
·         vv. 12-15.17: Interpretación en discurso.
·         vv. 16 y 20: Sentencias aisladas con paralelos en Mateo.
·         vv. 18-19: Alusión a Judas.
b)   Estudio Teológico
Parece ser que la enseñanza principal que recoge esta perícopa es la humildad que todo seguidor de Jesús debe vivir como pilar de su propia existencia. Jesús es el Maestro, es el Santo de Dios[5], y también es el Salvador del mundo[6]. Sin embargo, se ciñe él mismo la toalla como si de un sirviente se tratase. Esto significa que el que quiera seguir al maestro ha de comportarse igual que él, servir y no ser servido. Este gesto representa anticipadamente la muerte, pues el lavatorio es un servicio al prójimo al igual que lo será cuando entregue su vida por los demás. Todo ello hecho por el amor que nos tiene, es la prueba mayor del amor que nos profesa Jesús, es capaz de rebajarse a la condición de servicio incluso hasta la muerte.
Por tanto hay una clara referencia en esta acción con su muerte, es decir, con la pasión. Prueba de ello la tenemos en el empleo de la expresión “se quitó” (es un despojarse), que es el mismo verbo que usará en Jn .10, 11.15. Para referirse a la entrega de la vida. Además, a esto se suma el término “hora”, que será clave en esta sección del libro de la gloria, es el momento clave de su pasión, lo que supone una victoria, por significar el regreso al Padre. De esta manera, la pasión, muerte, resurrección y ascensión han de ser entendidas como un todo y llevar al seguidor de Cristo a un acto de fe completa en Él.
Todo esto lo hace por nosotros, porque Jesús nos amó hasta el extremo. De hecho en su pasión se ve la entrega oblativa de su vida, que es fruto del amor que Dios nos tiene. Brown apunta un doble significado de la expresión del versículo 1: “habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo”:
-          Según Brown, por un lado recoge un contenido de finalidad, hasta el término de la vida, porque ese amor conlleva el fin de su vida
-          Por otro lado se nos presenta la muerte voluntaria como expresión suprema del amor.
En cualquier caso, que el Hijo de Dios esté dispuesto a someterse a la muerte hace que el elemento de entrega por amor y en actitud humilde adquiera más fuerza. Por tanto, apunta Brown que esta obra de servicio es relacionada con la pasión del Señor, es un anuncio de la necesidad salvífica de su muerte, que dará a los hombres la posibilidad de tener parte en su herencia y que limpiará del pecado.
También tenemos, con una gran significación, el término “mundo”, el cual en esta sección del libro de la Gloria aparece casi siempre relacionado con el ámbito del mal, aunque en realidad, en el versículo 1 hace referencia a la oposición entre lo de abajo y lo de arriba, entre lo terreno y lo celestial. Es importante conocer esta apreciación para entender el proceso de abajamiento de Dios, de arriba abajo y no como una contraposición entre lo bueno y lo malo.
De igual forma podría decirse que es una perícopa sacramental, pues en ella podemos descubrir una alusión a la eucaristía. En Juan el lavatorio de los pies sustituye la acción de Jesús sobre el pan y el vino, ambas son fruto del amor. Proceden del amor y conducen a él por su repetición. Aunque algunos autores lo discuten porque no aparece ninguna alusión a las especies, el pan y el vino, ni a las acciones de comer o beber; de esta manera, se piensa que pueda hacer más referencia al bautismo, aunque de forma secundaria, pues, de hecho, se emplea el verbo “bañar” (utilizado en el Nuevo Testamento para referirse a este sacramento), ya que no podemos olvidar que la purificación del pecado era una parte importante de las expectativas judías respecto al baño escatológico.
También se debe de resaltar que en todo momento se quiere dejar constancia de que Jesús es dueño de su vida y domina las circunstancias. No es un prisionero del devenir que se deja arrastra por las circunstancias, sino el dueño y señor de cada acontecimiento. Él dona su vida de forma totalmente voluntaria, aunque sabe que uno lo va a traicionar, sabe también que sufrirá dolor, pero lo acepta porque es obediente hasta el extremo al mandato del  Padre, con quien forma una unidad tal que recibir a uno supone recibir al otro.
Este texto es clave así mismo para entender que Juan cuando nos narra un signo, pretende revelarnos algo más de la identidad de Jesús, en este caso concreto se trata de las características de su amor. Para Cristo el amor es lo más importante, es lo que mueve su vida, es lo que permite esa identificación de Él con el Padre, y si nosotros lo imitamos, también a nosotros se nos identifica con él y el Padre.
Para acabar este comentario, habría que indicar el papel que tiene en la liturgia. Es un texto de tal importancia en la dimensión celebrativa de la Iglesia que se utiliza el jueves santo a modo de última cena para invitar al servicio, a la igualdad de dignidades, a la humildad y al amor, que permite aguardar con esperanza la Resurrección; cabe señalar que se lee solo hasta el versículo 15, reservando la perícopa desde el 16 al 20 al jueves de la IV semana de Pascua concluyendo con ello el relato, que ha quedado suspendido en el tiempo. Es una perícopa central en el sentir de la Iglesia que lo sitúa en su fiesta más importante.
·        Bibliografía
-          BOVER, J. M. et O´CALLAGHAN, J., Nuevo testamento trilingüe. BAC, Madrid, 2005.
-          BROWN, R. E., El Evangelio según Juan. XIII-XXI. Cristiandad, Madrid, 2000.
-          VV.AA., La Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.



[1] Cf. Jn 17,5
[2] Cf. Jn 12,37
[3] Cf. Lv. 23,5
[4] Cf. Ex 21, 2
[5] Como también puede verse en Jn. 6,69
[6] En Jn. 4,42 se le cita así