Nos encontramos ante un extracto de la obra de
Sieyés, ¿Qué es el tercer estado?, en
el que él va a desgranar de una manera lógica y a base de un diálogo la existencia
y necesidad del llamado Tercer Estado. Del que concluirá que es un todo en la
sociedad, y la organización política debe así respetarlo.
El autor es un eclesiástico nacido en la
Provenza francesa en 1748 y que realizó estudios en la universidad de La
Sorbona (París). Tras estudiar a los grandes pensadores de la política y el
derecho, especialmente John Locke, quedó maravillado de sus ideas y comenzó a
plasmarlas en diferentes escritos, como el que nos atañe. Abandonando su posición
de religioso comenzó a ocupar cargos en la carrera política como representante
del así llamado “Tercer Estado”, llegando a ocupar funciones tan importantes
como la de presidente del Directorio (1795-1799) y posteriormente, tras el
apoyo a Napoleón Bonaparte, será designado segundo cónsul del Consulado previo
al Imperio (1799-1804). Irónicamente sus ideas propiciaron el inicio de la
revolución francesa y sus acciones políticas apoyarían el advenimiento de ésta.
A este respecto podemos observar en el texto
como se sientan las bases revolucionarias que dotaron, al pueblo francés de
finales del S. XVIII, de unas ideas de libertad, igualdad y fraternidad. Lema
que recorrerá el sentir revolucionario y la explosión libertaria de campesinos
y trabajadores contra el antiguo régimen, representado por Nobles, Burgueses y
cuya máxima expresión era la monarquía de Luis XVI con la bendición del alto
clero.
Así comienza el texto reflexionando sobre ¿Qué es el tercer Estado?, a lo que el
autor responde que lo es Todo (principio de igualdad formal en el que todos
pertenecen a un mismo extracto); posteriormente se plantea ¿Que ha sido
hasta el presente en el orden político? A lo que se responde con un triste Nada (rompiendo por tanto el derecho
de libertad propio de los ciudadanos que participan en el gobierno de la
nación); La última pregunta es la clave de ese pasar del todo que es, a transformar
la nada en la que se ha convertido, para llegar a un triunfal existencialismo
de ser lo que se representa, es decir, el todo de la política ha de corresponderse
con el representado, o se está gobernando sin el gobernado. Por eso el autor se
pregunta ¿Qué pide? A lo que responde: Llegar a ser algo.
Ya en este primer
soliloquio interrogativo, Sieyés ha presentado las bases de su escrito y
pensamiento político. El pueblo, o tercer estado que estaba conformado por la
gran mayoría de habitantes de la nación francesa (campesinos, jornaleros, bajo
clero y trabajadores manuales) debían gozar de al menos los mismos privilegios
y ventajas en el gobierno de la polis que los nobles, burgueses y altos clero.
Estos últimos propietarios de las tierras y los derechos de explotación de los
bienes que eran trabajados por los primeros.
El malestar de una baja
representatividad política, unido al hambre y la miseria, fueron el caldo de
cultivo en el que estas ideas que Sieyés plantea vinieron a germinar en la
revolución francesa de 1789. Aunque cabe señalar que esta revolución en sus
inicios no buscaba las consecuencias y resultados que posteriormente se produjeron
a lo largo de su desarrollo. En un principio los grandes miembros de la
burguesía reclamaron los mismos privilegios que los nobles. Puesto que estos
primeros poseían las grandes fortunas de la nación francesa, mientras los
segundos conservaban por herencia unos privilegios no conseguidos ni
trabajados. Esto creó que las concesiones que le fueron otorgando
paulatinamente a las fortunas burguesas no fueran del todo satisfactorias e
invitaran a una mayor cantidad de privilegios. Mientras que nadie se interesaba
por el pueblo llano, solo como fuerza de trabajo o de sostenimiento de las
producciones agrícolas e industriales.
De ahí que el autor
presente al pueblo llano, o tercer estado como un hombre robusto que posee las
cualidades del trabajo y el esfuerzo de los intereses de producción, pero que
se haya encadenado, cual bestia del campo, para evitar que pueda gobernarse a sí
mismo, o a la sociedad, mientras nobles y burgueses pelean por sus propios intereses.
De hecho esas peleas entre las dos clases dominantes no servían para crecer
como nación, e incluso llegando a menguar los intereses de la nación que solo
era sostenida por el esfuerzo y la fatiga del Estado encadenado.
Pero, se pregunta
Sieyés, ¿Qué es una nación? ¿En qué consiste ésta misma nación que los
poderosos se disputan y los empobrecidos deben mantener? Para él es un cuerpo
de personas libres e iguales que se someten bajo unas mismas leyes y son
representados como tales. Pero esa no era la realidad que se estaba dando en la
Francia pre-revolucionaria donde solo ocupaban representación en los Estados
Generales los Nobles y el Alto Clero, quedando reducida la representación del
Tercer Estado a algo residual y sin apenas poder de decisión.
Esto propiciará que
en medio de esa revolución de tinte burgués, acabara el Tercer Estado
reclamando para ellos lo que la burguesía añoraba. Pues siendo ellos un todo
estatal debían ser tratados como el todo y no como una parte más, en la
reclamación de representatividad política. Pero aun así cabe reseñar que una
parte importante del Tercer Estado quedo fuera de estos privilegios que al
final se obtuvieron, las mujeres. Ellas también apoyaron la revolución, e
incluso lucharon por ella, pero tras el triunfo de la misma no consiguieron
ninguno de los privilegios que se reclamaban y que quedaron reservados solo a
los varones. De hecho la revolucionaria Olympe de Gouges, defenderá ante la
Asamblea Nacional Francesa una “Declaración de los Derechos de la Mujer y de la
Ciudadana” que será rechazada por los propios revolucionarios. Pero al fin y al
cabo la historia demuestra que a lo largo de los siglos la política ha dado
revoluciones y contra-revoluciones, de las cuales siempre ha resultado un nuevo
orden social en el que unos gobernaban y otros eran gobernados. En este caso
ganaron los hombres su libertad, su igualdad y su fraternidad, pero obviaron a
la parte femenina del Estado que deberá esperar su revolución un siglo después.
Luego yo concluiría este comentario crítico con la misma pregunta del principio
¿Qué es el Tercer Estado? Todo, y Toda la sociedad política que ha de ser
representada y protegida por la Nación.
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