martes, 10 de octubre de 2017

COMENTARIO EXEGÉTICO A LA PERÍCOPA JN. 1, 1-18.

"En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio junto a Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada Lo que se hizo  en ella era la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron. Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan. Éste vino para un testimonio, para dar  testimonio de la luz, para que todos creyeran por él. No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz. La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre,viniendo a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nacieron de Dios. Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Unigénito,lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y clama: «Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí,porque existía antes que yo.»  Pues de su plenitud hemos recibido todos, y gracia por gracia.  Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha visto jamás: el Hijo Unigénito, que está en el seno del Padre, él lo ha contado." 
(Juan 1, 1-18)
a)    Estudio literario
1.       Delimitación de la perícopa
La perícopa que vamos a analizar es el inicio del Evangelio según San Juan, concretamente aquella parte conocida como el prólogo que enmarca y da comienzo a la obra joánica. Es un himno cristológico que forma una unidad de sentido y, por ello, puede ser estudiado en su conjunto.
Vamos a abarcar los primeros 18 versículos del evangelio, acorde al criterio de su contenido interno. En los que se comprenden verdades de fe fundamentales para el cristianismo, entre otras destacan que el Verbo es Dios (Jn.1,1), su preexistencia (Jn.1,2), que se hizo carne para vivir entre nosotros (Jn.1,14) y que Él es la forma de llegar al Padre (Jn.1,18). Así podremos observar la presentación de lo que posteriormente será el desarrollo del cuarto Evangelio.
Por último, también podemos apreciar, en este himno, la presentación de los protagonistas que recorrerán toda la obra: el Verbo; Dios Padre; Juan el Bautista (como precursor de Jesús); las personas que no conocieron a Cristo y los que sí lo recibieron. Todas ellas van a jugar un papel protagonista a lo largo del evangelio, arrojando luz sobre el misterio de Jesucristo. Es, por tanto, el himno que da comienzo al Evangelio y nos sitúa ante la trama que se irá desarrollando, como en una especie de liturgia inicial.
2.      Contexto
Como ya se ha dejado entrever en el punto anterior, el autor antes de comenzar a relatar la vida, hechos y palabras de Jesús, realiza una introducción contundente que declara que la fe que profesa es en el Verbo encarnado, no en Juan el Bautista (Jn.1,6-8), y que, aunque comenzó su actividad en Israel, al no ser acogido por este pueblo, su Palabra adquirió un carácter universal (Jn.1,11-12). Estas dos ideas van a ser importante para analizar la obra de San Juan, puesto que son el hilo conductor de la experiencia de Jesús que se intenta presentar. De hecho vamos a observar como el evangelio está atravesado de frases del bautista, sus discípulos o el propio Jesús recalcando quien es él y quien es Juan. Para evitar equívocos entre ambas figuras.
El porqué de estas dos sentencias nada más comenzar el Evangelio se explica debido a que el autor escribe para comunidades de gentiles, de ahí que comience indicando los pilares de la fe para evitar dudas o desviaciones, tan frecuentes en todos los tiempos de la Iglesia y más en sus comienzos cuando los dichos de Jesús se iban propagando por diversos lugares y no había todavía un canon que indicase cuáles eran verdaderos y cuáles inventados. Por este motivo veremos que concluye afirmando que la única forma de conocer a Dios Padre, es a través del Hijo Unigénito (Jn.1,18). De esta manera, marca las diferencias con las comunidades que consideraban a Juan el Bautista como Mesías, y también con el judaísmo imperante en su tiempo. Una vez concluidos estos versículos que nos atañen, el himno cristológico, veremos que prosigue el relato con la confesión del Bautista de que Jesús es el Cordero de Dios (Jn.1,29) y el resto de los relatos sobre la vida, obras, signos y palabras de Cristo, que vendrán a corroborar lo postulado en la perícopa que nos ocupa, y que la mayoría de los autores han enmarcado bajo el título del libro de los signos (Jn.1,19-12,50)
3.      Género literario
Poco más se puede añadir, a lo ya descrito, sobre el género literario de la perícopa. Podemos incluirlo dentro de los himnos, donde se desarrolla todo un conjunto de proposiciones fundamentadas que reflejan un espíritu de júbilo, esperanza y adoración al protagonista principal de la obra, el Verbo de Dios.
4.      Dificultades textuales
La mayor dificultad sobre esta perícopa aparece en el v.13, donde encontramos un problema de crítica textual. Gran parte de los manuscritos encontrados recogen la oración en plural; sin embargo, algunos otros la presentan en singular. De esta forma podemos afirmar que la primera opción, y la más seguida por los exegetas en la actualidad, hace referencia a los que han recibido a Cristo y son llamados hijos de Dios, en cambio, la segunda aludiría a Jesús, lo que abogaría por la virginidad y pureza de la virgen María. Cómo podemos ver según la traducción que se adopte, cambiará el sentido teológico de las proposiciones.
También destaca el comienzo del prólogo: “En el principio existía la Palabra” (Jn 1, 1), de tal modo que, con el empleo de este tiempo verbal, da a entender que es preexistente, antes de que el tiempo empezase a ser una realidad, ya estaba el verbo en sí mismo existiendo.
Así mismo es resaltable el término “Verbo” para referirse a Jesús. Sorprende, pero a la vez guarda cierto sentido, pues así comienza del mismo modo que el libro del Génesis, donde la palabra creadora de Dios generaba todas las cosas. Aquí el autor ha querido elevar la categoría de verbo a una Persona concreta, que además dirá es la vida, la luz y el responsable de toda la creación (Jn.1,3). De hecho, el autor juega con esta ambivalencia de la palabra que insinúa a Cristo sin manifestarlo nunca, salvo en el v.17 en el que se refiere en dos ocasiones a Él como el Unigénito de Dios.
Por último señalar que el Verbo, inmaterial, intangible, que se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn.1,14) se convirtió en realidad sensible, pero sobre todo limitada. De ahí que un poco más adelante reconozca que por Él recibimos gracia tras gracia (Jn.1,16) debido a su sacrificio redentor. De esta manera, en esta metáfora sobre el Verbo, hallamos una densidad de significación teológica sorprendente y, hasta cierto punto, inabarcable.
5.      Fuente de la perícopa
En cuanto a la fuente de esta perícopa, basta decir que los autores no se ponen de acuerdo y se ha divisado una enorme diversidad de opiniones al respecto. La más seguida y que apoyarán teólogos como Brown es que se trata de una creación propia del autor joánico que compuso este texto de un himno primitivo al que le ha anexionado dos conjuntos de textos, generando el canto que se nos presenta en la actualidad.
De esta forma, el himno original estaría constituido por los vv. 1-5, 10-12, 14 y 16, y los añadidos tienen un fin explicativo sobre Juan el Bautista (6-9 y 15), sobre los hombres (13) y la mediación imprescindible de Jesucristo (17-18). Lo que no se puede establecer con certeza es si estas adiciones son obra del mismo autor o recogidos por él y unidos al himno primitivo. Tampoco sabemos con certeza la época en la que fueron adjuntados dando como resultado el prólogo actual.
6.      Recursos literarios y estilísticos
Como recursos de estilo propios del autor, podemos observar en este himno que utiliza muchos elementos contrarios pero complementarios entre sí: la luz y las tinieblas; el hombre frente a Dios; nacido de sangre junto al nacido de Dios; detrás y delante; la ley con la gracia/verdad; el ver y el conocer. De este modo genera una perspectiva muy optimista de la vida y de la creación como un lugar de fuerzas contrapuestas y complementarias.
Abunda, por otro lado, el lenguaje metafórico, de gran significación, junto con la constante repetición de términos, como en Dios que aparece en ocho ocasiones, la luz cinco, el Verbo, el mundo y la gracia cuatro veces cada uno. Con estas repeticiones otorga sonoridad al himno, a la vez que favorece que se centren las ideas principales. También contribuye a su vez la concatenación de estructuras (vv. 4 y 5: vida-vida,  luz-luz, tinieblas-tinieblas) que generan el ritmo.
Por último nos encontramos con el uso frecuente de los verbos en pretérito imperfecto que dan la sensación de un pasado inacabado que se prolonga hasta la actualidad, de tal manera que la vida, la luz, la gracia que provenían del Verbo, continúan siéndonos dados en el presente.
7.      Vocabulario significativo
Existe un vocabulario significativo al respecto del evangelio de juan que llama la atención por su singularidad en el uso. Estas palabras que se identifican son: brillar, conocer, contemplar, creer, Dios, en el principio, enviar, existir, gloria, habitar entre nosotros, hacer/hecho, hacerse carne, hijos de Dios, Juan, junto a, ley, lleno de gracia, luz, Moisés, mundo, nacer de Dios, nacer de sangre/de deseo carnal, nombre, recibir, seno, ser, testigo/testimonio, tiniebla, Unigénito, ver, Verbo, verdadero y vida. Son palabras con una alta dosis de significación y que destacan el qué dice el texto.
8.      Estructura
La estructura del prólogo está realizada conforme a los esquemas literarios semitas, especialmente de los sapienciales (Prov.8; Sab.9,9-12). Es un procedimiento llamado de “inclusión semítica,” y que consiste en dividir la exposición del pensamiento de tal manera que haya en el desarrollo y proceso del mismo una semejanza conceptual, aunque por un orden inverso, entre el principio y el fin y los diversos miembros intermedios del pasaje.  Se da como ejemplo el esquema que presenta, a este propósito, Boismard del prólogo de Jn[1]:
a) El Verbo en Dios 1-2 b) Su papel en la creación 3 c) Don a los hombres 4-5 d) Testimonio de J. B. 6-8 e) Venida del Verbo al mundo 9-11
18 El Hijo en el Padre a' 17 Su papel en la recreación b' 16 Don a los hombres c' 15 Testimonio de J. B. d'  14 Encarnación e'
12-13 Por el Verbo encarnado nos hacemos hijos de  Dios 1.
A este procedimiento se añade en ocasiones otro, el “paralelismo,” que consiste aquí en repetir la misma idea en forma un tanto distinta (paralelismo sinónimo) o haciéndola avanzar algún tanto y completándola (paralelismo sintético). Aquí también se utiliza el “encadenamiento semita” tomando por sujeto de una oración, para desarrollarla, lo que era predicado de la oración anterior. Y la parataxis o yuxtaposición de frases.



b)   Estudio teológico
A continuación voy a interpretar brevemente los asuntos teológicos que se pueden ver en esta perícopa. Por un lado trataré los temas teológicos que en ella se encuentran, para después ver una actualización de la perícopa en el uso que de ella hace hoy nuestra Iglesia.
Como temas teológicos, nos encontramos ante la descripción de la historia de la salvación en forma de himno, cuya idea principal es la identificación de la Palabra, preexistente y referida a Jesús, con Dios. Sin embargo, sobre este planteamiento hay muchas dudas, pues sorprende que theos no vaya precedido de artículo, lo que hace pensar que es una divinidad menor que el Padre. Sin embargo, exegetas católicos como Ausejo, sostienen que es por pura humildad del Hijo, que no retuvo ávidamente el ser igual a Dios (Flp 2, 6).
Toda la creación lleva la huella de Dios (Jn 1, 3), pero lo importante es que con la llegada del Mesías, comienza la vida nueva, que será plena y llena de gracia y de luz. Se ha acabado el tiempo del mero cumplimiento, con Jesús se inaugura la era de la verdad. El Padre, una vez más, se ha mantenido fiel y ha cumplido su promesa de mandar a su Cristo, pero el pueblo nuevamente le ha rechazado. Sin embargo, esta vez es diferente, porque el mensaje que trae es de una profundidad insondable, de tal manera que pueden hacerse partícipes de él todas las naciones, porque el Señor nos ha hecho saber que somos hijos suyos. Pero, ¿cómo saber que esto es verdad? Porque el Hijo Unigénito se ha hecho carne para habitar entre nosotros, con todas nuestras limitaciones, para guiarnos hacia la plenitud y dar significado absoluto a la afirmación sobre la humanidad vio Dios que era muy buena (Gn.1,31).
Para Juan, ya estamos en el nuevo tiempo. La Ley ha sido potenciada con la gracia y la verdad. Dios no permanecerá nunca más en la lejanía, sino que su Hijo nos lo ha dado a conocer, permitiéndonos una relación filial. Lo único que se requiere es creer en el nombre de Jesús (Jn.1,12) y recibirlo con humildad y fe.
Por último, si observamos este texto en la actualidad en la Iglesia, vemos que se proclama siempre en la misa del día de Navidad, porque las verdades de fe que recoge, son fundamento de numerosos dogmas, que la religión cristiana defiende, como por ejemplo, que Dios no es unipersonal, sino que Jesús también lo es, y que por medio de Él llegamos al Padre y a alcanzar la plenitud de la gracia y la salvación.
Su enseñanza tanto en aquel entonces como en la actualidad es la misma, del mismo modo que el Verbo se humilló haciéndose carne por nosotros, también las personas debemos con humildad aceptar nuestras limitaciones y acoger la palabra que nos trae Cristo, de tal modo que se genere un cambio en nuestras vidas, una conversión, con la cual llegar a la plenitud de la gracia y vivir en la verdad, que es la gloria de Dios.






·        Bibliografía
-          BARTOLOMÉ, J. J., Cuarto evangelio. Cartas de Juan. Introducción y comentario, CCS, Madrid, 2002
-          BOISMARD, M. E., El prólogo de S. Juan. Fax, Madrid, 1967.
-          BROWN, R. E., El Evangelio según Juan. I-XII. Cristiandad, Madrid, 1979.
-          GARCÍA CORDERO, M. y PÉREZ RODRÍGUEZ, G (coord.),  La Biblia comentada por los profesores de Salamanca. BAC, Salamanca, 1962
-          VV.AA., La Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, Bilbao, 1998.



[1] Boismard, M.E. El prólogo de S. Juan. p.103

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