El documental se puede visualizar en el siguiente enlace: http://www.youtube.com/view_play_list?annotation_id=annotation_648133&feature=iv&p=8C8535B44F23BA29&src_vid=5tKYVqL3aHc
Me
ha llamado mucho la atención que en el documental el historiador Vladimir
Acosta de la televisión venezolana, ataca continuamente a la Iglesia católica,
como un organismo internacional que busca, poco menos, que el control de los
Estados y la entrada en la vida política para fortalecer su poder. Además he de
denunciar el poco respeto con el que trata a la jerarquía eclesiástica,
llegando incluso al insulto a los mismos.
Pero
la catalogación que me ha parecido más risible por parte del programa, y sobre la
cual va a versar mi reflexión, es la de nombrar a la Iglesia partido político,
y denunciar su interés por controlar la política de los estados. Esa aclaración
me parece completamente herrada y carente de justificación real. Ya que si la
Iglesia quisiera ser un partido político, lo primero que buscaría sería crear
líderes religiosos con capacidades de liderazgo que pudieran concurrir a unas
elecciones o que intentaran ocupar altos cargos de los gobiernos nacionales.
Cosa que está más que demostrada que no es así.
La
propia organización de la Iglesia, es la que hace que parezca que se estipula
como un partido político. De esta forma que entienda que se pueda dar pie a
confusiones de tipo metodológico. Por eso voy a explicar el orden jerárquico
que la Iglesia tiene y lo vamos a comparar con el de los partidos políticos
para entender que aspectos son iguales y cuales nos conducen a diferencias
estructurales.
Pero
antes de eso y en primer lugar vamos a acotar lo que significa Iglesia, para
poder circunscribir el elemento a analizar teniendo presente lo que para el
historiador Acosta sería ser miembro del “partido” Iglesia.
La
palabra Iglesia procede del griego Ek-kalein que significa “estar fuera”, en
castellano se traduciría como convocación, llamada a una asamblea. Serían éstas
las asambleas del pueblo de carácter religioso. Las cuales ya se citan en el
libro de los hechos de los apóstoles en el capítulo 19, versículo 39.
Pero
este nombre que se extrae del pasaje del nuevo evangelio citado anteriormente,
es una herencia que desde antiguo ha venido utilizándose para designar esta
asamblea de creyentes en un Dios único que tiene su base en la asamblea del
pueblo de Dios, en la cumbre del monte Sinaí, donde según la Biblia Moisés
recibe las tablas de la Ley (Ex. 19). A partir de ese momento concreto, todos
aquellos que se reúnen para cumplir los designios de Dios y orar en su nombre,
pasan a ser considerados Iglesia, como asamblea de los que están fuera del
mundo y que se apartan para ser convocados al rebaño de Dios.
Como
podemos observar en el propio término de Iglesia comienza una diferenciación
clara con los partidos políticos, los cuales se hallan inmensos en los sistemas
estatales para poder ostentar el poder político. Por el contrario la Iglesia
como tal se halla al margen, está fuera del sistema, porque se aparta del
mundo, de la política, para poder estar más cerca de Dios. Además a diferencia
del partido político, no busca la consecución de un poder terrenal, sino de un
poder espiritual por el cual se alcance la salvación del alma incorpórea. Por
lo tanto el objetivo de la Iglesia no es al corto plazo temporal y espacial
como las corporaciones políticas, sino que su alcance es eterno y universal.
Pues trata de guiar a las almas de las personas hacia Dios y no a los
ciudadanos hacia el correcto funcionamiento político y social.
Por
eso la palabra Iglesia en el sentido cristiano no solo designa las asambleas
litúrgicas (1 Co 11, 18; 14, 19. 28. 34. 35) en las que se constituye para un
momento concreto cristalizándose en un rito, sino que también es una comunidad
local de personas (1 Co 1, 2; 16,1) que al unirse forma la comunidad universal
(1 Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3,6). Por lo tanto cuando se habla de Iglesia se ha
de entender que nos encontramos ante tres vertientes que han de tenerse en
cuenta: la Iglesia como asamblea litúrgica, como comunidad local y como
comunidad universal. Estos tres conceptos están unidos y no pueden entenderse
ni por separado, ni explicarse el uno sin el otro.
Los
partidos políticos por el contrario no gozan de un criterio de universalidad en
su organización, de tal manera que un afiliado a un partido X tendrá diferentes
intereses en la política viviendo en Sevilla que un afiliado al mismo partido
que viva en la Coruña. Sin contar que ni tan siquiera militarían en el mismo partido
un Francés y un colombiano o un chino y un egipcio. Porque la propia
configuración del partido político como elemento para hallar la forma de
gestionar el conflicto social hace que la Iglesia sea un elemento totalmente
diferente de esas expectativas, buscando más bien la unión de la Iglesia en una
sola comunidad, y no creando diferenciaciones entre los individuos de la
sociedad.
En
cuanto a la organización eclesiástica, a la que al principio me refería, y que
puede dar indicio a que es lo que hace igualar la Iglesia como partido
político, vamos a observar de que manera se estipulan los organismos
eclesiásticos para comprender porque no es un partido político.
En
la Iglesia existen dos grupos que la forman: por un lado los laicos y por otro
el clero. Los laicos son aquellos miembros que no han recibido un ministerio
sagrado y el clero es aquel que ha recibido el sacramento del orden. Cabe
señalar que la Iglesia se encuentra formada por todos aquellos que han recibido
el sacramento del bautismo, como rito de iniciación a la vida cristiana. Al
igual que Jesús hiciera en el río Jordán justo antes de comenzar su vida
pública (Mt 3, 13-17). Los cristianos pasan a ser considerados como tales
cuando son bautizados, por eso no puede un bautizado abandonar su condición de
cristiano, ya que para la Iglesia, los sacramentos son irrevocables, aunque el
propio bautizado apostate de su fe, sigue perteneciendo al grupo de los
cristianos ya que la doctrina cristiana no permite apartar de la Iglesia al que
ya ha sido admitido en ella. Aunque si se le pueden negar ciertos sacramentos
como la comunión.
Por
lo tanto un miembro de la Iglesia no puede ser apartado de esta, al contrario
que los partidos políticos en los que existe la expulsión y/o abandono de las
filas como afiliado. Lo cual nos muestra que el vínculo existente entre
individuo e Iglesia es mucho más fuerte que el que pudiera existir entre
individuo y grupo o partido político.
Una
vez que te encuentras como miembro de la Iglesia, el siguiente paso sería ver
el orden existente en el interior y en el que al principio se comentó que era
el motivo por el que se puede llegar a pensar que la Iglesia actúe como un
partido político. Pero ya adelanto que si bien la estructura de los partidos es
un orden piramidal en el que los líderes se hallan en la cúspide representados
en la figura del presidente o secretario del grupo, siendo este el afiliado con
mayor poder en la organización. En la Iglesia el orden se asemejaría al de una
pirámide invertida.
En
esta pirámide invertida el líder supremo, que sería el Papa, estaría situado en
el punto más bajo de esta pirámide, siendo el servidor de toda la Iglesia, a la
vez que el guía de la organización. Pero es un Guía que sienta sus bases en el
servicio al resto de la Iglesia, y no como un líder que se halla en la cúspide
de la organización, sino como un servidor que se encuentra en el servicio
atento a todos los que forman la estructura eclesiástica.
Subiendo
esta organización encontramos los cardenales, siendo designados estos como
príncipes de la Iglesia. Los cuales son miembros del colegio cardenalicio y
electores del Papado. Además dirigen las decisiones de la Iglesia y son los
miembros de los órganos colegiados de la Iglesia. La designación de los
cardenales corresponde al romano pontífice que une a estos miembros a la
jerarquía eclesiástica con una proclamación pública basada en sus buenas
costumbres, sus vidas santas y su servicio a la comunidad cristiana.
En
el siguiente escalafón se encuentra las obispos y arzobispos, los cuales son
los encargados de dirigir y administrar las provincias cristianas. Son los
máximos responsables de la fe en sus respectivos lugares de acción pastoral.
Además de ser cabezas de las Iglesias locales. Éstos dirigen y ordenan al clero
de las diferentes diócesis y archidiócesis que se hallan a su cargo. Para lo
cual ya se resuelve el siguiente grupo que es el del clero regular, que
administra las parroquias y sirve los sacramentos en aquellos pueblos, barrios
o ciudades en los que tiene asegurada su labor pastoral.
Por
último en la cúspide de la pirámide, siendo el lado más largo y ancho de todos,
se encuentra el Pueblo, que es el que recibe la labor de los anteriores y tiene
como misión alcanzar el amor de Dios por medio de la administración sacramental
y dirección espiritual de los anteriores.
Al
explicar la forma de organización de la Iglesia, surge en el individuo la irresistible
condición humana de pensar que la Iglesia en realidad, aunque lo explicado es
la regulación dígase jurídica del derecho canónigo, se trata de una
organización piramidal o estructurada jerárquicamente como un partido político
en el que el Papa sería el secretario general o presidente, los cardenales los
miembros de su ejecutiva y los obispos los presidentes territoriales, esto es
completamente falso, ya que la vinculación de cada uno con su cargo o puesto
desempeñado corresponde a una vinculación o cercanía con la Divinidad que hace
que ningún ser humano, ni tan siquiera el Papa, pueda retirarles su condición
ya adquirida. Al contrario que un partido político que con la mera actitud de
un superior inmediato se podría abandonar el orden jerárquico.
Otro
de los aspectos a destacar en la visualización del documental es que el
historiador venezolano acusa a la Iglesia de ser un partido político en el que se
“afilia” a los niños desde el bautismo sin uso de razón, y esto no es del todo
cierto ya que desde el bautismo, que son los padres los que se lo administran
al niño, vienen una serie de sacramentos posteriores que van unidos a la
madurez del ser humano y que son los que definitivamente van configurando la
estancia y vinculación del individuo con la Iglesia. En este sentido existe la
confirmación del cristiano en la que el individuo, con uso de razón, declara
que quiere pertenecer a la Iglesia y se reafirma de su condición de cristiano.
Este sacramento permite a la Iglesia comprobar públicamente que la mayoría de
los bautizados continúan su camino en la fe.
También
es destacable del video la definición del catecismo como “programa electoral”
de la Iglesia, cosa absurda esta, ya que los programas electorales son
flexibles y suelen actualizarse según el momento histórico y la conciencia
política del momento para poder obtener la confianza del pueblo y de esta forma
acceder al gobierno y ganar las elecciones. Sin embargo, en la Iglesia el
Catecismo marca las bases de la doctrina cristiana y está compuesto de valores
inalterables e inamovibles. No se altera su constitución y no se cambian sus
fundamentos, y mucho menos se adaptan a las condiciones de la sociedad para
ganar elecciones.
En
cuanto a la evolución histórica que se realiza de la Iglesia, hay que tener en
cuenta que es un análisis histórico que carece de fundamentos ciertos y que se
realiza desde una visión fatídica del papel de la Iglesia en la evolución
histórica desde el nacimiento de la Iglesia. No se puede afirmar que el
catolicismo, como afirmó el señor Acosta, nazca de una disidencia judía, ya que
la religión Judía aún hoy en día espera la venida de Dios sobre la tierra, y la
Iglesia asegura que esa llegada se produjo con el Cristo, Jesús de Nazaret. Por
tanto no hay una disidencia en el origen del catolicismo, sino la afirmación de
inicio en una premisa diferente al judaísmo. Cierto es que los primeros
seguidores de Cristo eran judíos, pero también es verdad que ya en vida de los
primeros discípulos existe la disputa entre San Pedro (Judío) y San Pablo
(Romano) sobre ciertas prácticas de judío y no judíos en el seno de la Iglesia
naciente (Ga 48, 2:11- 2:21). Por lo tanto ya en el principio de la
organización nos encontramos con seguidores judíos y no judíos, por lo tanto no
es una disidencia de la anterior sino una nueva concepción misma de la
religión.
Otro
de los aspectos que han quedado a la deriva en el video es que se han obviado
las dos ideas fundamentales que nadan de la propia Iglesia, me refiero a que
solo se han tomado ciertas personalidades de la Iglesia, obviando la labor de
otras muchas personas que perteneciendo a la Iglesia, han actuado de forma
diferente a los referidos en el video. En este sentido cabe señalar que el
profesor Acosta acusa a la Iglesia de ser partícipe del dominio colonial en
América a través del fuego y la espada, no citando de ningún modo la
contribución de la Iglesia en la creación de hospitales, colegios, orfanatos,
etc. en América, así como la creación de conciencia respetuosa de las
comunidades indígenas que se implementa gracias a la acción de personalidades
de la vida religiosa, como Fray Bartolomé de las Casas.
En
cuanto a la ideología de la Iglesia, podría decirse que no existe en sí, no
podemos afirmar que la Iglesia sea de derechas o de izquierda, sino que ésta es
una parte de la sociedad que esta compuesta de individuos de diferentes
ideologías pero que no prevalece ninguna sobre la otra. Por eso no se pueden
seguir las palabras del historiador cuando afirma de manera tajante que la
Iglesia realiza políticas de derecha, y que los gobernantes de derecha son
miembros de la Iglesia católica. Esto es una falacia, ya que dentro de las
muchas corrientes de pensamiento que se engloban en los denominados grupos de
derecha existe una gran cantidad de ateos y agnósticos, que incluso llegan a
repudiar el sentido mismo de la palabra Iglesia, por tanto no todos los
gobernantes de derecha son de la Iglesia, ni la Iglesia piensa como los
gobernantes de derecha.
De
igual modo afirmar como lo realiza Acosta, que cuando la política de la Iglesia
se asemeja a la Izquierda, en realidad nos encontramos ante una política de
derecha escondida, sería disponer que la obra social de la Iglesia y su
conciencia social, puesta ya de relieve en la encíclica “rerum novarum”, está
siendo en realidad política de derecha. Afirmar esto es un insulto para todos
aquellos miembros de la Iglesia que por amor se ponen al servicio de los demás,
como pueden ser misioneros, voluntarios de cáritas o cualquier cristiano que
desde manos unidas lleva comida, alimento o medicinas a los más necesitados de
la sociedad mundial. Por tanto no se pude afirmar, como lo hace el documental,
que la Iglesia se oponga a la solidaridad política, cuando históricamente ya
realizaba estas acciones, antes incluso de que el Estado tomara conciencia de
ello.
Otro
aspecto de la Iglesia es como dentro de la misma nacen, diferentes corrientes
de pensamiento y formas de actuar, teniendo todas ellas los mismos principios
básicos. De esta manera han proliferado dentro de la organización eclesial las
llamadas comunidades o grupos religiosos. Estas comunidades se diferencian unas
de otras por su forma de vivir el evangelio y sus carismas propios, pero sin
abandonar el orden eclesiástico ni la estructura de la Iglesia. Por ello, llama
la atención que el autor resuma a la mayoría de estas confesiones de la Iglesia
Católica a la organización del Opus Dei, a la que llega a acusar de mafiosa y
sectaria, ya que no es la única, ni se puede pasar a catalogarla como
“siniestra”. Cuando si observamos los datos e información de las comunidades
religiosas podemos desde un ordenador obtener todo tipo de información sobre
estas a través de internet sin que se realicen acciones a escondida o sin el
amparo de la autoridad eclesiástica.
En
cuanto a la implicación de la Iglesia en asuntos políticos, cabe señalar que si
bien se ha obtenido en la mayoría de países en el mundo, una separación más o
menos clara de las relaciones Iglesia-Estado, cierto es en primer lugar que la
Iglesia como actor social, con intereses en la sociedad, se encuentra en su
libertad de poder interactuar con la política como cualquier otra organización
que se halle en un Estado; y en segundo lugar, la Iglesia expresa opiniones y
publica actitudes dirigidas a los cristianos y no a todo el conjunto de la
sociedad. En este sentido las opiniones del clero no deberían de ser objeto de
disputa entre otros sectores de la sociedad ya que si no se cristalizan en
acciones concretas o van dirigidas a políticos, las opiniones de la Iglesia van
dirigidas a la Iglesia.
Pero
no se puede negar que la implicación política de la Iglesia, en cuanto que a
organización que erradica en varios países del mundo, debe tenerse en cuenta a
la hora de elaborar políticas en las que esté directa o indirectamente
entroncada la estructura de la comunidad cristiana. En este sentido la Iglesia
aboga por la libertad religiosa, para que cualquier comunidad religiosa, no
solo católica, pueda tener voz a la hora de actuar en política, pero que se
respeten las opiniones públicamente expuestas por la propia Iglesia Católica.
En
este sentido se pueden observar las propuestas de la Iglesia para las
relaciones Iglesia-Estado en los países por medio de las palabras de Benedicto
XVI: <<El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión
individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es
ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una
contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la
convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones
propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece
bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras>>.
(28/3/2012)
Como bien indica el Papa, la libertad
religiosa ha de imperar, porque cuando el historiador Acosta afirma que la
Iglesia no debe inmiscuirse en asunto políticos, está obviando que la Iglesia
se compone de ciudadanos que a la vez son miembros de la Iglesia y del estado,
por tanto la importancia de la opinión de la Iglesia en la política ha de ser
fundamental para no obviar la opinión de estos ciudadanos.
Opinión que por otro lado debe ser
formada y cultivada en un ambiente de libertad de conciencia y religiosa, así
como formada dentro de unos valores de derechos humanos y democráticos. La
libertad que la Iglesia impera a la hora de querer llevar adelante acciones de
acuerdo con los Estados no pasa por querer obtener más privilegios que el
resto, sino que busca defender la posición de sus seguidores y la libertad para
poder hacer su misión en el mundo de manera más eficaz. En este sentido Benedicto
XVI ha afirmado: <> (28/3/2012)
Como
hemos visto a través de este documento la Iglesia no puede ser definida como un
partido político, ya que no reúne los requisitos para ser tal, ni tan siquiera
actúa de igual forma que las organizaciones políticas. Sino que en la
actualidad la Iglesia es “una realidad moral de la parte de la libertad
religiosa” (Benedicto XVI). No es un partido político, aunque interactúe en
política, sino que es el fruto de una libertad de conciencia en la que sus
seguidores son a la vez ciudadanos y que existe para llevar a cabo las acciones
para las que fue creada de manos del mismo Jesús de Nazaret, hace ya dos mil
años.
Bibliografía:
- BENEDICTO XVI: Homilía en la misa de la Plaza de la revolución en La Habana. Cuba, 28 de marzo de 2012.
- COPE: “La iglesia no es un poder político, sino una realidad moral de la parte de la libertad” 24/3/2012 Recurso Web: (http://www.cope.es/religion/24-03-12--la-iglesia-no-es-un-poder-politico-sino-una-realidad-moral-de-la-parte-de-la-libertad-282820-1)
- GIL DELGADO, Francisco: conflicto Iglesia-Estado. Sedmay ediciones, 1975
- LOMBARDÍA, Pedro: Parte general de derecho canónigo, 2005
- PRINCE, Alejandro: Iglesia-Estado. Instituto internacional de investigaciones interdisciplinarias, 1994
- RATZINGER, Joseph y SCHÖNBORN, Christoph: Introducción al catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad Nueva, 1995
- SANTA BIBLIA. Versión Reina Valera, 1957
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