domingo, 19 de agosto de 2012

Comentario al documental: “Religión, Iglesia, Estado y política”



Me ha llamado mucho la atención que en el documental el historiador Vladimir Acosta de la televisión venezolana, ataca continuamente a la Iglesia católica, como un organismo internacional que busca, poco menos, que el control de los Estados y la entrada en la vida política para fortalecer su poder. Además he de denunciar el poco respeto con el que trata a la jerarquía eclesiástica, llegando incluso al insulto a los mismos.

Pero la catalogación que me ha parecido más risible por parte del programa, y sobre la cual va a versar mi reflexión, es la de nombrar a la Iglesia partido político, y denunciar su interés por controlar la política de los estados. Esa aclaración me parece completamente herrada y carente de justificación real. Ya que si la Iglesia quisiera ser un partido político, lo primero que buscaría sería crear líderes religiosos con capacidades de liderazgo que pudieran concurrir a unas elecciones o que intentaran ocupar altos cargos de los gobiernos nacionales. Cosa que está más que demostrada que no es así.

La propia organización de la Iglesia, es la que hace que parezca que se estipula como un partido político. De esta forma que entienda que se pueda dar pie a confusiones de tipo metodológico. Por eso voy a explicar el orden jerárquico que la Iglesia tiene y lo vamos a comparar con el de los partidos políticos para entender que aspectos son iguales y cuales nos conducen a diferencias estructurales.

Pero antes de eso y en primer lugar vamos a acotar lo que significa Iglesia, para poder circunscribir el elemento a analizar teniendo presente lo que para el historiador Acosta sería ser miembro del “partido” Iglesia.

La palabra Iglesia procede del griego Ek-kalein que significa “estar fuera”, en castellano se traduciría como convocación, llamada a una asamblea. Serían éstas las asambleas del pueblo de carácter religioso. Las cuales ya se citan en el libro de los hechos de los apóstoles en el capítulo 19, versículo 39.

Pero este nombre que se extrae del pasaje del nuevo evangelio citado anteriormente, es una herencia que desde antiguo ha venido utilizándose para designar esta asamblea de creyentes en un Dios único que tiene su base en la asamblea del pueblo de Dios, en la cumbre del monte Sinaí, donde según la Biblia Moisés recibe las tablas de la Ley (Ex. 19). A partir de ese momento concreto, todos aquellos que se reúnen para cumplir los designios de Dios y orar en su nombre, pasan a ser considerados Iglesia, como asamblea de los que están fuera del mundo y que se apartan para ser convocados al rebaño de Dios.

Como podemos observar en el propio término de Iglesia comienza una diferenciación clara con los partidos políticos, los cuales se hallan inmensos en los sistemas estatales para poder ostentar el poder político. Por el contrario la Iglesia como tal se halla al margen, está fuera del sistema, porque se aparta del mundo, de la política, para poder estar más cerca de Dios. Además a diferencia del partido político, no busca la consecución de un poder terrenal, sino de un poder espiritual por el cual se alcance la salvación del alma incorpórea. Por lo tanto el objetivo de la Iglesia no es al corto plazo temporal y espacial como las corporaciones políticas, sino que su alcance es eterno y universal. Pues trata de guiar a las almas de las personas hacia Dios y no a los ciudadanos hacia el correcto funcionamiento político y social.

Por eso la palabra Iglesia en el sentido cristiano no solo designa las asambleas litúrgicas (1 Co 11, 18; 14, 19. 28. 34. 35) en las que se constituye para un momento concreto cristalizándose en un rito, sino que también es una comunidad local de personas (1 Co 1, 2; 16,1) que al unirse forma la comunidad universal (1 Co 15, 9; Ga 1, 13; Flp 3,6). Por lo tanto cuando se habla de Iglesia se ha de entender que nos encontramos ante tres vertientes que han de tenerse en cuenta: la Iglesia como asamblea litúrgica, como comunidad local y como comunidad universal. Estos tres conceptos están unidos y no pueden entenderse ni por separado, ni explicarse el uno sin el otro.

Los partidos políticos por el contrario no gozan de un criterio de universalidad en su organización, de tal manera que un afiliado a un partido X tendrá diferentes intereses en la política viviendo en Sevilla que un afiliado al mismo partido que viva en la Coruña. Sin contar que ni tan siquiera militarían en el mismo partido un Francés y un colombiano o un chino y un egipcio. Porque la propia configuración del partido político como elemento para hallar la forma de gestionar el conflicto social hace que la Iglesia sea un elemento totalmente diferente de esas expectativas, buscando más bien la unión de la Iglesia en una sola comunidad, y no creando diferenciaciones entre los individuos de la sociedad.

En cuanto a la organización eclesiástica, a la que al principio me refería, y que puede dar indicio a que es lo que hace igualar la Iglesia como partido político, vamos a observar de que manera se estipulan los organismos eclesiásticos para comprender porque no es un partido político.

En la Iglesia existen dos grupos que la forman: por un lado los laicos y por otro el clero. Los laicos son aquellos miembros que no han recibido un ministerio sagrado y el clero es aquel que ha recibido el sacramento del orden. Cabe señalar que la Iglesia se encuentra formada por todos aquellos que han recibido el sacramento del bautismo, como rito de iniciación a la vida cristiana. Al igual que Jesús hiciera en el río Jordán justo antes de comenzar su vida pública (Mt 3, 13-17). Los cristianos pasan a ser considerados como tales cuando son bautizados, por eso no puede un bautizado abandonar su condición de cristiano, ya que para la Iglesia, los sacramentos son irrevocables, aunque el propio bautizado apostate de su fe, sigue perteneciendo al grupo de los cristianos ya que la doctrina cristiana no permite apartar de la Iglesia al que ya ha sido admitido en ella. Aunque si se le pueden negar ciertos sacramentos como la comunión.

Por lo tanto un miembro de la Iglesia no puede ser apartado de esta, al contrario que los partidos políticos en los que existe la expulsión y/o abandono de las filas como afiliado. Lo cual nos muestra que el vínculo existente entre individuo e Iglesia es mucho más fuerte que el que pudiera existir entre individuo y grupo o partido político.

Una vez que te encuentras como miembro de la Iglesia, el siguiente paso sería ver el orden existente en el interior y en el que al principio se comentó que era el motivo por el que se puede llegar a pensar que la Iglesia actúe como un partido político. Pero ya adelanto que si bien la estructura de los partidos es un orden piramidal en el que los líderes se hallan en la cúspide representados en la figura del presidente o secretario del grupo, siendo este el afiliado con mayor poder en la organización. En la Iglesia el orden se asemejaría al de una pirámide invertida.
En esta pirámide invertida el líder supremo, que sería el Papa, estaría situado en el punto más bajo de esta pirámide, siendo el servidor de toda la Iglesia, a la vez que el guía de la organización. Pero es un Guía que sienta sus bases en el servicio al resto de la Iglesia, y no como un líder que se halla en la cúspide de la organización, sino como un servidor que se encuentra en el servicio atento a todos los que forman la estructura eclesiástica.

Subiendo esta organización encontramos los cardenales, siendo designados estos como príncipes de la Iglesia. Los cuales son miembros del colegio cardenalicio y electores del Papado. Además dirigen las decisiones de la Iglesia y son los miembros de los órganos colegiados de la Iglesia. La designación de los cardenales corresponde al romano pontífice que une a estos miembros a la jerarquía eclesiástica con una proclamación pública basada en sus buenas costumbres, sus vidas santas y su servicio a la comunidad cristiana.

En el siguiente escalafón se encuentra las obispos y arzobispos, los cuales son los encargados de dirigir y administrar las provincias cristianas. Son los máximos responsables de la fe en sus respectivos lugares de acción pastoral. Además de ser cabezas de las Iglesias locales. Éstos dirigen y ordenan al clero de las diferentes diócesis y archidiócesis que se hallan a su cargo. Para lo cual ya se resuelve el siguiente grupo que es el del clero regular, que administra las parroquias y sirve los sacramentos en aquellos pueblos, barrios o ciudades en los que tiene asegurada su labor pastoral.

Por último en la cúspide de la pirámide, siendo el lado más largo y ancho de todos, se encuentra el Pueblo, que es el que recibe la labor de los anteriores y tiene como misión alcanzar el amor de Dios por medio de la administración sacramental y dirección espiritual de los anteriores.
Al explicar la forma de organización de la Iglesia, surge en el individuo la irresistible condición humana de pensar que la Iglesia en realidad, aunque lo explicado es la regulación dígase jurídica del derecho canónigo, se trata de una organización piramidal o estructurada jerárquicamente como un partido político en el que el Papa sería el secretario general o presidente, los cardenales los miembros de su ejecutiva y los obispos los presidentes territoriales, esto es completamente falso, ya que la vinculación de cada uno con su cargo o puesto desempeñado corresponde a una vinculación o cercanía con la Divinidad que hace que ningún ser humano, ni tan siquiera el Papa, pueda retirarles su condición ya adquirida. Al contrario que un partido político que con la mera actitud de un superior inmediato se podría abandonar el orden jerárquico.

Otro de los aspectos a destacar en la visualización del documental es que el historiador venezolano acusa a la Iglesia de ser un partido político en el que se “afilia” a los niños desde el bautismo sin uso de razón, y esto no es del todo cierto ya que desde el bautismo, que son los padres los que se lo administran al niño, vienen una serie de sacramentos posteriores que van unidos a la madurez del ser humano y que son los que definitivamente van configurando la estancia y vinculación del individuo con la Iglesia. En este sentido existe la confirmación del cristiano en la que el individuo, con uso de razón, declara que quiere pertenecer a la Iglesia y se reafirma de su condición de cristiano. Este sacramento permite a la Iglesia comprobar públicamente que la mayoría de los bautizados continúan su camino en la fe.

También es destacable del video la definición del catecismo como “programa electoral” de la Iglesia, cosa absurda esta, ya que los programas electorales son flexibles y suelen actualizarse según el momento histórico y la conciencia política del momento para poder obtener la confianza del pueblo y de esta forma acceder al gobierno y ganar las elecciones. Sin embargo, en la Iglesia el Catecismo marca las bases de la doctrina cristiana y está compuesto de valores inalterables e inamovibles. No se altera su constitución y no se cambian sus fundamentos, y mucho menos se adaptan a las condiciones de la sociedad para ganar elecciones.

En cuanto a la evolución histórica que se realiza de la Iglesia, hay que tener en cuenta que es un análisis histórico que carece de fundamentos ciertos y que se realiza desde una visión fatídica del papel de la Iglesia en la evolución histórica desde el nacimiento de la Iglesia. No se puede afirmar que el catolicismo, como afirmó el señor Acosta, nazca de una disidencia judía, ya que la religión Judía aún hoy en día espera la venida de Dios sobre la tierra, y la Iglesia asegura que esa llegada se produjo con el Cristo, Jesús de Nazaret. Por tanto no hay una disidencia en el origen del catolicismo, sino la afirmación de inicio en una premisa diferente al judaísmo. Cierto es que los primeros seguidores de Cristo eran judíos, pero también es verdad que ya en vida de los primeros discípulos existe la disputa entre San Pedro (Judío) y San Pablo (Romano) sobre ciertas prácticas de judío y no judíos en el seno de la Iglesia naciente (Ga 48, 2:11- 2:21). Por lo tanto ya en el principio de la organización nos encontramos con seguidores judíos y no judíos, por lo tanto no es una disidencia de la anterior sino una nueva concepción misma de la religión.

Otro de los aspectos que han quedado a la deriva en el video es que se han obviado las dos ideas fundamentales que nadan de la propia Iglesia, me refiero a que solo se han tomado ciertas personalidades de la Iglesia, obviando la labor de otras muchas personas que perteneciendo a la Iglesia, han actuado de forma diferente a los referidos en el video. En este sentido cabe señalar que el profesor Acosta acusa a la Iglesia de ser partícipe del dominio colonial en América a través del fuego y la espada, no citando de ningún modo la contribución de la Iglesia en la creación de hospitales, colegios, orfanatos, etc. en América, así como la creación de conciencia respetuosa de las comunidades indígenas que se implementa gracias a la acción de personalidades de la vida religiosa, como Fray Bartolomé de las Casas.

En cuanto a la ideología de la Iglesia, podría decirse que no existe en sí, no podemos afirmar que la Iglesia sea de derechas o de izquierda, sino que ésta es una parte de la sociedad que esta compuesta de individuos de diferentes ideologías pero que no prevalece ninguna sobre la otra. Por eso no se pueden seguir las palabras del historiador cuando afirma de manera tajante que la Iglesia realiza políticas de derecha, y que los gobernantes de derecha son miembros de la Iglesia católica. Esto es una falacia, ya que dentro de las muchas corrientes de pensamiento que se engloban en los denominados grupos de derecha existe una gran cantidad de ateos y agnósticos, que incluso llegan a repudiar el sentido mismo de la palabra Iglesia, por tanto no todos los gobernantes de derecha son de la Iglesia, ni la Iglesia piensa como los gobernantes de derecha.
De igual modo afirmar como lo realiza Acosta, que cuando la política de la Iglesia se asemeja a la Izquierda, en realidad nos encontramos ante una política de derecha escondida, sería disponer que la obra social de la Iglesia y su conciencia social, puesta ya de relieve en la encíclica “rerum novarum”, está siendo en realidad política de derecha. Afirmar esto es un insulto para todos aquellos miembros de la Iglesia que por amor se ponen al servicio de los demás, como pueden ser misioneros, voluntarios de cáritas o cualquier cristiano que desde manos unidas lleva comida, alimento o medicinas a los más necesitados de la sociedad mundial. Por tanto no se pude afirmar, como lo hace el documental, que la Iglesia se oponga a la solidaridad política, cuando históricamente ya realizaba estas acciones, antes incluso de que el Estado tomara conciencia de ello.

Otro aspecto de la Iglesia es como dentro de la misma nacen, diferentes corrientes de pensamiento y formas de actuar, teniendo todas ellas los mismos principios básicos. De esta manera han proliferado dentro de la organización eclesial las llamadas comunidades o grupos religiosos. Estas comunidades se diferencian unas de otras por su forma de vivir el evangelio y sus carismas propios, pero sin abandonar el orden eclesiástico ni la estructura de la Iglesia. Por ello, llama la atención que el autor resuma a la mayoría de estas confesiones de la Iglesia Católica a la organización del Opus Dei, a la que llega a acusar de mafiosa y sectaria, ya que no es la única, ni se puede pasar a catalogarla como “siniestra”. Cuando si observamos los datos e información de las comunidades religiosas podemos desde un ordenador obtener todo tipo de información sobre estas a través de internet sin que se realicen acciones a escondida o sin el amparo de la autoridad eclesiástica.

En cuanto a la implicación de la Iglesia en asuntos políticos, cabe señalar que si bien se ha obtenido en la mayoría de países en el mundo, una separación más o menos clara de las relaciones Iglesia-Estado, cierto es en primer lugar que la Iglesia como actor social, con intereses en la sociedad, se encuentra en su libertad de poder interactuar con la política como cualquier otra organización que se halle en un Estado; y en segundo lugar, la Iglesia expresa opiniones y publica actitudes dirigidas a los cristianos y no a todo el conjunto de la sociedad. En este sentido las opiniones del clero no deberían de ser objeto de disputa entre otros sectores de la sociedad ya que si no se cristalizan en acciones concretas o van dirigidas a políticos, las opiniones de la Iglesia van dirigidas a la Iglesia.

Pero no se puede negar que la implicación política de la Iglesia, en cuanto que a organización que erradica en varios países del mundo, debe tenerse en cuenta a la hora de elaborar políticas en las que esté directa o indirectamente entroncada la estructura de la comunidad cristiana. En este sentido la Iglesia aboga por la libertad religiosa, para que cualquier comunidad religiosa, no solo católica, pueda tener voz a la hora de actuar en política, pero que se respeten las opiniones públicamente expuestas por la propia Iglesia Católica.

En este sentido se pueden observar las propuestas de la Iglesia para las relaciones Iglesia-Estado en los países por medio de las palabras de Benedicto XVI: <<El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico, al mismo tiempo que establece bases firmes para afianzar los derechos de las generaciones futuras>>. (28/3/2012)

Como bien indica el Papa, la libertad religiosa ha de imperar, porque cuando el historiador Acosta afirma que la Iglesia no debe inmiscuirse en asunto políticos, está obviando que la Iglesia se compone de ciudadanos que a la vez son miembros de la Iglesia y del estado, por tanto la importancia de la opinión de la Iglesia en la política ha de ser fundamental para no obviar la opinión de estos ciudadanos.

Opinión que por otro lado debe ser formada y cultivada en un ambiente de libertad de conciencia y religiosa, así como formada dentro de unos valores de derechos humanos y democráticos. La libertad que la Iglesia impera a la hora de querer llevar adelante acciones de acuerdo con los Estados no pasa por querer obtener más privilegios que el resto, sino que busca defender la posición de sus seguidores y la libertad para poder hacer su misión en el mundo de manera más eficaz. En este sentido Benedicto XVI ha afirmado: <> (28/3/2012)

Como hemos visto a través de este documento la Iglesia no puede ser definida como un partido político, ya que no reúne los requisitos para ser tal, ni tan siquiera actúa de igual forma que las organizaciones políticas. Sino que en la actualidad la Iglesia es “una realidad moral de la parte de la libertad religiosa” (Benedicto XVI). No es un partido político, aunque interactúe en política, sino que es el fruto de una libertad de conciencia en la que sus seguidores son a la vez ciudadanos y que existe para llevar a cabo las acciones para las que fue creada de manos del mismo Jesús de Nazaret, hace ya dos mil años.

Bibliografía:
  • BENEDICTO XVI: Homilía en la misa de la Plaza de la revolución en La Habana.  Cuba, 28 de marzo de 2012.
  • COPE: “La iglesia no es un poder político, sino una realidad moral de la parte de la libertad” 24/3/2012 Recurso Web: (http://www.cope.es/religion/24-03-12--la-iglesia-no-es-un-poder-politico-sino-una-realidad-moral-de-la-parte-de-la-libertad-282820-1)
  • GIL DELGADO, Francisco: conflicto Iglesia-Estado. Sedmay ediciones, 1975
  •  LOMBARDÍA, Pedro:  Parte general de derecho canónigo, 2005
  • PRINCE, Alejandro: Iglesia-Estado. Instituto internacional de investigaciones interdisciplinarias, 1994
  • RATZINGER, Joseph y SCHÖNBORN, Christoph: Introducción al catecismo de la Iglesia Católica. Ciudad Nueva, 1995
  • SANTA BIBLIA. Versión Reina Valera, 1957

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