1- La fe y el símbolo
En el presente texto nos encontramos
con una monografía, en la que el obispo de Hipona va a desgranar las claves más
básicas de lo que es la fe y como ésta se contiene en el símbolo.
El propio san Agustín dará testimonio
sobre esta obra en la que recalcará de la misma, que al hablar de la
resurrección del cuerpo, no se refiere a la carne ni a la sangre de los
hombres, sino al cuerpo completo y total, así como especifica que la mutación
de los cuerpos terrestres en cuerpos celestes, serán las dos claves más
importantes de este escrito que san Agustín va a apuntar como notas importantes
del símbolo, pero que no lo desarrolla en el presente trabajo, sino en el libro
último de su “ciudad de Dios”.
El motivo que esgrime el obispo de
Hipona para hacer este estudio es el de recalcar que la fe se profesa de
corazón y de palabras. Esta forma de presentar y creer el símbolo hace que
sirva de ejemplo y enseñanza, tanto para el propio creyente como para convertir
a la fe y adaptarla a cada cual. También es una forma de comprender la fe
frente a los herejes que la manipulan.
Entrando en el contenido del propio
texto, san Agustín irá desgranando cada artículo del símbolo para entender en
qué se cree:
En el primer artículo nos encontramos
con la afirmación “Dios Padre Todopoderoso”: Esto significa que Dios crea de la
nada (creatio ex nihilo) por este motivo es omnipotente. Esto se afirma frente
a los que afirman a un Dios artesano que tan solo modela, da forma, a una
materia preexistente. De ser así, y aunque no se afirmara, se estaría negando
la omnipotencia de Dios.
Todas las cosas son formadas pero también
son formables, desde Dios, es decir, Dios no solo las ha creado sino que les da
su impronta. Pues de él procede toda belleza perfecta e inmutable, a la que
aspira toda la creación. No hay, por tanto, ninguna creatura no creada por el
Omnipotente.
El segundo artículo del símbolo afirma
la fe en “el Verbo como Hijo de Dios”: todo lo que se afirma que ha sido
creado, se ha hecho por medio de la Palabra de Dios (verbo). Nuestro Señor
Jesucristo que es la Palabra, es la Verdad, el Poder y la Sabiduría de Dios.
Aunque muchos son los calificativos que se le puede dar a Jesús, estas notas
son las que más apuntan a su ser Hijo y Palabra.
Una Palabra que es inmutable, no como
la de los hombres que es cambiante y temporal. La de Dios revela desde el Hijo
lo que es el Padre, por tanto ha de ser cierta y eterna.
El hombre produce palabras, pero solo
Dios es capaz de engendrarla. No utiliza un cuerpo preexistente como lo hacemos
nosotros, sino que se engendra a sí mismo tal cual es. Nosotros cuando decimos
la Verdad comunicamos nuestra propia intimidad a los demás, pero Dios es
siempre intimidad comunicada. Siempre en Verdad, pues como todopoderoso no
puede engañar ni mentir.
El tercer artículo afirma que “Dios
crea todas las cosas por medio de la Palabra. La Palabra es igual al Padre”:
Esto significa que el Hijo es engendrado, no creado y por tanto no es inferior
al Padre.
San Agustín, apunta que no se debe usar
el verbo crear porque en latín no
genera problema, pero en el griego genera confusión. De manera que el verbo que
se le debe aplicar al Padre es el de producir.
El Hijo es consustancial al Padre, es
Dios de Dios, Luz de Luz. Por tanto, nada es contrario a Dios porque él “es”
(como afirmó desde la Zarza a Moisés al decir “yo soy”) y lo contrario no es,
por tanto, es imposible que algo no sea.
En el cuarto artículo encontramos “la
encarnación de la Palabra”. El obispo de Hipona nos invita a pensar que a la
salvación se añaden los acontecimientos que se han cumplido por nosotros. El
Hijo de Dios nacido de la virgen María por obra del Espíritu Santo. Es, por el
don de Dios dado en el Espíritu Santo que dejó a santa María virgen intacta. El
verbo de Dios es un hombre completo (formado por el cuerpo, alma y espíritu).
Cristo honra a los dos sexos el ser
hombre y nacido de mujer, él respeta a María también según la carne. Es por
tanto, la forma que tiene Jesús de honrar a ambos sexos, el del hombre y el de
la mujer.
Cristo no manchó su alma porque no se
dejó arrastrar por los deseos de los bienes mortales, sino que siempre dejó que
su alma fuera la que impulsara el obrar en su vida.
El quinto artículo es la “muerte y
resurrección de Cristo”: La muerte es un acontecimiento con fecha fija y
concreta en un tiempo determinado. De ahí que en el Símbolo se cite a Poncio
Pilato para recalcar un momento concreto. El sepulcro es un símbolo del seno de
maría, de ahí que se recalque la condición de que es nuevo y nadie lo ha
habitado antes ni después. Es símbolo de la virginidad de María.
Así mismo, es primogénito entre los
resucitados que se dignó hacerles copartícipes y coherederos suyos.
El sexto artículo es la “ascensión a
los cielos y la glorificación de Cristo”: el cuerpo del señor es digno y
honroso; y el nuestro será transformado en cuerpo glorioso como el suyo, se
producirá para entrar en el reino de los cielos que se siembra en un cuerpo
animal y surge uno espiritual.
A la derecha del padre, no hace
referencia a una forma humana, a una comprensión de los hombres, sino al lugar de
la suma felicidad, la justicia, la paz y la alegría. Los cabritos, de los que
habla el evangelio de Mateo en el sermón escatológico, van a la izquierda que
es la miseria, las penas y los tormentos. El estar sentado de Dios es la
potestad de juzgar que nunca falta a su majestad.
El séptimo artículo es “el juicio
final”: juzgar en el momento oportuno se hará a los vivos y a los muertos.
Agustín interpreta esto de vivos y muertos de dos formas, bien pueden ser los
que pervivirán en la tierra o ya hayan perecido llegado este momento, o bien
pueden ser unos eufemismos que hagan referencia a los justos y a los injustos.
. En cualquier caso, hace referencia a algo temporal que es, fue y será.
El octavo artículo es “el Espíritu
Santo”: el Espíritu Santo es también consustancial y coeterno pues la Trinidad
es un solo Dios. Para entender esto, el de Sagaste pone el ejemplo del agua,
que puede ser rio, fuente y bebida, sin dejar de ser agua, también se puede
citar el ejemplo de la madera que se sabe igual y a la vez diferente de si se
toma como ejemplo la raíz, el tronco o las ramas.
El Hijo debe al Padre lo que es pero el
Padre no se lo debe a nadie, aunque hay herejes que los quieren igualar por
demasía o separar en demasía.
El Espíritu por ser don de Dios se ha
confundido por parte de los herejes, como algo dado o como algo impersonal.
Pero es santo porque es ratificado por Cristo en la carne. El espíritu, frente
a lo que dicen los herejes, es sustancia y don en el amor, es Dios pero no hay
tres dioses, sino uno solo en el que el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y
el espíritu Santo es el Espíritu Santo.
El noveno artículo presenta “La Iglesia
Católica”: San Agustín apunta que ésta es Católica frente a los herejes y
cismáticos que no viven la caridad fraterna. Por tanto la iglesia es católica
por su propia vida de la caridad cristiana que se vive en su interior.
El décimo artículo es “la remisión de
los pecados”: aunque el autor no entra en los tipos de pecados, lo hará un poco
más en el siguiente sermón que voy a desgranar más abajo, si afirma que se nos
perdonarán todos los pecados solo si nosotros perdonamos.
Los undécimos y duodécimo artículos los
estudia juntos como “la resurrección de la carne y la vida eterna”: somos, como
más arriba ya se indicó, la unión de cuerpo, alma y espíritu (la parte racional
del alma que nos distingue de los animales es este espíritu). La carne sigue la
ley del mundo y el alma la ley de Dios que conoce y sigue por el espíritu. Por
tanto, podemos dejarnos llevar por la fuerza del cuerpo o la del alma inspirada
por el espíritu humano.
El alma se ha de revestir del espíritu
para ser inmortal y no sucumbir al cuerpo, y su ley del mundo. El mayor pecado
es apostatar de Dios pues es la muerte para el propio alma. Luego tras la
muerte del cuerpo éste se transformará hasta algo celestial y etéreo, siempre
que se haya hecho una vida acorde al alma y el espíritu.
Esta seria resumida en doce artículos
la fe que se resume en pocas palabras y se entrega a los nuevos cristianos en
el Símbolo para que comprendan la confesión de fe y ahonden más en lo que creen
y confiesan.
En resumen se puede ver en este estudio
de San Agustín, que el escrito se realiza en un trasfondo de paganismo, rodeado
de maniqueísmo y lucha entre el bien y el mal, así como entre las herejías
arrianas y donatistas. San Agustín intenta iluminar el símbolo frente a estas
concepciones.
No se habla directamente del pecado
original, posiblemente porque aún no ha hondado el pelagianismo en su época. Ni
tampoco se ahonda en la remisión de los pecados. Así como se habla de la
Iglesia católica pero sin ahondar tampoco en el donatismo que sí se cita de pasada.
Por tanto, y tras haber desgranado el
escrito agustiniano, voy a resumir en cuatro aspectos lo anteriormente tratado:
-
La creación de la nada: para ser
omnipotente Dios no puede partir de una materia preexistente sino que él mismo
es el creador de todo.
-
El mal y el pecado es un desorden de la
voluntad de los hombres que se apartan de la voluntad divina.
-
La segunda persona de la Trinidad es Dios
mismo, luego se afirma que Jesucristo es verdadero Dios
-
La tercera persona de la Trinidad es la
operación de amar.
2- El sermón a los catecúmenos sobre el
símbolo de los apóstoles
En este sermón se va a dirigir a los
catecúmenos para explicarles de que manera es el símbolo de los apóstoles y
sobre que van a afirmar su fe. Por eso empieza diciendo que el credo, como regla
de fe, está tomado de las propias Escrituras. Recalcando la omnipotencia de
Dios y el exorcismo de los niños.
Se cree por tanto con el corazón y se
confiesa con la boca para alcanzar la salvación. Por eso, les da el Credo
(símbolo) a los catecúmenos. Está presente en las Escrituras, pero él lo va a
resumir para facilitarles a éstos su conocimiento y comprensión.
Visto el motivo de este sermón, se va a
pasar a desgranar el contenido del mismo de la siguiente forma:
La primera afirmación es “Creo en Dios
Padre Todopoderoso”: Esto es afirmar que Dios es el creador de todo y así se
debe afirmar también que Dios no puede ni morir ni engañar. Dios lo ha creado
todo en el mundo y al hombre a su imagen, pero éste por culpa del pecado se
separa del Dios que lo creó. Por este motivo se justifica el exorcismo de los
niños, ya que hay que expulsar el demonio y que se restituya la relación con
Dios, sin el que separa de él, es decir el pecado.
Cuando afirmamos que “creemos en El
Hijo de Dios, engendrado por el Padre, es Dios todopoderoso, igual al Padre”:
Es decir, que el Hijo es Dios también como el Padre. Cada cosa engendra lo que
es y “Dios” Padre engendra a “Dios” Hijo, que al igual que el engendrador es
inmortal y por eso engendra inmortalidad e incorruptibilidad. El Uno engendra
al Uno por eso es único Hijo Jesucristo con una sola voluntad y una sola
naturaleza del Padre y del Hijo.
Al decir un solo Dios, un solo Señor
afirmamos que de la multitud se alcanza la unidad. El ejemplo de los Hechos de
los Apóstoles donde se observa que de la multiplicidad de almas de los primeros
cristianos se alcanza una sola alma en la comunidad de fe. Dios es igual que se
alcanza la multiplicidad en el uno solo.
La igualdad del Padre y del Hijo hace
que los dos sean todopoderosos por eso cada cual hace lo que quiere. Todo lo
presente en el Padre lo está a su vez en el Hijo y viceversa.
Al afirmar el nacimiento humano y
virginal del Hijo de Dios como nacimiento eterno de Cristo hay que entenderlo
de la manera que se hizo el Hijo de Dios por nosotros. Nació de santa maría la
Virgen y del Espíritu Santo. Por tanto, Dios Hijo es humilde como hombre y
excelso por ser nacido de una virgen.
Fue muerto y sepultado, al igual que el
texto anterior se recalca el ser en el tiempo de Poncio Pilato, y la causa de
su muerte fue por los pecadores.
Su nacimiento eterno no es un
nacimiento en el tiempo. Es un nacimiento coeterno del eterno. Lo cual se
explica con el término de coervo, es decir, que surge a la vez, pero a la vez
uno engendra al otro. El ejemplo que se pone es el del fuego que como padre
surge dando el resplandor como hijo. Cristo nació y murió cuando quiso, porque
uno solo es Cristo, Dios y hombre verdadero.
La Cruz de Cristo se interpreta según
Agustín, como una enseñanza en la paciencia del sufrir, el mejor ejemplo lo
encontramos en el sufrimiento de Job que lo hizo por caridad y no por avaricia.
El premio que se espera es el de la resurrección que es aquello que se debe
esperar y no la multiplicación de bienes temporales.
La derecha del padre se debe entender
como una estancia en la patria feliz. Estar sentado como residencia no como
actitud paciente, sino activa. Allí no hay una izquierda o una derecha física
sino que todo es la felicidad plena.
Cristo vendrá para juzgar a vivos y muertos
y hace la misma puntualización que en el texto anterior como justos e injustos,
o vivos y perecidos.
Por último, el Espíritu Santo es
también Dios. Al afirmar la Trinidad perfecta se cierra con el espíritu Santo
siendo un solo Dios, una naturaleza, una sustancia, una potencia, la igualdad
suma, sin división ni oposición alguna, es el amor perpetuo.
El Espíritu Santo tiene su templo en el
cuerpo del bautizado. Es Dios mismo quien edifica nuestros cuerpos, lo hace y
lo fortalece, para que habite en ellos el espíritu Santo. El cual, no es
distinto de los otros dos como un tercer dios sino que es el mismo y único Dios
junto con el Padre y el Hijo.
La Santa Iglesia se entiende como una y
santa, de ella han surgido todas las herejías y cismas pero ella se mantiene
inmutable, eterna e invencible.
Del perdón de los pecados se recalca
que todos los pecados son perdonables, y perdonados. De hecho hay tres modos de
perdonar los pecados: por el bautismo, la oración y la penitencia. El bautismo
es el que borra todos los pecados a ejemplo del carácter que se infunde en los
soldados, y que se pierde cuando se deserta del ejército. La oración perdona los pecados veniales y la
penitencia los que son más graves.
La resurrección de la carne y la vida eterna,
son los últimos artículos del símbolo que analiza al decir que el cuerpo es la
Iglesia que también va a resucitar, ha subido al cielo porque donde está la
cabeza también estará el cuerpo. La vida eterna es Dios que regenerará al
hombre.
Por tanto se puede concluir de este
texto cuatro aspectos fundamentales:
-
Desde un punto de vista trinitario se
puede decir que Dios es omnipotente porque no puede negarse a sí mismo.
-
Desde una óptica cristológico-teandrica
podemos ver que el Hijo es igual al Padre pero hecho hombre humilde por amor al
Padre y al Hombre.
-
Desde un aspecto mariológico se observa
el nacimiento humano y virginal del Hijo de Dios de María siempre virgen
-
Desde un prisma eclesiológico vemos que
Dios es padre y la Iglesia madre. Siendo a su vez Una, Santa, verdadera y
católica.
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