miércoles, 25 de diciembre de 2019

Resumen de “La Fe y el símbolo” y “el sermón a los catecúmenos sobre el símbolo” de San Agustín.


1-     La fe y el símbolo
En el presente texto nos encontramos con una monografía, en la que el obispo de Hipona va a desgranar las claves más básicas de lo que es la fe y como ésta se contiene en el símbolo.
El propio san Agustín dará testimonio sobre esta obra en la que recalcará de la misma, que al hablar de la resurrección del cuerpo, no se refiere a la carne ni a la sangre de los hombres, sino al cuerpo completo y total, así como especifica que la mutación de los cuerpos terrestres en cuerpos celestes, serán las dos claves más importantes de este escrito que san Agustín va a apuntar como notas importantes del símbolo, pero que no lo desarrolla en el presente trabajo, sino en el libro último de su “ciudad de Dios”.
El motivo que esgrime el obispo de Hipona para hacer este estudio es el de recalcar que la fe se profesa de corazón y de palabras. Esta forma de presentar y creer el símbolo hace que sirva de ejemplo y enseñanza, tanto para el propio creyente como para convertir a la fe y adaptarla a cada cual. También es una forma de comprender la fe frente a los herejes que la manipulan.
Entrando en el contenido del propio texto, san Agustín irá desgranando cada artículo del símbolo para entender en qué se cree:
En el primer artículo nos encontramos con la afirmación “Dios Padre Todopoderoso”: Esto significa que Dios crea de la nada (creatio ex nihilo) por este motivo es omnipotente. Esto se afirma frente a los que afirman a un Dios artesano que tan solo modela, da forma, a una materia preexistente. De ser así, y aunque no se afirmara, se estaría negando la omnipotencia de Dios.
Todas las cosas son formadas pero también son formables, desde Dios, es decir, Dios no solo las ha creado sino que les da su impronta. Pues de él procede toda belleza perfecta e inmutable, a la que aspira toda la creación. No hay, por tanto, ninguna creatura no creada por el Omnipotente.
El segundo artículo del símbolo afirma la fe en “el Verbo como Hijo de Dios”: todo lo que se afirma que ha sido creado, se ha hecho por medio de la Palabra de Dios (verbo). Nuestro Señor Jesucristo que es la Palabra, es la Verdad, el Poder y la Sabiduría de Dios. Aunque muchos son los calificativos que se le puede dar a Jesús, estas notas son las que más apuntan a su ser Hijo y Palabra.
Una Palabra que es inmutable, no como la de los hombres que es cambiante y temporal. La de Dios revela desde el Hijo lo que es el Padre, por tanto ha de ser cierta y eterna.
El hombre produce palabras, pero solo Dios es capaz de engendrarla. No utiliza un cuerpo preexistente como lo hacemos nosotros, sino que se engendra a sí mismo tal cual es. Nosotros cuando decimos la Verdad comunicamos nuestra propia intimidad a los demás, pero Dios es siempre intimidad comunicada. Siempre en Verdad, pues como todopoderoso no puede engañar ni mentir.
El tercer artículo afirma que “Dios crea todas las cosas por medio de la Palabra. La Palabra es igual al Padre”: Esto significa que el Hijo es engendrado, no creado y por tanto no es inferior al Padre.
San Agustín, apunta que no se debe usar el verbo crear porque en latín no genera problema, pero en el griego genera confusión. De manera que el verbo que se le debe aplicar al Padre es el de producir.
El Hijo es consustancial al Padre, es Dios de Dios, Luz de Luz. Por tanto, nada es contrario a Dios porque él “es” (como afirmó desde la Zarza a Moisés al decir “yo soy”) y lo contrario no es, por tanto, es imposible que algo no sea.
En el cuarto artículo encontramos “la encarnación de la Palabra”. El obispo de Hipona nos invita a pensar que a la salvación se añaden los acontecimientos que se han cumplido por nosotros. El Hijo de Dios nacido de la virgen María por obra del Espíritu Santo. Es, por el don de Dios dado en el Espíritu Santo que dejó a santa María virgen intacta. El verbo de Dios es un hombre completo (formado por el cuerpo, alma y espíritu).
Cristo honra a los dos sexos el ser hombre y nacido de mujer, él respeta a María también según la carne. Es por tanto, la forma que tiene Jesús de honrar a ambos sexos, el del hombre y el de la mujer.
Cristo no manchó su alma porque no se dejó arrastrar por los deseos de los bienes mortales, sino que siempre dejó que su alma fuera la que impulsara el obrar en su vida.
El quinto artículo es la “muerte y resurrección de Cristo”: La muerte es un acontecimiento con fecha fija y concreta en un tiempo determinado. De ahí que en el Símbolo se cite a Poncio Pilato para recalcar un momento concreto. El sepulcro es un símbolo del seno de maría, de ahí que se recalque la condición de que es nuevo y nadie lo ha habitado antes ni después. Es símbolo de la virginidad de María.
Así mismo, es primogénito entre los resucitados que se dignó hacerles copartícipes y coherederos suyos.
El sexto artículo es la “ascensión a los cielos y la glorificación de Cristo”: el cuerpo del señor es digno y honroso; y el nuestro será transformado en cuerpo glorioso como el suyo, se producirá para entrar en el reino de los cielos que se siembra en un cuerpo animal y surge uno espiritual.
A la derecha del padre, no hace referencia a una forma humana, a una comprensión de los hombres, sino al lugar de la suma felicidad, la justicia, la paz y la alegría. Los cabritos, de los que habla el evangelio de Mateo en el sermón escatológico, van a la izquierda que es la miseria, las penas y los tormentos. El estar sentado de Dios es la potestad de juzgar que nunca falta a su majestad.
El séptimo artículo es “el juicio final”: juzgar en el momento oportuno se hará a los vivos y a los muertos. Agustín interpreta esto de vivos y muertos de dos formas, bien pueden ser los que pervivirán en la tierra o ya hayan perecido llegado este momento, o bien pueden ser unos eufemismos que hagan referencia a los justos y a los injustos. . En cualquier caso, hace referencia a algo temporal que es, fue y será.
El octavo artículo es “el Espíritu Santo”: el Espíritu Santo es también consustancial y coeterno pues la Trinidad es un solo Dios. Para entender esto, el de Sagaste pone el ejemplo del agua, que puede ser rio, fuente y bebida, sin dejar de ser agua, también se puede citar el ejemplo de la madera que se sabe igual y a la vez diferente de si se toma como ejemplo la raíz, el tronco o las ramas.
El Hijo debe al Padre lo que es pero el Padre no se lo debe a nadie, aunque hay herejes que los quieren igualar por demasía o separar en demasía.
El Espíritu por ser don de Dios se ha confundido por parte de los herejes, como algo dado o como algo impersonal. Pero es santo porque es ratificado por Cristo en la carne. El espíritu, frente a lo que dicen los herejes, es sustancia y don en el amor, es Dios pero no hay tres dioses, sino uno solo en el que el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y el espíritu Santo es el Espíritu Santo.
El noveno artículo presenta “La Iglesia Católica”: San Agustín apunta que ésta es Católica frente a los herejes y cismáticos que no viven la caridad fraterna. Por tanto la iglesia es católica por su propia vida de la caridad cristiana que se vive en su interior.
El décimo artículo es “la remisión de los pecados”: aunque el autor no entra en los tipos de pecados, lo hará un poco más en el siguiente sermón que voy a desgranar más abajo, si afirma que se nos perdonarán todos los pecados solo si nosotros perdonamos.
Los undécimos y duodécimo artículos los estudia juntos como “la resurrección de la carne y la vida eterna”: somos, como más arriba ya se indicó, la unión de cuerpo, alma y espíritu (la parte racional del alma que nos distingue de los animales es este espíritu). La carne sigue la ley del mundo y el alma la ley de Dios que conoce y sigue por el espíritu. Por tanto, podemos dejarnos llevar por la fuerza del cuerpo o la del alma inspirada por el espíritu humano.
El alma se ha de revestir del espíritu para ser inmortal y no sucumbir al cuerpo, y su ley del mundo. El mayor pecado es apostatar de Dios pues es la muerte para el propio alma. Luego tras la muerte del cuerpo éste se transformará hasta algo celestial y etéreo, siempre que se haya hecho una vida acorde al alma y el espíritu.
Esta seria resumida en doce artículos la fe que se resume en pocas palabras y se entrega a los nuevos cristianos en el Símbolo para que comprendan la confesión de fe y ahonden más en lo que creen y confiesan.

En resumen se puede ver en este estudio de San Agustín, que el escrito se realiza en un trasfondo de paganismo, rodeado de maniqueísmo y lucha entre el bien y el mal, así como entre las herejías arrianas y donatistas. San Agustín intenta iluminar el símbolo frente a estas concepciones.
No se habla directamente del pecado original, posiblemente porque aún no ha hondado el pelagianismo en su época. Ni tampoco se ahonda en la remisión de los pecados. Así como se habla de la Iglesia católica pero sin ahondar tampoco en el donatismo que sí se cita de pasada.
Por tanto, y tras haber desgranado el escrito agustiniano, voy a resumir en cuatro aspectos lo anteriormente tratado:
-         La creación de la nada: para ser omnipotente Dios no puede partir de una materia preexistente sino que él mismo es el creador de todo.
-         El mal y el pecado es un desorden de la voluntad de los hombres que se apartan de la voluntad divina.
-         La segunda persona de la Trinidad es Dios mismo, luego se afirma que Jesucristo es verdadero Dios
-         La tercera persona de la Trinidad es la operación de amar.

2-    El sermón a los catecúmenos sobre el símbolo de los apóstoles
En este sermón se va a dirigir a los catecúmenos para explicarles de que manera es el símbolo de los apóstoles y sobre que van a afirmar su fe. Por eso empieza diciendo que el credo, como regla de fe, está tomado de las propias Escrituras. Recalcando la omnipotencia de Dios y el exorcismo de los niños.
Se cree por tanto con el corazón y se confiesa con la boca para alcanzar la salvación. Por eso, les da el Credo (símbolo) a los catecúmenos. Está presente en las Escrituras, pero él lo va a resumir para facilitarles a éstos su conocimiento y comprensión.
Visto el motivo de este sermón, se va a pasar a desgranar el contenido del mismo de la siguiente forma:
La primera afirmación es “Creo en Dios Padre Todopoderoso”: Esto es afirmar que Dios es el creador de todo y así se debe afirmar también que Dios no puede ni morir ni engañar. Dios lo ha creado todo en el mundo y al hombre a su imagen, pero éste por culpa del pecado se separa del Dios que lo creó. Por este motivo se justifica el exorcismo de los niños, ya que hay que expulsar el demonio y que se restituya la relación con Dios, sin el que separa de él, es decir el pecado.
Cuando afirmamos que “creemos en El Hijo de Dios, engendrado por el Padre, es Dios todopoderoso, igual al Padre”: Es decir, que el Hijo es Dios también como el Padre. Cada cosa engendra lo que es y “Dios” Padre engendra a “Dios” Hijo, que al igual que el engendrador es inmortal y por eso engendra inmortalidad e incorruptibilidad. El Uno engendra al Uno por eso es único Hijo Jesucristo con una sola voluntad y una sola naturaleza del Padre y del Hijo.
Al decir un solo Dios, un solo Señor afirmamos que de la multitud se alcanza la unidad. El ejemplo de los Hechos de los Apóstoles donde se observa que de la multiplicidad de almas de los primeros cristianos se alcanza una sola alma en la comunidad de fe. Dios es igual que se alcanza la multiplicidad en el uno solo.
La igualdad del Padre y del Hijo hace que los dos sean todopoderosos por eso cada cual hace lo que quiere. Todo lo presente en el Padre lo está a su vez en el Hijo y viceversa.
Al afirmar el nacimiento humano y virginal del Hijo de Dios como nacimiento eterno de Cristo hay que entenderlo de la manera que se hizo el Hijo de Dios por nosotros. Nació de santa maría la Virgen y del Espíritu Santo. Por tanto, Dios Hijo es humilde como hombre y excelso por ser nacido de una virgen.
Fue muerto y sepultado, al igual que el texto anterior se recalca el ser en el tiempo de Poncio Pilato, y la causa de su muerte fue por los pecadores.
Su nacimiento eterno no es un nacimiento en el tiempo. Es un nacimiento coeterno del eterno. Lo cual se explica con el término de coervo, es decir, que surge a la vez, pero a la vez uno engendra al otro. El ejemplo que se pone es el del fuego que como padre surge dando el resplandor como hijo. Cristo nació y murió cuando quiso, porque uno solo es Cristo, Dios y hombre verdadero.
La Cruz de Cristo se interpreta según Agustín, como una enseñanza en la paciencia del sufrir, el mejor ejemplo lo encontramos en el sufrimiento de Job que lo hizo por caridad y no por avaricia. El premio que se espera es el de la resurrección que es aquello que se debe esperar y no la multiplicación de bienes temporales.
La derecha del padre se debe entender como una estancia en la patria feliz. Estar sentado como residencia no como actitud paciente, sino activa. Allí no hay una izquierda o una derecha física sino que todo es la felicidad plena.
Cristo vendrá para juzgar a vivos y muertos y hace la misma puntualización que en el texto anterior como justos e injustos, o vivos y perecidos.
Por último, el Espíritu Santo es también Dios. Al afirmar la Trinidad perfecta se cierra con el espíritu Santo siendo un solo Dios, una naturaleza, una sustancia, una potencia, la igualdad suma, sin división ni oposición alguna, es el amor perpetuo.
El Espíritu Santo tiene su templo en el cuerpo del bautizado. Es Dios mismo quien edifica nuestros cuerpos, lo hace y lo fortalece, para que habite en ellos el espíritu Santo. El cual, no es distinto de los otros dos como un tercer dios sino que es el mismo y único Dios junto con el Padre y el Hijo.
La Santa Iglesia se entiende como una y santa, de ella han surgido todas las herejías y cismas pero ella se mantiene inmutable, eterna e invencible.
Del perdón de los pecados se recalca que todos los pecados son perdonables, y perdonados. De hecho hay tres modos de perdonar los pecados: por el bautismo, la oración y la penitencia. El bautismo es el que borra todos los pecados a ejemplo del carácter que se infunde en los soldados, y que se pierde cuando se deserta del ejército.  La oración perdona los pecados veniales y la penitencia los que son más graves.
La resurrección de la carne y la vida eterna, son los últimos artículos del símbolo que analiza al decir que el cuerpo es la Iglesia que también va a resucitar, ha subido al cielo porque donde está la cabeza también estará el cuerpo. La vida eterna es Dios que regenerará al hombre.

Por tanto se puede concluir de este texto cuatro aspectos fundamentales:
-         Desde un punto de vista trinitario se puede decir que Dios es omnipotente porque no puede negarse a sí mismo.
-         Desde una óptica cristológico-teandrica podemos ver que el Hijo es igual al Padre pero hecho hombre humilde por amor al Padre y al Hombre.
-         Desde un aspecto mariológico se observa el nacimiento humano y virginal del Hijo de Dios de María siempre virgen
-         Desde un prisma eclesiológico vemos que Dios es padre y la Iglesia madre. Siendo a su vez Una, Santa, verdadera y católica.

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