miércoles, 25 de diciembre de 2019

La unicidad de la Iglesia


“Así toda la Iglesia aparece como el pueblo unido por la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.”[1]
El punto cuarto de la constitución Lumen Gentium cierra con estas palabras de san Cipriano de Cartago su exposición del origen trinitario de la Iglesia, centrando el misterio de la Iglesia en el mismo misterio de la Trinidad. La Iglesia, en efecto, no surge de ningún pueblo, no nace de abajo, sino de arriba, del Dios uno y trino: “De unitate Patris et Filii et Spíritus Sancti plebs adunata[2]”, dice san Cipriano. El sutil juego de palabras que emplea es casi intraducible. La preposición latina “de” sugiere que la Iglesia tiene en la Trinidad su origen y su modelo trascen­dente. Esta preposición evoca al mismo tiempo la idea de imitación y la de participación: es “a partir” de esta unidad entre las hipóstasis divinas como se prolonga la unificación del pueblo, el cual, unificándose, participa de otra Unidad, de modo que para san Cipriano la unidad de la Iglesia no se puede comprender sin la Unidad de la Trinidad:
No ruego solo por estos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como Tú, Padre en mí y Yo en ti, que ellos sean uno en nosotros, para que el mundo vea que Tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que Tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: Yo en ellos y Tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que Tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí[3]
Ambos aspectos, “imitación” y “participación”, quedan explícitamente consignados en Unitatis Redintegratio:
“El modelo supremo y el principio de este misterio es la unidad de un solo Dios en la Trinidad de personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo.”[4]
De los pueblos, de la inmensa muchedumbre humana, el Dios trino reúne y congrega un pueblo, que es, justamente por ello, su pueblo. La Iglesia como prolongación y ampliación de la Trinidad en el tiempo, es Sacramento de unidad: es la epifanía visible del misterio invisible de un Dios que es Amor y, por lo mismo, comunión.
Como dice H. De Lubac, la Iglesia es una misteriosa extensión de la Trinidad en el tiempo, en la historia, que no solamente nos prepara a Ella (a la Trinidad), sino que además nos introduce ya en Ella. Por la Iglesia, mediante la adopción filial, obra del Espíritu Santo, que nos hace hijos en el Hijo, entramos a formar parte de la Trinidad. Así pues, la Trinidad es origen, modelo y meta de la Iglesia:
Ø La Trinidad es “origen” trascendental de la Iglesia (Ad Gentes 2).- En terminología tomista: la Trinidad es la “causa eficiente” de la Iglesia.
Ø La Trinidad es “modelo” trascendente de la Iglesia (Unitatis Redintegratio, 2).- En terminología tomista: la Trinidad es la “causa ejemplar” de la Iglesia.
Ø La Trinidad: “meta” trascendental de la Iglesia (Unitatis Redintegratio, 15; Gaudium et Spes, 40).- En terminología tomista: la Trinidad es “causa final” de la Iglesia.

Para entender que es la Iglesia como comunión según el Concilio Vaticano II debemos ser muy críticos, pues no se encuentra como tal en ninguno de los documentos que emanan del mismo. Sino que será el Sínodo a los 20 años el que presenta la teología de comunión. El Concilio habló del misterio y es la reflexión sinodal la que hizo este estudio sobre la comunión eclesial. Las llamadas teologías de comunión son la base para la unidad y uniformidad de la Iglesia. Es la recta relación entre unidad y pluriformidad en la Iglesia.
Es cierto que posteriormente al sínodo, hablar de comunión en la Iglesia es común. Es una manera de expresar y vivir esa sociabilidad del designio de salvación de Dios. La categoría de comunión ayuda a entender esto. El hombre es desde su origen un ser comunitario, social. Es un ser político, que se desarrolla con unas capacidades sociales, políticas y comunitarias. Para el sínodo de 1985 esta Koinonía, encuentra su fundamento en la Sagrada Escritura. Además de tener un gran peso en la tradición de la Iglesia. No podemos reducir la comunión a asuntos administrativos o de autoridad. No es obedecer normas, sino que es una realidad mistérica. El modelo de la eclesiología de comunión radica en el misterio comunitario y para explicarlo utiliza las imágenes del punto 6 de Lumen Gentium. Pero también otras como Pueblo de Dios, Templo del Espíritu, etc. todas las imágenes tienen de trasfondo un sentido de comunión.
La expresión comunión de los santos, es la más antigua que se conoce. Se encuentra en el siglo V en un símbolo bautismal donde se habla de la Iglesia como “communio sanctorium”. Es una expresión antigua que a lo largo de la historia se ha interpretado de dos formas, no excluyentes sino complementarias:
-         En un sentido original, es la común participación de todos en los bienes santos. Se toma “sanctorum” en un sentido neutro. Los bienes santos los ha dejado Dios en la Iglesia (serían la oración, los sacramentos, etc.) estos bienes llevan al hombre a alcanzar la “teleiosis” (perfección): frutos finales que por estos bienes alcanzamos.
-         En un sentido derivado, en relación con el original, es la expresión de la comunión de los fieles santos. La comunión que existe entre los distintos miembros de la comunidad eclesial. No solo en la Iglesia terrena, sino también en la purgante y triunfante. Es la comunión de los que forman la Iglesia, y no podría haber participación sin la Gracia. Existe un vínculo interpersonal entre las personas que forman la Iglesia
El término comunión tiene la raíz com- que significa proviene y -munio que significa fortaleza, es un espacio vital de vida en común. Es la tarea común que existe en un grupo, tarea que es un don concedido de Dios pero que ayuda a ver los vínculos de unidad entre los miembros. El Vaticano II no lo hace solo para catalogar a la Iglesia sino que la comunión está en la Iglesia, sería la afirmación más entendible del Concilio. Por eso se usa esta categoría como síntesis, que ayuda a sintetizar.
Se pone en evidencia que esta noción de comunión es compleja. Algunos autores hablan de una doble dimensión de la comunión. Comunión interior y comunión exterior. Al hablar de comunión exterior en la Iglesia se está hablando de su dimensión más institucional, jerárquica, la comunión exterior la posibilita el ministerio ordenado, que proviene de los Apóstoles. La dimensión interior es la vida de la Gracia, es una dimensión más espiritual. Se transmite por los sacramentos y la oración.
Existen además unos niveles en la comunión. Pero cuando se habla de niveles de comunión eclesial, se está refiriendo tanto a lo interior como a lo exterior.
-         El primer nivel donde se vive la comunión en la Iglesia es la comunión con Dios, uno y trino. Es el primer nivel del que deriva la participación del ser humano en la vida divina. Hay comunión entre las tres personas, y por eso nosotros estamos llamados a vivir esa comunión en la Iglesia. Es el nivel de comunión más profunda, pero a la vez el sentido último del bautismo. Uno se bautiza para entrar en comunión con Dios. Es una comunión que empieza a través del bautismo y se fortalece en la eucaristía. La Iglesia es comunión en el Espíritu Santo, porque el Espíritu es el que introduce al hombre en el misterio trinitario.
-         Pero además es “communio sanctorum sacramentorum”, es decir es la comunión de las cosas santas sacramentales, nuestra comunión se desarrolla por la participación en los sacramentos. Existe un gran vínculo entre la comunión eucarística y la eclesial. San Pablo desarrolla esta teoría como cuerpo de cristo. A través de los sacramentos entramos en comunión con Dios, y así aparece la Koinonía.
-         Otro aspecto de la comunión con Dios es la “communio sanctorum fidelium”, la Iglesia es la comunión de los santos, es decir, los fieles que forman la comunidad eclesial los que han sido hecho hijos por el bautismo y participan de la vida divina.
En el Nuevo Testamento la Iglesia tiene dos acepciones: como Iglesia universal y como comunidad local. Es el carácter más etimológico de la palabra Iglesia, es la Iglesia convocada, única y universal a la que se pertenece por el bautismo y la fe. En el sentido local se refiere a la comunidad localmente limitada, concretada, la palabra ekklesia tiene dos acepciones: por tanto, se ha de entender como unidad, no como uniformidad. La comunión entre las Iglesias particulares se da en el seno de la Iglesia católica, por eso hay una tensión entre lo universal y lo local. Esa tensión nos exige integración entre ambos elementos. Esta tensión, que ha existido siempre, ha dado origen a los diferentes modelos eclesiológicos. Hay tres modelos eclesiológicos:
·        Eclesiología eucarística: propia de la Iglesia ortodoxa. Este modelo afirma a la Iglesia primaria o particular, está centrado en la Eucaristía y ésta centrada en el obispo. Muy propia de los primeros tiempos. La Iglesia local en esta noción no es considerada una parte de la Iglesia universal, sino que es la manifestación plena en su totalidad. Esa parte de la Iglesia posee en sí todos los elementos constitutivos, posee todos los elementos de la Iglesia. Todas las Iglesias locales se identifican en el cuerpo indivisible de Cristo. Por tanto la comunión entre las distintas Iglesias locales es una sustantividad eucarística. Es la participación en la comunión la que posibilita esta comunión. Cada una y todas juntas forman la Iglesia universal, de manera que si el aspecto sacramental de la eucaristía es el que da la comunión no tienen por qué existir otros aspectos eclesiales para la comunión. Es un esquema federativo en la Iglesia local y se agota la Iglesia universal, cuyos vínculos espirituales con otras iglesias es la fe, la esperanza y la caridad. Esta forma de entender la comunión eclesial desconsidera el hecho de que haya una Iglesia local por encima, que fuera la primera entre muchas. Como consecuencia ignora el ministerio de Pedro y sus sucesores. En el ámbito protestante lo que prima es la comunidad local, hasta el punto que la Iglesia universal es algo espiritual e invisible.
·        Organización unitaria: el horizonte latino siguió el camino de una teología jerarcológica, papal, petrina. Es la eclesiología que más presente ha estado en el horizonte latino pero con influencias conciliares. En el Concilio Vaticano I cuando se decreta la infalibilidad papal de una sola grey bajo un solo pastor. Se ha puesto en evidencia que se consideraba una gran diócesis con un gran obispo que es el Papa. Él es el obispo de la Iglesia universal. Mientras que los demás obispos lo son solo en sus diócesis, el Papa lo es de todos. Con la centralización que conlleva que todo dependa del Papa. A nivel práctico da lugar a una absorción de las iglesias locales en la Iglesia romana. Los manuales anteriores al Concilio Vaticano II revelan un desconocimiento de las iglesias locales. Se llega incluso a afirmar como una sociedad imperfecta en las iglesias locales que no poseían todos los elementos esenciales de la Iglesia universal.
·        La “communio ecclesianum”: Modelo especifico del Concilio Vaticano II. El Nuevo Testamento recoge lo particular y lo universal para hablar del misterio de la Iglesia, pero además nos ofrece un criterio para articular las tensiones. Este criterio lo expresa el Concilio en la expresión Iglesia de Dios. Esta expresión se refería a la Iglesia madre, Jerusalén. Pero después se va aplicando a las iglesias locales tanto de tradición judeocristiana como a las que no lo son. Todas estas iglesias hacen presente a la única iglesia de Dios que es una y que se concreta en un lugar determinado, esta presencia y actualización de la iglesia universal en el seno de una comunidad eclesial adquiere una mayor densidad y un mayor significado en la asamblea cultual que se reúne para celebrar la cena del señor y celebrar su Palabra. La Iglesia tiene una peculiar forma de manifestarse en un lugar, es en torno a la eucaristía. De hecho, se afirma que la eucaristía es la suprema automanifestacion de la Iglesia en un lugar concreto. Lo universal en la Iglesia no es prioritario a lo particular, pero tampoco lo prioritario es particular a lo universal. Estas nociones de Iglesias viven en una mutua relación de inmanencia. Porque la Iglesia universal se concreta en el lugar donde se produce este culto. La iglesia local es expresión de la universal. Cuando se afirma que es una porción no se dice que sea solo una parte sino un segmento, en el que están todas las características del todo que son la fe, los sacramentos y el ministerio ordenado. En la reflexión propiamente de este modelo hay ideas que sobresalen: por Iglesia local se entiende una diócesis, u otra circunscripción jurídica equiparable[5]. No es solo una parcela administrativa sino que en ella está presente y obra la Iglesia universal, es la realización en un lugar concreto del ser de la Iglesia. En ninguna falta ningún elemento constituyente de la Iglesia (sacramentos, fe, etc.). Por tanto la Iglesia diocesana ha de mantener la comunión con las otras diócesis y con Roma, así se crea un sentido de colegialidad entre las distintas iglesias para no caer en la excesiva centralización de la iglesia Romana. No se debe caer en la absorción por la Iglesia de Roma, porque cuando una iglesia local no tiene conciencia de pertenecer a una iglesia universal se cae en peligros como los particularismos, sectarismos, incluso en cismas. Tiene que haber comunión entre las diversas iglesias locales. Se ha de apreciar los distintos modos de agrupaciones particulares que a lo largo de la historia se han dado (por ejemplo los patriarcados). Otro aspecto importante de la comunión entre iglesias locales es la diocesaneidad que debe ir unido a la pertenencia con la Iglesia universal. La eclesialidad se vive en la iglesia local que es donde uno está insertado, a partir de ahí se forma parte de la Iglesia universal. También es importante la comunión entre los distintos carismas, ministerios y servicios en el interior de una iglesia particular: el Espíritu que mantiene la unidad pero a la vez la diversidad o pluriformidad, por tanto el Espíritu santo lo que hace es agrupar de manera que estos distintos dones proceden de un mismo espíritu y son obra de Dios. Otro nivel de comunión es aquel que la propia Iglesia irradia sobre el mundo.
A continuación me gustaría avanzar cómo se desarrollan estos niveles de comunión, cuando se trata el tema del ecumenismo y la relación con las otras confesiones cristianas. Así el Concilio Vaticano II toma mucha conciencia con el tema del ecumenismo. Para el Concilio conviene tomar conciencia de los puntos de unión para volver a la comunión entre las iglesias. De hecho el Concilio distingue entre los que comenzaron esas herejías y cismas, y quienes ahora pertenecen a ellas, que no pueden ser tomados culpables de ello. Un documento importante será la Unitatis Redintegratio.
El Concilio reconoce que la plenitud de los medios de Gracia que Cristo ha querido para su Iglesia se encuentra en comunión con la sede de Pedro. Afirma que existe una continuidad histórica entre la Iglesia fundada por Cristo y la Iglesia católica; La cual subsiste en (subsistit in) la Iglesia católica[6]. El Concilio quiere clarificar que la Iglesia de Cristo sigue viviendo plenamente en la Iglesia católica. Para expresar esto  el Concilio evita decir que la Iglesia de cristo “es” y utilizó la expresión “subsiste en”, porque con ello pretende afirmar que también fuera de la Iglesia católica se encuentran elementos de santificación y verdad; como las Sagradas Escrituras, algunos sacramentos, etc. La intención del Concilio será ecuménica, haciendo acercamientos mutuos. Por eso, el Concilio admite que los hermanos separados son miembros del cuerpo de Cristo porque han recibido el bautismo. De esta forma se afirma que el Espíritu Santo obra también fuera de la Iglesia.
La Iglesia de Cristo mantiene una relación total con la Iglesia católica, mientras que hay una relación parcial con las otras confesiones cristianas. Por ello, utilizó este término de subsistir. También reconoce que son muchos los dones que aparecen en otras confesiones cristianas. Juan Pablo II en su “Ut unum sit” en el que los elementos de santificación y verdad presente en las otras confesiones cristianas en grado diversos, unas y otras, constituyen la base objetiva de la comunión existente. Aunque imperfecta entre ellas y la Iglesia católica. Así pues, fuera de la estructura visible de la Iglesia católica pueden encontrarse elementos de unión pero en grados:
-         La pertenencia específica de los hermanos orientales, ortodoxos, a la Iglesia de Cristo: es mayor que con las iglesias protestantes, porque tienen más elementos de comunión con la Iglesia Católica que las de la reforma. La Dominus Iesus dice que no están en perfecta comunión con la Iglesia católica pero se mantienen unida a ella por medio de vínculos estrechísimos como la sucesión apostólica y la eucaristía válidamente consagrada y por eso son verdaderas iglesias particulares[7]. En estas iglesias está presente y operante la iglesia de cristo, pero les falta la total comunión por el reconocimiento del primado. Tras la celebración del vaticano II se van produciendo pasos, como el abrazo de Pablo VI y Atenágoras[8], así como el levantameinto de excomuniones mutuas ha sido motivo para acercarse en la unión. Pero aún les falta el elemento esencial la comunión con la Iglesia universal en el colegio episcopal con su cabeza, el Papa. Cada patriarcado es autónomo e independiente, son autocéfalos, y en sí mismos se gobiernan.
-         La pertenencia específica con la Iglesia de Cristo de las comunidades nacidas de la Reforma: La Reforma además de la separación con Roma, también tiene una concepción eclesiológica diversa. Para la iglesia Reformada, la Iglesia se limita a ser el lugar de predicación y anuncio de la fe. Se subraya su aspecto espiritual, muy limitado. Son comunidades que no han mantenido la sucesión apostólica. Como tampoco conservan íntegra la doctrina de la eucaristía ni el depósito de la fe (contenido de la fe). No se les aplica la noción de Iglesia como convocación de Dios, sino como comunidades, porque los bautizados en ella están incorporados a Cristo y existe una comunión, pero imperfecta. Al haber tantas diferencias internas entre las confesiones cristianas, no todas conservan válidamente el bautismo. Hay cierto valor eclesial en el que mantienen semillas de verdad, pero junto a aquellas deficiencias. Son comunidades imperfectas pero que poseen estos elementos.
-         El anglicanismo no comienza como herejía sino como cisma. Pero si es cierto que ese cisma se fue desplazando hacia el planteamiento más protestante. Primero de una manera muy puritana (con Cromwell) y después con la influencia del calvinismo (con Guillermo de Orange). El anglicanismo ha quedado internamente fracturado en distintas ramas, se denomina la iglesia alta (Hight Church) con más proximidad a la iglesia católica pero también hay otra iglesia más ligada al protestantismo, más nacionalista. La iglesia anglicana es una unión de iglesias nacionales que tienen una fe en común, un credo, pero que permanecen en esa especie de unión interna. Ocupan un lugar preminente entre las iglesias separadas de Roma, porque conservan ciertas estructuras católicas y parte de tradición.

Si entendemos la Iglesia como la comunión de fieles, existe por tanto una participación activa y corresponsable entre todos los miembros de una Iglesia. Con esto se pone en evidencia que no hay verdadera comunión si no hay corresponsabilidad. La raíz de la corresponsabilidad es el Espíritu santo, como principio de unidad. Esa corresponsabilidad es imprescindible para crecer en comunión, no es un sentimiento vago e inoperante, tiene que haber corresponsabilidad. La raíz teológica de la corresponsabilidad es la misma que mantiene la comunión, el bautismo nos une en comunión y corresponsabilidad. Exige poner de nuestra parte en esta comunión.
De esta forma se puede concluir el presente trabajo afirmando que la primera nota del símbolo de la fe es que la Iglesia es una. Esto conlleva una realidad interior compacta, es una e indivisible. La Iglesia no se puede romper, no se fractura. La Iglesia es una y única, porque Dios es uno y único. El paradigma último de la Iglesia es el Dios uno y Trino, su realidad se refleja en la realidad eclesial. El autor de esa unidad es el Espíritu Santo. Por eso es clave la docilidad en el Espíritu Santo. Una unidad que el Espíritu va realizando a lo largo de la historia en la Iglesia y que tendrá su culmen en la parusía. El Concilio presentará como su sentido profundo del ecumenismo la unidad. San pablo presenta la unidad en la Iglesia como edificio, casa, usa imágenes para presentar que en la Iglesia está todo ensamblado. Es la imagen del cuerpo de Cristo en el que presenta a los distintos miembros de la Iglesia. Cada miembro es necesario y necesita a otro. La cabeza es Cristo y exhorta a que el resto del cuerpo se coordine a través de la Cabeza. Esto se puede ver en tres elementos claros:
-         La profesión de fe
-         La celebración de los sacramentos
-         El ministerio ordenado
La concordia de esta fraternidad que es la familia de Dios está en los pastores que están en comunión entre ellos y con el Papado. La Iglesia mantiene la unidad de la fe, también porque comparte un mismo credo, es lícito el pluralismo en cosas opinables que no han sido cerradas por el magisterio, sin embargo en las Iglesias de la Reforma no hay unidad de fe. Los sacramentos son los cauces por los que Dios transmite la Gracia, por ello hay que mantenerlos, salvo la Iglesia ortodoxa, otras Iglesias solo admiten el bautismo como común y en algunas Iglesias la cena del señor. Pocas plantean la confirmación y casi ninguna el orden y la unción de los enfermos. El ministerio lo presenta la Iglesia bajo la autoridad del Romano Pontífice en la unidad, la colegialidad episcopal con la cabeza es importante para mantener esta unidad eclesial.
Por tanto si se produce una ruptura de esa unidad se ha de identificar por cuál de los tres motivos se ha podido producir:
-         Cisma: Cuando se produce ruptura de la comunión eclesial. Se visibiliza esta ruptura con el rechazo al colegio episcopal y al Papa. Es un rechazo a la sumisión del sumo pontífice.
-         Herejía: Cuando se produce la negación parcial o total de un contenido esencial de la fe que se considera que ha sido revelado. Hay cismas que comienzan siendo herejías y después se produce el cisma.
-         Apostasía: Cuando se renuncia a las creencias religiosas y se abandona su religión. 
La única solución ante esta separación sería, volver a la unidad y a la comunión con la única Iglesia de Jesucristo. La Iglesia que es consciente de que tiene que buscar caminos que unifiquen va creando un proceso lento y trabajoso en el ecumenismo. En la Unitatis Redintegratio es donde están los elementos de unificación de ese ecumenismo. Son tomados y potenciados en la Ut Unum Sint. Basados en tres principios teológicos fundamentales:
-         Realizar el diálogo teológico con plena claridad doctrinal. Porque el ecumenismo debe de basarse en acercamientos doctrinales.
-         Proponer la verdad de la fe con profundidad y exactitud.
-         El diálogo debe darse en un clima de amor a la verdad, de humildad. Hay que liberarse de prejuicios históricos y reconocer las propias deficiencias históricas que se han tenido con el fin de llegar a ese conocimiento[9]
Debido a la misión fundamental de defender la autenticidad de la Iglesia que es Una e indivisible, es importante seguir avanzando en el acercamiento ecuménico. Siempre sin caer en la herejía o traicionar los principios fundamentales del depósito de la Fe, en pro de un falso ecumenismo. Porque en la unidad de la Iglesia, se juega el ser fiel a los principios que Cristo nos reveló en su persona, y también por otro lado el valor de la comunión que nos acerca a aquellas Palabras de Jesús:
 
No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado.[10]


Bibliografía:
-          BENEDICTO XVI: Caritas in veritate, 29 de junio de 2009
-          CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE: Dominus Iesus, 6 de agosto de 2000
-          GARCÍA GUILLÉN, D.: La Iglesia de la Trinidad. Una panorámica histórica in Revista Facies Domini, 3. 2011. pp. 15-110
-          GIL TAMAYO, J.A.: «De unitate Patris et Filii et Spiritus sancti plebs adunata» (De oratione dominica, 23). La unidad trinitaria como fundamento de la unidad eclesial en Tertuliano y Cipriano de Cartago in Scripta Theologica, 43, 2011. pp 9-29
-          JUAN PABLO II: Catecismo de la Iglesia Católica, 1997.
-          _______: Código de Derecho Canónico, 1983
-          _______: Ut Unum Sit, 25 mayo de 1995
-          PABLO VI: Lumen Gentium, 21 de noviembre de 1964
-          _______: Unitatis Redintegratio, 21 noviembre de 1964
-          VV.AA., La Nueva Biblia de Jerusalén. Desclée de Brouwer, 1998.

[1] CCE 810
[2] Cipriano de Cartago, De oratione Dominica, 23
[3] Jn 17, 20s
[4] Unitatis Redintegratio, 2
[5] Cf. CIC 368
[6] Cf. Lumen Gentium, 8
[7] Dominus Iesus, 17
[8] 5 de enero de 1964
[9] Introducción de la Caritas in veritate
[10] Jn. 17, 20s

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