martes, 28 de octubre de 2014

Comentario sobre la sociedad, geografía y política de la Palestina de la época de Jesús, a través de "Jesús, aproximación histórica" de Pagola

A lo largo de la siguiente recensión se va a analizar la sociedad, geografía y política de la Palestina en tiempos de Jesús. Para el desarrollo de este estudio se apoyarán las conclusiones en la obra del profesor de Biblia, José Antonio Pagola, titulado: Jesús, aproximación histórica. En ésta recensión se observaran los aspectos más importantes de la geografía, las costumbres, las prácticas socio-religiosas y la política en la que se desarrolló la vida de Jesús. Se seguirá el desarrollo de la obra en el análisis lineal del escrito del autor, para una mayor claridad en la exposición de los argumentos, y facilitar la comparación entre los datos otorgados en éste trabajo y los recogidos en la obra principal.
Uno de los aspectos principales que se presentan ante los estudiosos de la época era el uso de los nombres y apodos que se utilizaban para designar a los habitantes de Palestina del S.I. De manera que se utilizaba siempre el nombre de pila acompañado del nombre del padre, si estaba en su región, o del lugar de procedencia de la persona, si se encontraba fuera de un lugar conocido. Como vemos la identificación de las personas se circunscribía a un lugar físico o a la pertenencia a un grupo social desarrollado en la explicitación del nombre de tu progenitor. Era importante por tanto la localización de las personas en un grupo determinado geográfico o político-social; en el caso de Jesús, su conocimiento variaba según el momento en el que se le cita, en Galilea era “Jesús el hijo de José” y fuera de su tierra “Jesús el de Nazaret”.
La tierra en la que vivió Jesús era el norte del actual estado de Israel, la llamada Galilea, que se ubica en el margen izquierdo del mar de Galilea (Genesaret). Perteneciente histórica y culturalmente a la tierra de Palestina y cimentada la sociedad en la idea de pueblo bíblico y escogido por Dios, cuya ciudad santa era Jerusalén y el pueblo Judío, con su religión, eran las bases de la sociedad del momento. Esta tierra había sido tomada por el general Pompeyo en el año 63 a.c., con la caída de Jerusalén, y anexionada a la civilización romana, creándose una tensión entre los habitantes del lugar que pasaron a ser súbditos del emperador, teniendo que perder la libertad y convirtiéndose en vasallos de un poder extranjero. En el año 24 d.c. Antipas, tetrarca de Galilea, construye una nueva ciudad a orillas del mar de Galilea y la convierte en la nueva capital de la zona. Ésta ciudad viene a denominarse “Tiberíades”, en honor al emperador Tiberio.
Galilea era un lugar estratégico para el imperio romano, era el punto de encuentro entre Mesopotamia y Egipto, además de estar situado en el llamado “media luna” fértil lo que convertía la tierra en buena tierra de cultivo y pasto, frente a las desérticas tierras de alrededor. Al nordeste del mar de Galilea se encuentra la ciudad de Cafarnaúm, ciudad importante de la época, pues se encuentra en el enclave de la “vía maris” (Camino del mar) que “partiendo desde el Éufrates, atravesaba siria, llegaba hasta damasco y descendía hacia galilea para atravesar el país en diagonal y continuar luego hasta Egipto”[1]. Era el camino de paso del imperio romano para el comercio y las comunicaciones más importantes de la época para el imperio. Aunque cabe señalar que los Judíos de la zona preferían otras rutas en sus peregrinaciones a Jerusalén.
En el año de la conquista de Jerusalén (63 a.c.), el imperio romano anexionó ésta zona a la provincia romana de Siria y acababa así con el periodo de independencia de 80 años que habían disfrutado desde la revolución de los Macabeos. Se instauró por tanto una organización político-administrativa de la zona al ejemplo romano. Esta organización romana hacía que los pueblos se subyugaran al imperio sin necesidad de tener que tener una presencia constante de legiones romanas para controlarlos. Las legiones se situaban en puntos estratégicos desde los que controlaban las zonas y dejaban las otras zonas en mano de soberanos nativos que ejercían la autoridad en nombre de Roma.
En el caso de Palestina, esta zona fue controlada por Herodes el grande, recordado por su tiranía y su miedo a perder el poder, que le hizo asesinar incluso a su propia familia con el fin de mantener el favor de Roma y el poder real. Su política se caracterizó por un control fuerte de la población para evitar revueltas y sublevaciones, una carga fiscal muy fuerte y la construcción de grandes ciudades e infraestructuras. Se ganaba así el favor de los romanos y el odio reprimido del pueblo Judío. Herodes gobernó con mano dura Palestina, hasta el punto de que a su muerte, en el año 4 a.c., se produjeron revueltas en todo el territorio que debieron de ser sofocadas por las legiones romanas dirigidas por Quintilio Varo, gobernador de Siria. Esta marcha de Roma fue sangrienta y muy cruel con todos aquellos que llegaron a sublevarse, hasta el punto de que el historiador Flavio Josefo dice que “unos dos mil[2]” sublevados fueron crucificados; sin contar las ciudades incendiadas y la población muerta en los enfrentamientos. Entonces el emperador Augusto resolvió, tras un enfrentamiento entre sus herederos, dividir el territorio entre los hijos de Herodes, de manera que Arquelao gobernaría en Idumea, Judea y Samaría (Parte sur y centro del territorio), Antípas gobernaría en Galilea y Perea (centro y norte del territorio) y Filipo recibió Galaunítidas, Traconítida y Auranítida (Norte y este del territorio). Quedaba por tanto dividida la zona entre sus hijos, y ninguno recibió el título de rey, Antípas recibió el de tetrarca.
Antípas gobernará en Galilea entre los años 4 a.c. y 39 d.c. Galilea será definida por los autores de la época como un territorio fértil, en contraposición con los alrededores. Hay tres zonas características en ésta región:
-         Alta Galilea: Al norte del territorio, región fronteriza, poco poblada y con alturas de hasta 1200 metros de altitud. Lugar de nacimiento del Jordán y con una ingente cantidad de bandidos y malhechores huidos de la justicia.
-         Baja Galilea: Al sur del territorio, una de las comarcas más ricas del lugar. En ella se encuentra la colina del Hermón y el monte Tabor. Es un lugar agrícola con pequeñas aldeas y poblados.
-         La región del lago: Es una comarca muy rica y poblada. Se constituye en medio de un lago muy rico en pesca tres importantes ciudades se encuentran en el mismo: Cafarnaúm, Magdala y Tiberíades.
En resumen, Galilea en el siglo I constituía un territorio de unos 20.000 Km­2 y su población no superaba los 150.000 habitantes. Sus habitantes eran en su mayoría agrarios y en la región del lago algunos se dedicaban a la pesca. Existía además una pequeña élite de las ciudades que se dedicaba a la gestión, recaudación de impuestos y gobierno de la política. Pagola, afirma que en contra de lo que tradicionalmente se había pensado, el comercio exterior no era tan importante en la época, debido a las malas comunicaciones y a lo peligroso de los caminos.
La enorme importancia que tiene la posesión de la tierra, en una sociedad campesina, se veía de una manera muy compleja dentro de Palestina. Los romanos como fuerza conquistadora del lugar consideraban que todas las tierras les pertenecían a ellos por conquista, cosa por la que gravaban la explotación de las mismas con una enorme carga de impuestos. Los gobernantes vasallos de Roma, también poseían una gran cantidad de tierra por la que cobraban tributos; en el caso de Antipas, eran 200 talentos los que cobraba como renta en sus tierras de Perea y Galilea, según Flavio Josefo. De igual modo existía una pequeña nobleza o terratenientes que vivían en las ciudades y que ponían sus tierras en arrendatarios y administradores que eran los que tenían que rendirles cuenta. Por último existían una parte de campesinos que trabajaban sus propias tierras con ayuda de toda la familia, aunque eran muy pocos los que gozaban de éste privilegio y normalmente eran modestas tierras situadas lejos de las ciudades. Por lo tanto la mayoría de la población, o bien eran empleados de éstos terratenientes y administradores, o simples jornaleros que esperaban en las ciudades a ser llamados para trabajar en épocas de cosecha o vendimia. Estos jornaleros vivían entre un trabajo ocasional y la mendicidad, siendo uno de los sectores poblacionales más desvalidos de Palestina.
La política económica del país estaba realizada por medio de cobradores de impuestos que reclamaban los pagos a los trabajadores y propietarios de las tierras. Roma, como potencia conquistadora, eran los primeros en reclamar su pago en las dos tasas estipuladas: el tributum soli, que gravaba las tierras cultivadas, y el tributum capitis, que gravaba a cada uno de los miembros adultos de las casas. El pago podía hacerse económicamente o en especie, prefiriéndose en especia, pues de esta forma se guardaba grano para la época de malas cosechas y se alimentaban las legiones. Pero también con la parte económica se construían calzadas, puentes, edificios públicos y se mantenía a la clase dominante. El no pago de tributos suponía un ataque a Roma y se castigaba duramente, eran los reyes vasallos los encargados de cobrarlos para Roma. En tiempos de Antipas se calcula que la recaudación de los impuestos suponía la pérdida para los campesinos de un 12 o 13% de la recolección total. De igual modo los reyes vasallos cobraban sus propios impuestos a la población para sus propios fines, y permitían el abuso de los recaudadores de impuestos que utilizaban métodos de cobro violentos y extorsión. También existía una carga eclesiástica que se entregaban a los sacerdotes para el mantenimiento del culto y del templo de Jerusalén. Todos los adultos debían pagar al año medio Shekel al templo. Como puede verse la carga impositiva era tan alta que al final a cada familia se le iba en impuestos entre un tercio y la mitad de la producción anual.
La población de Galilea en el S.I se caracteriza por mantenerse dentro del judaísmo, a pesar de haber pasado 6 siglos de conquistas extranjeras y paganas, no poseer un centro de culto establecido como el templo de Jerusalén en Judea, o de no tener un grupo sacerdotal organizado y autóctono. Galilea era una zona completamente judía, a la que Roma le mantiene todos los derechos y privilegios, al igual que Judea, aunque ésta era doblegada en impuestos a Judea, debido a que allí se encontraba en templo y la jerarquía sacerdotal que imponía impuestos y costumbres religiosas que todos los judíos debían respetar. A pesar de esto Galilea se mantuvo como zona judía y no cayó dentro de las costumbres helenísticas que la rodeaban. Eran muy importantes las peregrinaciones a Jerusalén que servían de contacto social entre las regiones de Judea y Galilea y para que se mantuvieran los lazos espirituales a pesar de las distancias geográficas. Aun así se sabe que las costumbres religiosas en Judea eran más fuertes que en Galilea, donde además se hablaba el aramea y no el hebreo, que se mantuvo como lengua religiosa. El griego era la lengua de la cultura y de la administración, mientras que la conquista romana no logró imponer el latín, que tan solo se utilizaba por los gobernantes y funcionarios romanos.
Para los judíos de la época era muy importante el concepto de familia. Para poder subsistir con los grandes déficit alimentario, de seguridad y económico, y poder hacer frentes a la carga de impuestos y a la enorme cantidad de trabajo, se agrupan socialmente en familias. Las familias eran el lugar del nacimiento del individuo, la escuela y aprendizaje de la vida y la garantía de poder trabajar. La familia no se reducía a un pequeño núcleo familiar compuesto de padre, madre e hijos; sino que se creaba una extensa red familiar, un clan familiar, agrupados bajo una autoridad paternal, y unidos por lazos de parentesco sanguíneo o por matrimonio. Las familias suponían la integración en grupos sociales y religiosos. Se compartían entre sí los utensilios de trabajo y labranza, protegían las tierras y el honor familiar y se negociaban los matrimonios y el mantenimiento del honor familiar. La autoridad del patriarca era suprema y todos los miembros de la familia obedecían con respeto las decisiones del patriarca familiar sobre los matrimonios, la repartición del trabajo, los derechos y honores, etc. Las mujeres en la familia eran apreciadas por su fecundidad y laboriosidad en el trabajo del hogar, pero no tomaban partido en las decisiones sociales. Ellas se apoyaban entre sí y estaban completamente bajo la autoridad del padre que incluso podía venderlas como esclavas y estaban abiertas a ser repudiadas por sus maridos. De igual modo los niños eran muy apreciados en las familias, pero la mortalidad infantil era muy alta debido a los pocos cuidados a los que se les podía servir.
Los habitantes rurales de las ciudades eran considerados rudos e ignorantes. El hambre en las aldeas era muy común, sobre todo ante malas cosechas. Su alimentación se basaba principalmente en pan, aceitunas y vino, tomaban judías o lentejas acompañadas de verdura, y completaban su dieta con higos, queso y yogur. En ocasiones especiales se comían pescado salado y carne, solo para las celebraciones y la peregrinación a Jerusalén. La esperanza de vida estaba cerca de los treinta años y pocos llegaban a los cincuenta o a los sesenta.
El trabajo se dividía y repartía de acuerdo con la Misná, la mujer trabajaba en la casa con el cuidado de los niños, la preparación de la comida y limpiando o reparando la ropa; y el hombre trabajaba fuera de la casa en las diferentes tareas del campo, muy pocos trabajaban en la casa como artesanos. La subsistencia era tan importante que todos los miembros de la familia debían colaborar en la misma, en época de recolecciones incluso las mujeres y los niños debían colaborar.
El honor era otra de las claves de la vida comunitaria para las familias. Las mujeres representaban para las familias el pilar más importante en la cuestión del honor, por ello les inculcaban la castidad, el silencio y la obediencia. Los peligros al honor de las familias eran que no se dieran hijos varones al grupo familiar, que se mantuvieran relaciones sexuales sin el consentimiento del grupo o que se divulgaran secretos de la familia.
El ambiente religioso en Palestina era muy variado, aunque en las pequeñas aldeas no eran conscientes del pluralismo que se vivía dentro del judaísmo. Existían grupos de saduceos en Jerusalén, diversos grupos fariseos, monjes de Qumrán y terapeutas de Alejandría[3]. Todos los judíos practicaban el Judaísmo común, es decir, confesaban dos veces al día su fe en un solo Dios, creador del mundo y salvador de Israel; se consideraban miembros de la alianza y del pueblo elegido; se circuncidaban y seguían los ritos de purificación prescritos en la Ley; vivían según los mandamientos y leían la Torá; y peregrinaban a Jerusalén, al menos una vez al año. Además todos respetaban el día sagrado de descanso, el sábado. Éste era un día de descanso semanal que recalcaba las señas de identidad del pueblo y les marcaba su propia condición de judíos respetuosos con la alianza hecha por Dios. En ese día estaba prohibido trabajar, era el día de visitas a familiares y de oración en la sinagoga o el templo.
Tan solo el sábado era capaz de paralizar las duras jornadas del día a día que solo se veían interrumpidas en su dureza por este día semanal de descanso y por las bodas y festividades religiosas. Las bodas se celebraban durante días y consistían en reuniones comunitarias y familiares en las que se comía, se bebía, se bailaba y se cantaban canciones en honor a los novios. Las festividades eran llevadas a cabo con las estaciones del año y cada una de ellas tenía un sentido religioso que recordaba alguna buena acción de Dios en la alianza con el pueblo judío. Así nos encontramos con las siguientes fiestas religiosas:
-         Otoño: En septiembre se celebraba el año nuevo (Rosh hashaná) y diez días más tarde el día de la expiración (Yom Kippur), durante esta fiesta se celebraban sacrificios en el interior del templo de Jerusalén. A los seis días de ésta se celebraba una fiesta más alegre y popular que no duraba un día sino siete, la fiesta de las tiendas (Sukkot), era cuando se mudaban a vivir a las tiendas fuera de las ciudades para festejar la vida del pueblo al salir de Egipto.
-         Primavera: En ésta época se celebraba la más importante de las fiestas, la pascua (Pésaj), que atraía a miles de peregrinos hasta Jerusalén desde todos los lados del mundo. Se festejaba la liberación del pueblo de Egipto. Duraba siete días en los que se festejaba esta liberación y se añoraba ser también liberados del opresor romano. Cincuenta días después se celebraba el día de pentecostés o fiesta de la cosecha en el que se rememoraba la entrega de la Ley en el Sinaí a Moisés.
En cuanto a la educación, cabe reseñar que pocos eran los lugares en los que existía alguna escuela vinculada a la sinagoga local. Pocos sabían leer o escribir y solo contaban con éste privilegio las clases dirigentes, la aristocracia de Jerusalén, los escribas profesionales y los monjes de Qumrán. El resto de la población tampoco tenía una necesidad de aprender a leer o escribir pues su cultura era oral, tenían la capacidad innata de aprender de memoria cantos, oraciones y tradiciones populares que se transmitían de generación en generación.
Para los Judíos el mantener y generar descendencia era muy importante. De hecho el sexo y el matrimonio se veían como algo muy positivo en la sociedad. Muy pocos eran los grupos que vivían un ideal ascético y decidían no formar matrimonios, entre ellos destacan los esenios de Qumrán y los terapeutas de Alejandría, éstos últimos como forma de dominar las pasiones. Entre los Judíos el procrear y potenciar la natividad era muy importante, ya que por un lado daban continuidad a la estirpe y porque garantizaba la realización de trabajos con la incorporación de más mano de obra.
La mano de obra era muy importante pues las familias tenían mucho trabajo que realizar y no todos podían servir igual en los trabajos. Ya que otro de los graves problemas existentes en ésta época eran los enfermos. Al enfermar todo israelita recurría a Dios y anhelaba con toda sus fuerzas recuperar la salud perdida. La enfermedad se consideraba un castigo de Dios por alguna falta cometida, por ello lo primero que hacía el enfermo era pedir a Dios la curación y confesar sus pecados para intentar ganarse el perdón. Los padres y familiares más cercanos, el dueño de la casa o incluso los mismos vecinos ayudaban al enfermo a expiar sus culpas y buscaban algún sanador cercano para intentar ayudarlo. Aunque tradicionalmente los Judíos eran contrarios a las teorías de equilibrio del cuerpo promulgadas por la medicina tradicional, ya en éste siglo I parece que comenzaban a confiar en algún tipo de tratamiento, y no solo en el poder de Dios para poder recobrar la salud. Aun así los médicos eran caros y no podían encontrarse en las ciudades, sino en las afueras de éstas. Tampoco podían acudir a los grandes santuarios de la medicina[4] que se encontraban lejos de Galilea. Eso suponía un enorme gasto que no todos los palestinenses se podían permitir. Lo que más abundaba en aquella zona eran sanadores que curaban a través de ritos y oraciones, por cercanía a Dios y no por utilización de medicina. Éstos eran magos, exorcistas y hombres santos (Hasidim). Los grandes abandonados de Dios en la época eran por tanto los que recibían su castigo en forma de enfermedad o de posesiones demoníacas, que también eran muy frecuentes en la época y seguramente se tratarían en su mayoría de problemas psicológicos y mentales.
Como ya se ha señalador, Antipas quiso emular a su padre con la construcción de grandes ciudades y edificios que le sirvieran para aparentar su inmenso poder frente a los romanos y al pueblo. Esto supuso una mayor carga fiscal que ahogó a los habitantes de Galilea, especialmente a aquellos que vivían en el campo y eran agricultores. Muchas familias temían que la enfermedad, la muerte de un varón o una mala cosechas les arrastrara a la ruina, y por tanto quedaran desolados. Cuando algo de esto ocurría, las familias recurrían a sus vecinos y amigos en busca de ayuda, pero cuando ésta no podía hacerse efectiva, entonces se veían obligados a pedir algún préstamo a los que controlaban las reservas de grano. Al no poder pagar la deuda en su debido tiempo, muchos perdían sus tierras, que pasaban a propiedad de los grandes propietarios o terratenientes.
Además los grandes propietarios potenciaron la especialización en el cultivo de materiales importantes como el vino, el aceite y el trigo. Al tener grandes extensiones de tierra les era más sencillo el poder cultivar estos bienes que los campesinos pobres, los arrendatarios y los jornaleros que tan solo buscaban obtener cebada, judías y otros modestos productos que les facilitaran el poder subsistir.
En cuestión de comercio, Antipas propició la creación de una moneda (Mammón) con la que se buscaba potenciar los intercambios comerciales. Pero pocos campesinos la utilizaban y los que lo hacían eran de pequeño valor, mientras que los grandes señores comerciaban con las de oro o plata. Sin embargo, el resto de la población siguió prefiriendo los trueques e intercambios de mercancías al uso de las monedas. El resultado de éstas prácticas de impuestos y uso de monedas, trajo consigo la miseria en las aldeas, las deudas y el hambre en las gentes del campo, y la pérdida de tierra de los campesinos más pobres. Creció la inseguridad y la desnutrición, trayendo consigo un aumento considerable de jornaleros, mendigos, vagabundos, prostitutas, bandoleros y gentes que huían de sus acreedores. Estos miembros de la sociedad, pasan a ser los últimos. Entre los que se encuentra una gran mayoría de mujeres, niños huérfanos y vagabundos sin techo. Todos ellos son víctimas de los abusos y atropellos de quienes tienen el poder, dinero y tierras. No pueden defenderse, pues no cuentan con medios ninguno.
Esta indefensión de los estratos más bajos de la sociedad, los presenta como personas sin dignidad y caídos en el deshonor, que como ya se ha comentado era tan importante. Los mendigos pedían limosna desde el suelo, sin levantar la mirada y las prostitutas debían renunciar al honor sexual de la mujer. Estos hombres y mujeres no recobraban su dignidad nunca más. Vivían degradados para toda la vida. Además este deshonor e indignidad se veía agravado por las leyes de pureza judías. Estaban separados de la sociedad, para poder preservar la santidad propia del pueblo de Dios. Se excluía del templo a gentiles e impuros. Se potenciaban las leyes religiosas con el fin de potenciar la identidad del pueblo oprimido, y esto hacía que se excluyeran a éste grupo de últimos como apestados impuros que podían hacer peligrar la pureza de todo el pueblo. Éste fue el resultado desastroso de imponer las leyes religiosas como signo de potenciación de la identidad cultural. Se endurecieron las diferencias y discriminaciones dentro del propio pueblo. Ya por nacimiento, los sacerdotes y levitas poseían un rango superior de santidad al del pueblo; los que observaban la ley eran superiores a su vez que los que vivían en contacto con paganos o los que, como prostitutas y publicanos, ejercían profesiones que transgredían el código; los leprosos, eunucos, ciegos y cojos no se podían presentar con el mismo rango de pureza que los sanos; y, por supuesto, las mujeres siempre sospechosas de impureza por su menstruación, eran menos dignas que los varones.
Como ya se ha indicado, uno de los sectores más impuros de la sociedad, era la mujer. Ellas eran las más vulnerables y abandonadas de la sociedad. Ellas estaban condenadas a ser sometidas al varón, en una sociedad patriarcal. La mujer, tras el relato que se había transmitido desde antiguo del Génesis, era la causante de la expulsión del paraíso y por ello un judío de la época debía acercarse a ellas con cautela y mantenerla siempre sometida para evitar que se repita la misma historia[5]. Esto dejaba a las mujeres en una condición de inferioridad frente a la imagen del hombre. Además existía, como en toda sociedad patriarcal, la idea de que la mujer es propiedad del varón. Por eso las mujeres pertenecían al padre, al marido las casadas y en caso de enviudad le pertenecían a sus hijos, volvían a pertenecer al padre, o a sus hermanos. Nunca podían tener autonomía. Por tanto el papel de la mujer quedaba relegado a tener hijos y servir a un varón.
Como ya se ha citado, la mujer era impura al menos una vez al mes, la menstruación, y también como consecuencia del parto. Cuando una mujer estaba en impureza nadie podía acercarse a ellas, pues las personas y objetos que tocaban a pasaban a ser también impuros. Por tanto la mujer en el siglo I era considerada no solo una fuente de tentación y de pecado, sino que además se la catalogaba como frívola, sensual, perezosa, chismosa y desordenada.
Pero de igual forma, y fruto de esta visión tan negativa hacia las mujeres, también se las llega a considerar como un ser vulnerable, al que el varón debe defender y proteger, sobre todo de las agresiones sexuales de otros varones. Para lograr esta defensa de la mujer, se las tenía recluidas en la casa y no se las dejaba participar de la vida pública. Era la forma de que preservaran su honor y el de su familia, al no tener un contacto directo con otros hombres.
Por el matrimonio pasaban, sin ser consultadas, de la autoridad de su padre al de su marido. Aunque sus deberes seguían siendo los mismos que en su casa paterna: moler el trigo, cocer el pan, cocinar, tejer, hilar, lavar el rostro, las manos y los pies de sus maridos, así como tenerlos satisfechos sexualmente y proveerles de descendencia, considerando está el tener hijos varones.
Fuera del hogar la mujer no podía salir sin el acompañamiento de un varón y siempre con el rostro cubierto por un velo. No podían hablar con otros varones, debiéndose mantener alejadas y discretamente calladas. No podían asistir a banquetes ni participar de la vida pública. Incluso en la vida religiosa eran relegadas a un segundo plano, pues tan solo en el ámbito doméstico podían rendir culto. Cuando iban al templo no podían pasar del atrio de los paganos y las leyes de pureza eran muy restrictivas con ellas.
Por último cabe señalar los diferentes sectores y grupos sociales que formaban la palestina del siglo I y que ya se han ido citando. A continuación se les realizará una breve descripción de cada grupo para que se pueda comprender la estructuración del resto de la sociedad, es decir los que no formaban parte de los grupos marginados anteriormente expuestos:
-         Los fariseos: Eran el grupo más activo de la sociedad del momento. Trataban de influir en las vidas de las personas. Éste grupo había comenzado a formarse durante el período Hasmoneo, hacia el 150 a.c. Tuvieron un importante papel en la política, pero Herodes el grande los marginó, aunque ellos no dejaron de lado sus doctrinas contrarias a la helenización. El grupo estaba formado por letrados, familiarizados con las tradiciones y costumbres de Israel. Se sentían unidos por un conjunto de creencias y prácticas que los identificaba ante el resto del pueblo. No era un grupo homogéneo, sino que seguían a maestros como Hillel, Shammai o Judas. Estudiaban la Torá y cumplían todas las restricciones. Por los años treinta era un grupo más urbano que rural, sobre todo en Jerusalén y los alrededores. Fueron el grupo que mantuvo la religión judía hasta nuestros días tras la destrucción del templo.
-         Los saduceos: Eran miembros de las clases dirigentes, muchos eran incluso sacerdotes del templo. El pueblo los consideraba como un sector poderoso y corrupto que vivía de los diezmos, tasas y donaciones que llegaban al templo. Durante la dinastía Asmonea gozaron de poder hasta la llegada de Salomé Alejandra (76-67 a.c.) que se apoyó más en los fariseos. El nombre lo reciben al considerarse descendientes del sumo sacerdote Sadoc, que sirvió en Jerusalén en tiempos de David y Salomón. Recuperaron mucho poder en la época de los romanos al ser los encargados por éstos del culto y el templo de Jerusalén. Gozaban de plena autonomía en el templo y para poder llevar a cabo su labor, contaban con una policía responsable de mantener el orden, intervenían en los litigios y asuntos corrientes de los habitantes, aplicaban las leyes y tradiciones de Israel. A diferencia de los anteriores, este grupo desapareció tras la destrucción del templo (70 d.c.). Además también era diferente al grupo de fariseos, en que era un grupo minoritario y compacto, formado por sacerdotes y laicos.
-         Los Esenios: También conocidos como los “monjes” de Qumrán, poco se sabe de los Esenios fuera de allí. Eran una especie de congregación religiosa que esperaban el final de los tiempos y que se habían retirado al desierto del Qumrán, a una especie de monasterio, para vivir de acuerdo con las leyes de pureza judías. No mantenían contacto con el pueblo, y se dedicaban al estudio de las escrituras.
-         Los romanos: Era el grupo que ostentaba el máximo poder político en la zona. El máximo exponente del poder romano era el procurador que vivía en el palacio de Cesarea del Mar o en la torre Antonia en Jerusalén, donde además le acompañaba siempre una guarnición de soldados. El objetivo de los romanos era asegurar la “pax romana” en la zona e imponer su justicia. Pocos eran ciudadanos romanos o gozaban de derechos y privilegios ante este grupo dominante. Desde el año 6, tras la destitución de Arquelao, Roma gestionaba directamente la zona, para entonces los tributos se pagarían directamente al prefecto romano y no a una autoridad judía. En el año 70, tras una revuelta, destruyen el templo de Jerusalén y acaban con las autoridades judías hasta el momento.
   Éste es el panorama político, social, religioso y cultural de la palestina del Siglo I, en el que desarrolló su vida y obra Jesucristo. No se ha tenido en consideración en este resumen la figura misma de Jesús, que Pagola estudia desde diferentes vertientes, pero que sería necesario abordarlo en un estudio superior. Como ha podido observarse a lo largo de la presente recensión, los argumentos puestos en evidencia han seguido el orden que el profesor Pagola ha puesto en su libro, siguiendo a su vez las partes más importantes del mismo, abordando la realidad social del momento. Lo interesante de la lectura es que el análisis que se realiza a través de la figura de Jesús va siguiendo un orden de los antecedentes a la situación del momento y se realiza una especie de avanzadilla histórica sobre el que pasará tras la muerte de Jesús, pudiendo reconstruirse la sociedad desde los cimientos mismos de la realidad cultural.


[1] J.A. Pagola, Jesús. Aproximación histórica, 13
[2] Ibíd., 18
[3] “Los investigadores tienden a diferenciar el «judaísmo común» y los «diversos judaísmos». El judaísmo común es constituido por las prácticas y creencias de la gran mayoría del pueblo y los diversos judaísmos buscan presentarse a sí mismos como verdaderos herederos de Israel. Ibíd., 48
[4] Esculapio, Isis y Serapis. Ibíd., 160
[5] Ibíd., 212

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