1. El rito religioso
El rito
religioso es algo que siempre ha estado presente en la vida de los hombres. Es
un aspecto tan originario del hombre que no se puede desligar de su propia
forma de ser y actuar, desde los albores de la humanidad. De hecho en la Biblia
aparecen varios cultos, que aunque tildados de idolatría, muestran que todas
las culturas de alrededor tributan un culto a deidades, aunque solo la
experiencia de Israel se presente como el culto verdadero.
El rito
contiene unas claves, o rasgos identitarios por el que podemos decir que es
algo colectivo, tradicional, que dota de sentido a la vida de los hombres y
crea el espacio desde el que se puede pensar la existencia, tanto personal como
colectiva. De esta forma vemos que si desde el principio ya se tributaba un
culto a la deidad, como el que hace Abel o Noé, será el pueblo de Israel el que
se organice para dar culto a Dios en la montaña de una forma organizada.
Cabe
señalar que el culto es algo que no es fruto del hombre, sino que responde a
una iniciativa divina. Es Dios el que se manifiesta (hierofanía), y a partir de
aquí se producen dos movimientos que se reflejan en el culto:
a)
En primer lugar, la hierofanía separa lo
que es sagrado, de lo profano. Estipula el espacio del mundo y el de lo sagrado
(Templo, moradas, cuerpo del hombre)
b)
En segundo lugar, ayuda a orientar el
tiempo. Todo el tiempo también pasa a ser sagrado, y los ritos recordaran esa
consagración. Hay ritos temporales de separación (funerales), de transición
(embarazos, desposorios) o de incorporación (matrimonio, paso a la adultez)
De hecho la raíz de tiempo y templo hacen
referencia a un inicio común en el lenguaje. Pues el culto santifica el lugar
donde se realiza y el tiempo en que se hace. Así el hombre entra en
comunicación con la divinidad que se le manifiesta.
2. Los sacramentos de Israel, a lo largo de
su historia
En la Biblia lo que antes se ha presentado como
la capacidad que tiene sobre el hombre el hecho religioso, tiene una concreción
muy típica en el pueblo de Israel. Por eso se puede ver los efectos que sobre
él tiene:
a)
El
rito: tiempo de salvación
Los ritos serán para el Pueblo de Israel una
forma de santificar el tiempo y la convivencia a lo largo del año. Se produce,
por lo tanto, una sacralidad del tiempo en el que se observa y conmemora la
acción de Dios. En cada celebración se realizan una serie de ritos que
conmemoran y actualizan la acción de Dios sobre su Pueblo. Se vuelven a
recordar acontecimientos del pasado como la salida de Egipto, el paso del mar
Rojo, la estancia en el desierto, la subida al Sinaí, etc. pero en esta ocasión
realizando un rito concreto que rememora y actualiza la acción que Dios obró y
sigue obrando.
De esta manera se presenta la historia de la
salvación como una historia de madurez del pueblo, que va alcanzando su
independencia y sentido mientras Dios le trata de manera pedagógica. Poco a
poco pasan de estar mantenidos por Dios, a tener la autosuficiencia de poder
ofrecerle a Dios los frutos de sus trabajos.
El rito, en este sentido, recuerda que la
historia de salvación comienza siempre con la acción de Dios que sale al
encuentro del necesitado. Por eso la importancia de celebrar la liberación de
la esclavitud, como comienzo de esta historia de madurez; después vendrá la
purificación del desierto, así como la enseñanza de un maestro o un padre con
sus hijos (la experiencia del Sinaí); concluyendo con el asentamiento en la
tierra prometida, y ahora es el propio pueblo el que ofrece a Dios, un lugar el
Templo y unas ofrendas, los frutos de la tierra. Así mismo, la consagración en cada semana del
sábado a Dios, recuerda que todo procede de él y hasta el tiempo debe serle
devuelto como camino hacia él.
b)
El
sacrificio: lectura en clave de paternidad
Los sacrificios en el pueblo de Israel sirven
para unir a los hombres con Dios. Teniendo en cuenta que aquello que se ofrece
es anterior al propio hombre, porque es un don que recibe de Dios, quien es el
primero que dona el sacrificio. La importancia del sacrificio entraña el
derramamiento de la sangre, símbolo de la vida, para que así se simbolice la
unión (comunión) con Dios, ambas vidas se unen. El animal sustituye al hombre,
que pasa a vivir una nueva vida junto a Dios.
Por tanto, fruto de esta comunión con la
divinidad, se encuentra la paternidad de Dios. Dios que ha sido el creador y
cuida del género humano, adopta a aquellos que se unen a él por el sacrificio.
De ahí la importancia de un sacrificio particular, la circuncisión, la cual es
símbolo de la unión con Dios que queda marcada en la piel del que es hijo del
pueblo elegido, además se produce el derramamiento de la sangre signo de la
alianza de Dios con este pueblo elegido.
c)
El
culto genera espacio: el templo y el cuerpo
El templo se construye por una iniciativa
divina, es Dios quien revela el tamaño y materiales del templo. Este edificio
sirve para recordar al hombre que por medio del rito se ha creado una relación
con Dios, como la que existe con el padre y el hijo. El hijo ve en la casa que
ha sido acogido por su progenitor y que su existencia es fruto de ser acogido
como hijo por su padre. Además el templo recuerda al pueblo la creación, de ahí
la similitud con los relatos de la misma, para mostrar al hombre que la casa de
Dios es el mundo.
Pero también es importante, mostrar que el
cuerpo es a su vez el lugar donde Dios ha insuflado su aliento. Es por tanto un
lugar de su presencia. Se crea un espacio en el propio cuerpo para entrar en
comunión con Dios, de manera que la carne pasa a ser lo que te relaciona con
Dios: el hijo es carne de su padre, los hermanos de la misma carne y los
esposos una sola carne.
d)
Los
profetas: críticas y ahondamiento del culto
A lo largo de la historia del pueblo de Israel
se producen una serie de profanaciones a la presencia de Dios, se cae en varias
ocasiones en impureza ritual. Los profetas van a denunciar y criticar el culto
dado a Dios, porque se convierte en gestos vacíos y sin contenidos. El culto
queda solo en gestos externos sin ahondar en la propia esencia de lo que se
ofrece; no llega a la carne, ni el tiempo vivido, y se encierra en las piedras
inertes.
Los profetas no van a querer eliminar el culto,
sino que preparando el camino a Cristo, van a llevarse el rito a signos propios
vividos en sus propias historias personales, a sus carnes.
3. Los ritos antiguos a la luz de Jesús
Todos los ritos del Antiguo Testamento
vislumbran un futuro, una plenitud que se alcanza con Jesucristo y la
Eucaristía. Por tanto, el culmen de la acción salvífica de los ritos encuentra
su lugar en la Eucaristía, que no solo los aúna sino que además los plenifica.
a)
Desde
el Nuevo Testamento
Jesús afirma él mismo que no ha venido al mundo
para abolir la Ley, sino para darle cumplimiento en plenitud. De ahí que haga
gestos como el de curar en sábado, no para destruir este tiempo sagrado, sino
para dotarle de la importancia de la acción salvífica de Dios. Toda su vida es
una relectura de la Ley del pueblo de Israel, tanto es así que su propia muerte
supone acabar con las ofrendas rituales, como los machos cabríos o la circuncisión.
El culto es transformado desde la esperanza profética.
Jesús se convierte así, en el nuevo templo y en
el culto verdadero que se ha de tributar. Su entrega obediente al Padre muestra
el verdadero culto en la carne y vida del creyente. Jesús es el Hijo de Dios
nacido bajo la Ley, es por tanto, un hombre y por eso puede afirmarse que con
él la eucaristía parte del hombre Jesús hacia Dios, y no se espera la acción de
éste, que era previa en el culto semítico.
San Pablo releerá todos los ritos e historia
del pueblo de Israel desde la óptica del sacrificio de Jesús, les dotará de una
nueva interpretación. Y el autor de Hebreos, también leerá los sacrificios
desde el cuerpo y la entrega obediente a hacer la voluntad de Dios. De manera
que se potencian dos rasgos importantes: la importancia de la filiación en la
ofrenda del sacrificio; y la importancia de que el sacrificio se realice en la
carne, templo y víctima de los sacrificios.
b)
La
lectura tipológica de los Padres
Algunos de los primeros cristianos rechazaban
la antigua Ley, veían que no tenía nada que ver el rito de Israel con la acción
de Jesús. Llegando incluso a afirmar que el dios que se manifiesta en el
Antiguo Testamento no es el Dios del Nuevo Testamento. Pero frente a estos, la
Iglesia siempre afirmó la continuidad entre los antiguos ritos y los ritos de Jesús.
Se formaron tres formas diferentes de entender el Antiguo Testamento:
1-
Algunos Padres como Orígenes,
consideraban que el rito unía esponsalmente con Dios, por eso era importante su
realización, en tanto en cuanto, se realizaba como muestra de esa unión. Además
era una invitación para pasar del mero rito (expresión literal) al cumplimiento
del espíritu de ese rito (cumplimiento moral).
2-
Otros Padres, como san Justino mártir o
san Ireneo de Lyon, dieron valor no solo al cumplimiento moral, sino también al
literal del culto en sí. Para ellos el realizar un rito suponía poner una
limitación al pecado. El nuevo rito desde Jesús suponía la entrega total del
hombre y su vida, pero el antiguo rito era ya figura de este que se realiza en
totalidad y no solo en darle a Dios aquello que de él se había recibido.
3-
San Agustín, por su parte, dirá que el
rito era la preparación a Jesús. De hecho para él, el judío que lo realizó de
manera literal obtuvo la salvación pues era la exigencia de Dios entonces al
pueblo. Quien lo practicó sin conocer el trasfondo del mismo se salvó como un
esclavo que obra por obediencia a su señor; pero el que conoce el signo que se
encierra tras el rito, ese se salva como un liberto.
c)
Los
sacramentos de la Antigua Ley en la tradición teológica desde el medievo.
Los autores del medievo discuten sobre la
continuidad o no del antiguo rito y el nuevo. Para ello acuñan dos términos
para darle contenido a la acción salvífica de los sacramentos: “ex opere
operantis” que hace referencia a la validez salvífica acorde con la actitud de
quien realiza el sacramento; y “ex opere operato” que hace referencia la obra
salvífica del propio rito, con distinción de quien lo realiza.
Dos serán las corrientes que durante la Edad
Media van a discutir el efecto de los viejos ritos. Por un lado los seguidores
de Hugo de San Víctor que afirmarán el “ex opere operato”, por lo tanto, los
antiguos ritos son sacramentos porque dan cumplimiento a lo que después
instituirá Jesucristo, seguidor de esta escuela será San Buenaventura.
Por otro lado, la posición de Pedro Lombardo,
en la que tendrá más valor el “ex opere operantis”, por tanto, el antiguo rito
actuará como sacramento dependiendo la actitud del que lo realiza y su fe hacia
Dios. Santo Tomás seguirá esta corriente, aunque parece haber una evolución en
su pensamiento. Para el Aquinate solo después de Jesucristo se puede hablar de
salvación en los ritos, luego en el Antiguo Testamento el rito es muestra de la
misericordia de Dios pero no se le desprende un valor salvífico.
Durante la Reforma la discusión se centrará en
el tema de la justificación y la gracia, y el Concilio de Trento no querrá dar
respuesta a ninguna de estas dos escuelas. Por ello no se realiza una solución
dogmática y doctrinal al respecto en este período.
4. Conclusión
Se puede concluir afirmando que los antiguos
ritos son la luz con la que se comprenden mejor el camino de toda cultura a la
cristiana; y también se ve el recorrido previo e histórico a los actuales siete
sacramentos, que no aparecen de la nada sino que son obra de una inspiración
acumulada por Dios a través del tiempo. Por tanto:
-
El culto del Antiguo Testamento hace
visible la lógica de la alianza forjada por Yahvé con su pueblo.
-
El rito ordena la realidad dotándola de
un espacio. Es el lugar donde se manifiesta en el templo y el cuerpo la acción de
Dios
-
Con el rito se presenta la propia
historia, en la que se lee la acción de Dios y se espera que sigue actuando
según sus promesas.
Se puede concluir que los sacramentos
cristianos son más antiguos que los de Israel (san Ambrosio) porque plenifican
el ser del hombre y su oblación misma en la carne. Mientras los antiguos solo
tenían capacidad salvífica por iniciativa de Dios, ahora es la propia carne de
Cristo la que se entrega en unión con el hombre y Dios y dota de un sentido más
profundo la vida de todos los hombres. Es el lugar de encuentro en el tiempo y
el espacio con los hombres, y sirven para que podamos relacionarnos desde
Jesús, con el mismo Dios que sale a nuestro encuentro.
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