1. Concepciones de liturgia anteriores al concilio vaticano II:
Antes del Concilio Vaticano II se ha de
tener muy en cuenta dos concepciones principales sobre la liturgia:
- Por un lado, la del Movimiento Litúrgico que propuso tres tipos de definiciones sobre la liturgia:
-
Definiciones
estéticas: son aquellas que entendían la liturgia como la forma exterior y
sensible del culto, el conjunto de ceremonias y ritos
-
Definiciones
jurídicas: que proponen la liturgia como el culto público de la Iglesia
regulado por su autoridad.
-
Definiciones
teológicas: son las que entienden la liturgia como el culto de la Iglesia, pero
que se centraban solo en la acción de los ministros ordenados.
Esta perspectiva va a
producir que la definición de liturgia se entienda como el conjunto de signos
sensibles, eficaces, de la santificación y del culto de la Iglesia
- Por otro lado, es importante la definición que contiene la encíclica “Mediator Dei”, en la cual se especifica que la liturgia es el culto público que nuestro Redentor tributa al Padre como Cabeza de la Iglesia, y el que la sociedad de los fieles tributa a su fundador, y, por medio de él, al eterno Padre es, diciéndolo brevemente, el completo culto del Cuerpo místico de Jesucristo, es decir, de la Cabeza y de sus miembros.
Con esta definición
se puso a cristo en el centro de la adoración y el culto de la Iglesia.
2. Dinámicas trinitarias y dimensiones teológicas de la
liturgia
Siguiendo la obra de C. Vaggagini: “El sentido teológico de la liturgia” y
los puntos 5 y 6 de la Constitución Sacrosanctum
Concilium, podemos afirmar que el camino por el que Dios viene a nosotros y
nosotros vamos a él no se ha dejado a nuestro capricho sino que ha sido
señalado por el mismo Dios que se nos revela.
De esta forma, sabemos por revelación
que el Dios al que vamos encaminados, es un Dios Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu
Santo. También sabemos que la propia revelación, nos abre una maravillosa
espiral de luz sobre el ciclo de las relaciones entre este Dios Trinidad y cada
uno de nosotros los hombres. De manera que todo procede del Padre, por medio de
su Hijo encarnado, Jesucristo, en la presencia en nosotros del Espíritu Santo. Así
por medio del Hijo encarnado, Jesucristo, todo debe retornar al Padre y
alcanzar su fin último, la Trinidad.
Toda la estructura litúrgica presupone
esta dialéctica. Por eso la acción litúrgica comienza en el Padre (Patro-originada)
y finaliza también en él (Patro-finalizada). Tiene a Cristo en el centro de
toda la acción litúrgica como el único y eficaz mediador entre Dios y los
hombres (Cristo-céntrica). Es impulsada por la acción del Espíritu Santo que
dinamiza y permite la acción litúrgica (pneumato-dinámica) que se realiza en la
iglesia (eclesio-tópica) y en cada persona (antropo-mórfica)
3. Historia de la salvación y liturgia.
La salvación es un misterio oculto del
Padre, que a lo largo de la historia se ha ido progresivamente revelando a los
hombres. De hecho son tres las etapas que se pueden identificar en esa historia
de la salvación:
-
El anuncio y la
preparación:
Es el tiempo del Antiguo Testamento en el que gradualmente se va mostrando el
amor de Dios hacia los hombres y la elección de estos en Cristo. Se utilizan
figuras (tipos) de Jesucristo.
-
La plenitud y el
cumplimiento:
Es el tiempo del Nuevo Testamento en el que el Verbo se hace carne. Podemos
conocerlo en persona y como actuó con hechos y palabras. Jesús tiene la
centralidad de toda su acción en el momento pascual, donde se culmina su
entrega al Padre por todos los hombres con su pasión, muerte y resurrección. Así
como por el envío del Espíritu Santo y la institución de la eucaristía.
-
La actualización y la
permanencia:
En esta última etapa, el protagonismo es del Espíritu y de la Iglesia. Ahora la
obra de la redención ha de llegar a todos los hombres mediante la fe en el
Evangelio y la incorporación personal al misterio de Cristo en los sacramentos.
He aquí la misión de la Iglesia: anunciar a Cristo y hacerlo presente en la
vida litúrgica por los sacramentos.
4. Misterio pascual y liturgia:
La historia humana se une a la divina
por medio de la encarnación del Hijo, que no solo vino a compartir nuestra
condición humana, sino que además quedo encarnado en el tiempo de los hombres
para siempre. De hecho podemos decir que desde el acontecimiento de la
encarnación se producen unos acontecimientos en el tiempo de los hombres como
acción divina que se conocen con el termino Kairoi (tiempos oportunos y
favorables). Estos Kairoi establecen una línea de continuidad a lo largo de
toda la historia, de manera que su carácter salvífico está presente en todos
los momentos de la historia de la salvación, aun cuando cada uno tenga su
propia incidencia. Además, estos Kairois poseen la característica de ser
irrepetibles, ephápax (de una vez para siempre).
Estos acontecimientos que son únicos en
la historia, son producidos por la acción del Espíritu Santo que otorga la
adopción divina a los hombres. Gracias a la acción pneumatológica el anuncio
del Evangelio, el bautismo y los demás sacramentos, sobre todo la Eucaristía,
se convierten en Kairoi en la vida de cada hombre que escucha, cree, se
convierte, es bautizado y recibe el perdón de los pecados y el don del
Espíritu, y persevera en la enseñanza de los Apóstoles, en la eucaristía, en la
comunión y en la oración.
Al ephápax, característico de los Kairoi,
le sucede ahora el hosakis (cada vez que/ cuantas veces), el cual se produce
por medio de la liturgia. Como señala el Catecismo de la Iglesia: la liturgia
cristiana no solo recuerda los acontecimientos que nos salvaron, sino que los
actualiza, los hace presentes. El misterio pascual de Cristo se celebra, no se
repite, son las celebraciones las que se repiten, en cada una de ellas tiene
lugar la efusión del Espíritu Santo que actualiza el único misterio.
Este paso del ephápax al hosakis,
dentro de los Kairoi, se puede realizar en la liturgia gracias a los memoriales
(anamnesis). Término que ya era utilizado en el Antiguo Testamento y que Jesús
utilizará. El memorial, en su concepto pleno, es una conmemoración real, no
meramente ideal o subjetiva, una representación de lo que se conmemora, una
presencia real de lo que ha sucedido históricamente y ahora se nos comunica de
una manera eficaz
5. Modos de la presencia de cristo en la liturgia:
Como se ve en el punto 7 de Sacrosanctum Concilium, toda la liturgia
tiene a Cristo en el centro. La presencia del mismo puede verse:
-
En
el sacrifico de la misa, en la persona del ministro y en las especies
eucarísticas.
-
También
está presente en todos los sacramentos siendo él, el que realiza las acciones
sacramentales.
-
En
su Palabra, que siempre acompaña cada acción litúrgica.
-
Así
como en la comunidad que se reúne para suplicar y cantar salmos.
De
hecho, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo.
Donde la cabeza y todos los miembros de la Iglesia forman el cuerpo místico de
Jesucristo, en el momento de ejercer el culto público íntegro.
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