Con el emperador Constantino cesan las persecuciones contra los cristianos, pero comienza a crearse un culto popular hacia todo lo relativo con los llamados Mártires (testigos de la fe cristiana). Se comienza así una devoción por las reliquias funerarias de aquellos que habían muerto en las persecuciones, profanando sus tumbas y objetos que hubieran podido estar en contacto con estos cristianos martirizados. Se edificaban iglesias nuevas, ermitas y templos, para albergar los restos de los mártires y la gente peregrina hasta ellos para pedir protección, auxilio o salud. Como acredita Teodoreto de Ciro en su obra Terapéutica de las enfermedades griegas.
Esta práctica llega a extenderse por todo el Imperio Romano, pero comienza en la parte oriental, donde las leyes y gobernadores eran más permisivos para el desenterramiento de mártires. De hecho parece ser que el primer testimonio de una profanación, se produciría a las afueras de Antioquia, en un barrio suburbano llamado Dafne. Un Obispo antioqueno que habría muerto martirizado, Babila, fue utilizado para ser desenterrado y llevado a ese barrio de Antioquía con el fin de frenar ciertas prácticas perniciosas en la juventud.
Aunque esta práctica comenzó a desarrollarse con mucho éxito, sobretodo en las clases más populares, cabe señalar que también se encuentran testimonios en contra. Se posicionaron contra estas profanaciones autores tanto cristianos como paganos.
Del mundo pagano caben señalar los testimonios de Amiano Marcelino historiador latino, que ridiculizará esta práctica que era realizada por un general que tenía la costumbre de entrar a dar culto a los lugares donde iba pasando con reliquias de mártires cristianos. También el emperador Juliano, en su adversus galileos, ridiculiza estas prácticas, por considerar que se igualaban los cadáveres de los mártires al cadáver de cristo. Otra crítica será la del filósofo pagano Eunapio de Sardes, que dirá que los cristianos desentierran y dan culto a gentes condenadas por la justicia, criminales.
En cuanto al testimonio de los autores cristianos, nos encontramos con un escrito de Jerónimo que se enfrentará con un monje llamado Vigilancio que está en contra de esta forma de religiosidad. Jerónimo le recriminará su actitud y le aclara que el culto a las reliquias no es una suerte de idolatría, además de ser practicada incluso por el Papa de Roma. Por último, tenemos también el testimonio de uno de los padres del eremitismo, el Abad Antonio. En su obra vida de Antonio, Atanasio de Alejandría apunta que este monje pidió que a su muerte no se le descuartizara y estaba en contra de esta práctica, frente a la que había predicado en numerosas ocasiones.
De esta forma podemos contemplar como hubo posturas, tanto a favor como en contra para el culto a las reliquias de los mártires, tanto en el ámbito cristiano como en la intelectualidad pagana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario