Dos
Santos Vaz es profesor en la universidad Católica de Portugal. Especialista en
Sagradas Escrituras y en ciencias bíblicas. Pertenece además a la Orden de
Carmelitas Descalzos. Siendo un reconocido profesor y un especialista en el
análisis de las Escrituras.
En
éste texto él va a analizar la Inspiración de Dios sobre las escrituras y va a
observar de que manera se cristalizan y llegan a nuestros días, partiendo desde
el primer encuentro de Dios con los hombres y toda la evolución de su
comunicación hasta la actualidad.
Él
dice que cuando se habla d que la Biblia es Palabra de Dios se ha de pensar de
que manera inspiró Dios a los autores sagrados para escribir esa Palabra. Pues
la Biblia no es un libro que cayera del cielo escrita o que de manera
sorprendente apareciera por arte de magia.
El
problema surge porque desde hacía siglos se concebía la Verdad revelada solo a
los Hagiógrafos sin que se les considerara el momento sociopolítico o religioso
en el que fueron escritos en un espacio contextual y temporal. Esto llevaba a
concebir como errónea la idea de cómo se habría producido la inspiración. Pues
hasta hace pocas décadas se les dotaba de un sentido teológico y no de un
análisis de los datos bíblicos sin más.
Para
ello y en un primer estudio realizado por el autor se nos van a presentar los
factores que posibilitaron un cambio de perspectiva. Éstos se debieron a un
importante cambio en la mentalidad de los estudiosos y teólogos debido diversos factores que el profesor Dos Santos
enuncia de ésta manera:
-
La importancia de la Iglesia como
“Pueblo de Dios”. Lo cual hacía que se prestara atención de una manera muy
particular, tras un momento histórico y renovador como fue el Concili Ecuménico
Vaticano II”, al trasfondo comunitario de las escrituras. Las cuales se ven
como un mensaje enviado a una comunidad.
-
Incluso antes del “Concilio Vaticano
II” ya se estaba tratando de subrayar las raíces sociales de la inspiración.
-
Se sitúa en la Dei Verbum la Palabra
de Dios en un contexto socio-religioso de un pueblo, en éste caso el Pueblo de
Israel, en momentos de su historia de revelación y salvación con un Dios que se
ha manifestado a los hombres de esa comunidad.
-
La arqueología por su parte, así como
los textos extra-bíblicos del período histórico encontrados en los pueblos y
culturas circundantes nos muestran una oportunidad de comparación con los
textos de la Biblia y se ven las similitudes y diferencias entre ellos.
-
Se toman relevancia los estudios
históricos-críticos mediante los cuales se reconoce que los autores bíblicos
son “verdaderos autores” de las Escrituras y a la vez se acepta que “Dios habla
por medio de hombres y en un lenguaje humano” (Dei Verbum)
Tras
la presentación de éstas causas, el profesor Dos Santos nos intenta realizar
una sistematización de la perspectiva actual sobre la naturaleza de la
inspiración bíblica.
Él
dirá que se ha de entender que la Palabra se articula y se transmite a partir
de un grupo humano en una evolución histórica de la historia de la Salvación;
la cual culminará con la venida del Hijo de Dios. Por lo tanto ha de entenderse
sistemáticamente la inspiración a través del pueblo de Israel y de la Iglesia
apostólica como un grupo de humanos sobre los que recae esa inspiración
bíblica, y los cuales se encuentran con la necesidad de sistematizarla.
Para
ello el autor nos presenta una evolución histórica de la Palabra a través del
tiempo y como fue configurándose en el espíritu interno de la comunidad
israelita a través de los siglos hasta que se abre al resto de la humanidad y
su paso por el mundo hasta la actualidad. Él propone la siguiente síntesis
histórica para convencionalizar la Palabra que se ha legado hasta nuestros días:
1. La
inspiración de Dios en la historia de un pueblo:
Dios se revela
desde Abraham a un pueblo que muy posteriormente sintetizará y escribirá sus
interpretaciones de los hechos por la inspiración. La historia de la revelación
comienza con Abraham dirigida en una manifestación de Dios al pueblo de Israel.
La revelación de
Dios es interpretada por el hombre a través de la experiencia de un pueblo, es
subjetiva por tanto pues es interpretada por hombres desde su punto de vista,
aunque no sea una capacidad del hombre hacia Dios, sino de Dios a los hombres a
los que se revela.
La Palabra y los
hechos de Dios se suceden a lo largo de la historia de Israel y presenta la
realidad oculta de Dios que se desvela a través de esas dos realidades
subjetivas: los hechos y la Palabra. La Palabra de Dios ha de ser interpretada
no como una exégesis bíblica sino como palabra de hombres que se desarrolla en
un mundo de hombres. Por tanto la acción del espíritu y del hombre sobre el que
recae la acción no se pueden separar.
Los hechos
históricos sorprendieron a los hombres que los interpretaron en una clave
religiosa. Éstos hechos históricos fundaban las bases de la comunidad y la
dotaban de pilares socio-culturales. Seguramente éstas interpretaciones surgen
de líderes carismáticos que al contacto con lo divino supieron interpretar sus
signos en los hechos históricos. El pueblo aprende por ellos a leer e
interpretar los hechos históricos desde una óptica religiosa.
2. El
Espíritu de Dios en la historia de la revelación:
En el manifestarse
de Dios resulta fundamental que el hombre acoja a Dios en ese diálogo, pero en
ese manifestarse de Dios el que realiza la acción es el espíritu que se
manifiesta según su voluntad y ha de ser acogido por el hombre. El Espíritu de
Dios en la Biblia se refería a ese Dios que se comunica con los hombres. El
término espíritu de Dios, Palabra o presencia fueron calando la Biblia como
sinónimo del propio nombre de Dios.
Se trata el
Espíritu de Dios como un fenómeno posesivo en el que los hombres protagonistas
de la historia de la salvación actuaban en nombre de Dios. Es el espíritu el
que guía a Moisés, a Sansón, a David, etc.
Después se verá
también con los profetas, la Palabra del Espíritu de Dios presentada como
palabra de hombres. Será el Espíritu el que hable por boca de los profetas. El
Espíritu capacita a los profetas para hablar. Por lo tanto la Palabra del
profeta en tanto que se considera realizada por el espíritu es Palabra de Dios.
Otra expresión del
pueblo en el que se concreta la revelación de Dios es en la Ley. Para ellos
será fundamental la acción del Espíritu sobre la Ley y los profetas. La Ley
(Torah) se consideraba dada por Dios a Moisés, era como un paso previo a ser
considerada Palabra de Dios. Era la que regulaba las acciones culturales y
sociales del pueblo de Israel, por eso la importancia de esa Ley.
3. La
revelación transmitida en la vida del pueblo:
Éstas experiencias
del pueblo se transmiten de manera oral y no por escrito. De generación en
generación queda latente en las instituciones, leyes, costumbres, historias,
leyendas, etc., del pueblo que lo configuran como tal. Algunos de los mitos y
costumbres se verán aumentados o disminuidos con el paso del tiempo por nuevas
interpretaciones a la luz de las experiencias vividas por el pueblo. Éstas
interpretaciones se realizaban en un contexto social estructurado con una
jerarquía social y religiosa desempeñada por carismáticos al servicio de la
Palabra de Dios.
4. La
Palabra de Dios se fija por escrito
Llegado un momento
histórico se fijaron todas éstas tradiciones del pueblo por escrito y se
plasman con las formas de concebirlas típicas de la época en que son escritas y
no con la realidad ocurrida en los siglos anteriores. A partir de ésta época ya
no hay oráculos sino libros escritos por los profetas. Al parecer con Esdras se
queman los escritos y él pide la inspiración del Espíritu para recuperarlos. De
ahí que en los nuevos escritos se varíen las interpretaciones a la inspiración
del Espíritu de Dios. Poco a poco se van elaborando los escritos y aparece
alrededor del año 132 a.c. un tercer bloque de escritos considerados libros
sagrados que se sitúan junto a la Torah y a los Profetas. La inspiración en los
Hagiógrafos del Espíritu se ha de considerar desde la concepción y la
inmanencia de los escritos
5. La
“Palabra de Dios” encarnada en Jesucristo
Dios va hablando en
el lenguaje humano de muchas formas hasta que culmina su lenguaje humano con la
encarnación del propio Dios en su Hijo. La Palabra se encarna en Jesucristo y
toma no solo la lengua de los hombres, sino al propio hombre. Es Dios en su
máximo lenguaje humano, la Palabra había sido el camino que llevó a la
culminación de la revelación con el hacerse carne.
6. La
Palabra de Dios cristaliza en la tradición apostólica
Las enseñanzas de Jesús
es oral a sus discípulos y seguidores. Con él se completa el misterio de la
salvación que encuentra su culmen en su muerte y resurrección.
La Tradición
apostólica es fruto de las predicaciones de Jesús que se cristalizan en ese
vivir de los primeros seguidores y como éstos transmiten todo aquello que Jesús
predicó. Tras su resurrección se comprende como autorrevelación escatológica de
Dios. El mensaje se va llevando a otros ambientes y culturas diferentes al
original, y se conservan por la llamada Tradición apostólica.
7. La
acción del espíritu de “Cristo” en la Iglesia apostólica
La revelación plena
se completa cuando viene el Espíritu sobre la tierra, que ya no es solo el del
Padre, sino también el del hijo. Para predicar la Palabra de Dios con valor será
necesario contar con el Espíritu. Éste Espíritu será el que mantenga la Palabra
de Jesús viva y el que sostenga a la Iglesia en toda su labor.
8. La
“Palabra” encarnada cristaliza en escritos bajo la influencia del Espíritu de
Jesús.
Para permanecer en
las enseñanzas de Jesús, tras su muerte y resurrección, era necesario ponerlas
por escrito para mantenerlas. Pues los testigos oculares también estaban
desapareciendo y los nuevos ya no eran una fuente primaria de las enseñanzas de
Cristo. Las comunidades tenían la necesidad de mantener el mensaje y por eso se
produjeron nuevos escritos funcionales, ocasionales y fragmentarios. Éstos
escritos serían tanto para mantener el mensaje como para extenderlo a otras
comunidades ya formadas o recién creadas.
El Espíritu de Dios
se encarga de proteger la Iglesia, por tanto ha de verse también su obra sobre
los escritos de la comunidad, los cuales fueron escritos por inspiración. Los
autores del Nuevo Testamento estaban necesariamente bajo el influjo del
Espíritu; utilizan las palabras y el mensaje del Verbo encarnado que es Jesús.
Así vemos que la
inspiración de los escritores era un carisma personal de algunos individuos de
la comunidad de Fe, sin que se pueda hablar de “comunidad inspirada”. Pero no
eran escritos que se pudieran considerar aislados de la comunidad en la que
acontecía la revelación divina. Todos los libros tienen éste carisma de Palabra
de Dios que los impregna por la acción del Espíritu sobre ellos.
Incluido el
Apocalipsis como último libro de la Biblia. En éste se puede observar cómo se
presenta la revelación de Cristo en un tono que explicita un todo divino. La
clave está en leerlo en un sentido figurado; ya que es una metáfora de la vida
celeste como el culmen de la revelación de Jesús.
La Iglesia acoge
los escritos del Antiguo Testamento ya que Jesús atestiguó, durante su vida, el
origen y la naturaleza divina de los escritos allí recogidos. La Iglesia
Apostólica y, por ende, la post-apostólica los recoge pero desde el punto de
vista de Jesús. Son analizados, por lo tanto, a la luz de la revelación total
acontecida en Cristo. La Iglesia “reedita”, “reescribe”, “relee”, éstos
escritos teniendo a Jesús como la luz que los ilumina y les da un nuevo sentido
al que tenían antes de su encarnación. Son como el camino preparatorio para la
venida del Cristo que es el culmen de la historia de la salvación, con él se
entienden las escrituras como Palabra que se encarna y nos da un valor
diferente a las escrituras en su totalidad.
En conclusión
debemos afirmar que la Palabra de Dios no se puede conservar ni entender si no
se transcribe a palabra de hombres y esto, por obra del Espíritu, se cristaliza
a través de la inspiración. El mantenimiento y sostenimiento de la fe de un
pueblo ha de ser fundada en los escritos que lo configuran y la Palabra de Dios
es ese armazón que contiene el sentido de permanencia de la comunidad. Pero
aunque sea la vértebra de la Fe, no se ha de pensar como un escrito
comunitario, sino que la Biblia es fruto de una serie de escritores que se
hallan dentro de una comunidad con sus costumbres, culturas, uso del lenguaje,
etc., pero que han sido tocados por un carisma particular que los hace ser
escritores por inspiración de aquellas palabras que Dios ha querido que
permanecieran por escrito.
Además se tiene que
entender que lo que la Biblia relata no son verdades históricas, ni biológicas,
ni geográficas, etc., son las Palabras de Dios que nos conduce a la salvación,
por eso la intencionalidad del Espíritu al revelar las escrituras, y la de los
escritores bíblicos al plasmarlas por escrito, no ha sido la de servir de
conducto a verdades físicas o humanas, sino que han de ser entendidas como
Palabra de Dios para la salvación del género humano. Son palabras de hombres
inspiradas por Dios y dentro de la formación e historia de un pueblo, una
comunidad. La inspiración es por tanto un proceso que ha ido evolucionando
desde la Palabra oral a la palabra escrita y vivida. Evolución paralela a la de
una comunidad de fieles que le ha dotado a la Biblia diferentes sentidos
teológicos, históricos, biológicos, etc. Y que desde el siglo pasado, la
Iglesia ha ido tomando conciencia del estudio de las escrituras desde su
paradigma de Palabra de Dios, y no como algo a lo que hay que temer y evitar su
análisis, porque sería condenatorio tratar de ver que es lo que dicen las
escrituras e intentar explicarlas. Gracias a éstos estudios la explicación de
la exégesis bíblica es más completa y se puede hacer un estudio más detallado
de la verdadera revelación, sin perder los análisis en explicaciones de hechos
menos importantes.
El texto utilizado de base para éste resumen es:
DOS SANTOS VAZ, A.,
Repensar a teologia da inspiraçâo da Bíblia, en Didaskalia XXVIII (1998) 59-91.
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