martes, 6 de mayo de 2014

RESUMEN DE REPENSAR LA TEOLOGÍA DE LA INSPIRACIÓN BÍBLICA DE DOS SANTOS VAZ

Dos Santos Vaz es profesor en la universidad Católica de Portugal. Especialista en Sagradas Escrituras y en ciencias bíblicas. Pertenece además a la Orden de Carmelitas Descalzos. Siendo un reconocido profesor y un especialista en el análisis de las Escrituras.
En éste texto él va a analizar la Inspiración de Dios sobre las escrituras y va a observar de que manera se cristalizan y llegan a nuestros días, partiendo desde el primer encuentro de Dios con los hombres y toda la evolución de su comunicación hasta la actualidad.
Él dice que cuando se habla d que la Biblia es Palabra de Dios se ha de pensar de que manera inspiró Dios a los autores sagrados para escribir esa Palabra. Pues la Biblia no es un libro que cayera del cielo escrita o que de manera sorprendente apareciera por arte de magia.
El problema surge porque desde hacía siglos se concebía la Verdad revelada solo a los Hagiógrafos sin que se les considerara el momento sociopolítico o religioso en el que fueron escritos en un espacio contextual y temporal. Esto llevaba a concebir como errónea la idea de cómo se habría producido la inspiración. Pues hasta hace pocas décadas se les dotaba de un sentido teológico y no de un análisis de los datos bíblicos sin más.
Para ello y en un primer estudio realizado por el autor se nos van a presentar los factores que posibilitaron un cambio de perspectiva. Éstos se debieron a un importante cambio en la mentalidad de los estudiosos y teólogos debido  diversos factores que el profesor Dos Santos enuncia de ésta manera:
-         La importancia de la Iglesia como “Pueblo de Dios”. Lo cual hacía que se prestara atención de una manera muy particular, tras un momento histórico y renovador como fue el Concili Ecuménico Vaticano II”, al trasfondo comunitario de las escrituras. Las cuales se ven como un mensaje enviado a una comunidad.
-         Incluso antes del “Concilio Vaticano II” ya se estaba tratando de subrayar las raíces sociales de la inspiración.
-         Se sitúa en la Dei Verbum la Palabra de Dios en un contexto socio-religioso de un pueblo, en éste caso el Pueblo de Israel, en momentos de su historia de revelación y salvación con un Dios que se ha manifestado a los hombres de esa comunidad.
-         La arqueología por su parte, así como los textos extra-bíblicos del período histórico encontrados en los pueblos y culturas circundantes nos muestran una oportunidad de comparación con los textos de la Biblia y se ven las similitudes y diferencias entre ellos.
-         Se toman relevancia los estudios históricos-críticos mediante los cuales se reconoce que los autores bíblicos son “verdaderos autores” de las Escrituras y a la vez se acepta que “Dios habla por medio de hombres y en un lenguaje humano” (Dei Verbum)
Tras la presentación de éstas causas, el profesor Dos Santos nos intenta realizar una sistematización de la perspectiva actual sobre la naturaleza de la inspiración bíblica.
Él dirá que se ha de entender que la Palabra se articula y se transmite a partir de un grupo humano en una evolución histórica de la historia de la Salvación; la cual culminará con la venida del Hijo de Dios. Por lo tanto ha de entenderse sistemáticamente la inspiración a través del pueblo de Israel y de la Iglesia apostólica como un grupo de humanos sobre los que recae esa inspiración bíblica, y los cuales se encuentran con la necesidad de sistematizarla.
Para ello el autor nos presenta una evolución histórica de la Palabra a través del tiempo y como fue configurándose en el espíritu interno de la comunidad israelita a través de los siglos hasta que se abre al resto de la humanidad y su paso por el mundo hasta la actualidad. Él propone la siguiente síntesis histórica para convencionalizar la Palabra que se ha legado hasta nuestros días:

1.   La inspiración de Dios en la historia de un pueblo:
Dios se revela desde Abraham a un pueblo que muy posteriormente sintetizará y escribirá sus interpretaciones de los hechos por la inspiración. La historia de la revelación comienza con Abraham dirigida en una manifestación de Dios al pueblo de Israel.
La revelación de Dios es interpretada por el hombre a través de la experiencia de un pueblo, es subjetiva por tanto pues es interpretada por hombres desde su punto de vista, aunque no sea una capacidad del hombre hacia Dios, sino de Dios a los hombres a los que se revela.
La Palabra y los hechos de Dios se suceden a lo largo de la historia de Israel y presenta la realidad oculta de Dios que se desvela a través de esas dos realidades subjetivas: los hechos y la Palabra. La Palabra de Dios ha de ser interpretada no como una exégesis bíblica sino como palabra de hombres que se desarrolla en un mundo de hombres. Por tanto la acción del espíritu y del hombre sobre el que recae la acción no se pueden separar.
Los hechos históricos sorprendieron a los hombres que los interpretaron en una clave religiosa. Éstos hechos históricos fundaban las bases de la comunidad y la dotaban de pilares socio-culturales. Seguramente éstas interpretaciones surgen de líderes carismáticos que al contacto con lo divino supieron interpretar sus signos en los hechos históricos. El pueblo aprende por ellos a leer e interpretar los hechos históricos desde una óptica religiosa.

2.   El Espíritu de Dios en la historia de la revelación:
En el manifestarse de Dios resulta fundamental que el hombre acoja a Dios en ese diálogo, pero en ese manifestarse de Dios el que realiza la acción es el espíritu que se manifiesta según su voluntad y ha de ser acogido por el hombre. El Espíritu de Dios en la Biblia se refería a ese Dios que se comunica con los hombres. El término espíritu de Dios, Palabra o presencia fueron calando la Biblia como sinónimo del propio nombre de Dios.
Se trata el Espíritu de Dios como un fenómeno posesivo en el que los hombres protagonistas de la historia de la salvación actuaban en nombre de Dios. Es el espíritu el que guía a Moisés, a Sansón, a David, etc.
Después se verá también con los profetas, la Palabra del Espíritu de Dios presentada como palabra de hombres. Será el Espíritu el que hable por boca de los profetas. El Espíritu capacita a los profetas para hablar. Por lo tanto la Palabra del profeta en tanto que se considera realizada por el espíritu es Palabra de Dios.
Otra expresión del pueblo en el que se concreta la revelación de Dios es en la Ley. Para ellos será fundamental la acción del Espíritu sobre la Ley y los profetas. La Ley (Torah) se consideraba dada por Dios a Moisés, era como un paso previo a ser considerada Palabra de Dios. Era la que regulaba las acciones culturales y sociales del pueblo de Israel, por eso la importancia de esa Ley.

3.   La revelación transmitida en la vida del pueblo:
Éstas experiencias del pueblo se transmiten de manera oral y no por escrito. De generación en generación queda latente en las instituciones, leyes, costumbres, historias, leyendas, etc., del pueblo que lo configuran como tal. Algunos de los mitos y costumbres se verán aumentados o disminuidos con el paso del tiempo por nuevas interpretaciones a la luz de las experiencias vividas por el pueblo. Éstas interpretaciones se realizaban en un contexto social estructurado con una jerarquía social y religiosa desempeñada por carismáticos al servicio de la Palabra de Dios.

4.   La Palabra de Dios se fija por escrito
Llegado un momento histórico se fijaron todas éstas tradiciones del pueblo por escrito y se plasman con las formas de concebirlas típicas de la época en que son escritas y no con la realidad ocurrida en los siglos anteriores. A partir de ésta época ya no hay oráculos sino libros escritos por los profetas. Al parecer con Esdras se queman los escritos y él pide la inspiración del Espíritu para recuperarlos. De ahí que en los nuevos escritos se varíen las interpretaciones a la inspiración del Espíritu de Dios. Poco a poco se van elaborando los escritos y aparece alrededor del año 132 a.c. un tercer bloque de escritos considerados libros sagrados que se sitúan junto a la Torah y a los Profetas. La inspiración en los Hagiógrafos del Espíritu se ha de considerar desde la concepción y la inmanencia de los escritos

5.   La “Palabra de Dios” encarnada en Jesucristo
Dios va hablando en el lenguaje humano de muchas formas hasta que culmina su lenguaje humano con la encarnación del propio Dios en su Hijo. La Palabra se encarna en Jesucristo y toma no solo la lengua de los hombres, sino al propio hombre. Es Dios en su máximo lenguaje humano, la Palabra había sido el camino que llevó a la culminación de la revelación con el hacerse carne.

6.   La Palabra de Dios cristaliza en la tradición apostólica
Las enseñanzas de Jesús es oral a sus discípulos y seguidores. Con él se completa el misterio de la salvación que encuentra su culmen en su muerte y resurrección.
La Tradición apostólica es fruto de las predicaciones de Jesús que se cristalizan en ese vivir de los primeros seguidores y como éstos transmiten todo aquello que Jesús predicó. Tras su resurrección se comprende como autorrevelación escatológica de Dios. El mensaje se va llevando a otros ambientes y culturas diferentes al original, y se conservan por la llamada Tradición apostólica.

7.   La acción del espíritu de “Cristo” en la Iglesia apostólica
La revelación plena se completa cuando viene el Espíritu sobre la tierra, que ya no es solo el del Padre, sino también el del hijo. Para predicar la Palabra de Dios con valor será necesario contar con el Espíritu. Éste Espíritu será el que mantenga la Palabra de Jesús viva y el que sostenga a la Iglesia en toda su labor.

8.   La “Palabra” encarnada cristaliza en escritos bajo la influencia del Espíritu de Jesús.
Para permanecer en las enseñanzas de Jesús, tras su muerte y resurrección, era necesario ponerlas por escrito para mantenerlas. Pues los testigos oculares también estaban desapareciendo y los nuevos ya no eran una fuente primaria de las enseñanzas de Cristo. Las comunidades tenían la necesidad de mantener el mensaje y por eso se produjeron nuevos escritos funcionales, ocasionales y fragmentarios. Éstos escritos serían tanto para mantener el mensaje como para extenderlo a otras comunidades ya formadas o recién creadas.
El Espíritu de Dios se encarga de proteger la Iglesia, por tanto ha de verse también su obra sobre los escritos de la comunidad, los cuales fueron escritos por inspiración. Los autores del Nuevo Testamento estaban necesariamente bajo el influjo del Espíritu; utilizan las palabras y el mensaje del Verbo encarnado que es Jesús.

Así vemos que la inspiración de los escritores era un carisma personal de algunos individuos de la comunidad de Fe, sin que se pueda hablar de “comunidad inspirada”. Pero no eran escritos que se pudieran considerar aislados de la comunidad en la que acontecía la revelación divina. Todos los libros tienen éste carisma de Palabra de Dios que los impregna por la acción del Espíritu sobre ellos.
Incluido el Apocalipsis como último libro de la Biblia. En éste se puede observar cómo se presenta la revelación de Cristo en un tono que explicita un todo divino. La clave está en leerlo en un sentido figurado; ya que es una metáfora de la vida celeste como el culmen de la revelación de Jesús.
La Iglesia acoge los escritos del Antiguo Testamento ya que Jesús atestiguó, durante su vida, el origen y la naturaleza divina de los escritos allí recogidos. La Iglesia Apostólica y, por ende, la post-apostólica los recoge pero desde el punto de vista de Jesús. Son analizados, por lo tanto, a la luz de la revelación total acontecida en Cristo. La Iglesia “reedita”, “reescribe”, “relee”, éstos escritos teniendo a Jesús como la luz que los ilumina y les da un nuevo sentido al que tenían antes de su encarnación. Son como el camino preparatorio para la venida del Cristo que es el culmen de la historia de la salvación, con él se entienden las escrituras como Palabra que se encarna y nos da un valor diferente a las escrituras en su totalidad.

En conclusión debemos afirmar que la Palabra de Dios no se puede conservar ni entender si no se transcribe a palabra de hombres y esto, por obra del Espíritu, se cristaliza a través de la inspiración. El mantenimiento y sostenimiento de la fe de un pueblo ha de ser fundada en los escritos que lo configuran y la Palabra de Dios es ese armazón que contiene el sentido de permanencia de la comunidad. Pero aunque sea la vértebra de la Fe, no se ha de pensar como un escrito comunitario, sino que la Biblia es fruto de una serie de escritores que se hallan dentro de una comunidad con sus costumbres, culturas, uso del lenguaje, etc., pero que han sido tocados por un carisma particular que los hace ser escritores por inspiración de aquellas palabras que Dios ha querido que permanecieran por escrito.

Además se tiene que entender que lo que la Biblia relata no son verdades históricas, ni biológicas, ni geográficas, etc., son las Palabras de Dios que nos conduce a la salvación, por eso la intencionalidad del Espíritu al revelar las escrituras, y la de los escritores bíblicos al plasmarlas por escrito, no ha sido la de servir de conducto a verdades físicas o humanas, sino que han de ser entendidas como Palabra de Dios para la salvación del género humano. Son palabras de hombres inspiradas por Dios y dentro de la formación e historia de un pueblo, una comunidad. La inspiración es por tanto un proceso que ha ido evolucionando desde la Palabra oral a la palabra escrita y vivida. Evolución paralela a la de una comunidad de fieles que le ha dotado a la Biblia diferentes sentidos teológicos, históricos, biológicos, etc. Y que desde el siglo pasado, la Iglesia ha ido tomando conciencia del estudio de las escrituras desde su paradigma de Palabra de Dios, y no como algo a lo que hay que temer y evitar su análisis, porque sería condenatorio tratar de ver que es lo que dicen las escrituras e intentar explicarlas. Gracias a éstos estudios la explicación de la exégesis bíblica es más completa y se puede hacer un estudio más detallado de la verdadera revelación, sin perder los análisis en explicaciones de hechos menos importantes.

El texto utilizado de base para éste resumen es: 
DOS SANTOS VAZ, A., Repensar a teologia da inspiraçâo da Bíblia, en Didaskalia XXVIII (1998) 59-91.

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