jueves, 21 de agosto de 2025

El despúes del Concilio de Trento para la Iglesia Católica (ss. XVII-XVIII)

Después del Concilio de Trento, en muchos sectores de la Iglesia afloró un sentimiento de decepción con las medidas alcanzadas, ya que éstas no respondían a las expectativas puestas en los intentos de reformas en la Iglesia Católica, tras la Reforma Protestante. Surgirán de esta manera movimientos como el Galicanismo, el Jansenismo, el Quietismo y el Febronianismo que intentarán llevar a cabo ciertas reformas que no se habían abordado con Trento.

Entre las causas que impulsan a las Iglesias Nacionales a pedir reformas mayores nos encontramos con la gestión de Papas como Sixto V que centralizan todo el poder en el Papado y en Roma. Así que junto al fracaso de las expectativas puestas en el Concilio de Trento, ahora se suma la concentración de todo el poder de la Iglesia en el Papado y la Curia, dejando de lado al resto de la Cristiandad.

El Papado estaba más interesado en los asuntos temporales, políticos, que espirituales. Mientras que la Curia estaba totalmente italianizada, por tanto los Papas y Cardenales solo se fijaban en los intereses políticos de Italia, frente al resto de la Iglesia. Los Papas eran comprados por el poder político y los cardenales vendían sus influencias. El interés por la política era tan grande que durante todo este período (S. XVII y XVIII) prácticamente no hay disputas doctrinales, solo disputas de poder entre facciones dentro de la Curia.

Ante estas circunstancias las Iglesias Nacionales van a oponerse al absolutismo papal, fruto también del nacimiento de los estados modernos y las monarquías absolutistas que empiezan a aparecer por toda Europa. Hay oposición en las Iglesias nacionales alemana, francesa, en un momento dado española, y parte de la iglesia belga; aunque será Francia la monarquía más crítica con el absolutismo papal italiano.

En Francia las pretensiones de separarse de la supremacía romana comienzan con Luis XIV. El obispo Bossuet publica sus 4 artículos galicanos, buscando recuperar una antigua autonomía en la Iglesia en Francia, sin poner en dudar la doctrina, se quiere dar la autoridad de la Iglesia al rey.

Aunque Luis XIV se retracta de las ideas galicanas, algunos de sus principios perviven y dan lugar al jansenismo, aunque es más complejo, por ser un intento también de reforma doctrinal y moral. También buscaba la separación de Roma, para la autonomía en Francia.

Otro movimiento de reforma será el molinolismo o quietismo. En este caso se busca la espiritualidad por encima de las prácticas externas, como medida de contrarresto al barroco papal. El Josefinismo apoyado por la monarquía de los Augsburgo también buscó, ya en la ilustración, alejar la política religiosa austríaca del poder papal romano.

Por último, citar el Febronianismo que desde Alemania apoya una Iglesia nacional alemana. Entre sus doctrinas está la de aclarar que la infalibilidad no es del Papa sino de toda la Iglesia. Limita los derechos del Papa y de los obispos. 

martes, 19 de agosto de 2025

¿Qué fue la disputa de Leipzig?

En 1517, un monje agustino alemán y profesor de teología llamado Martín Lutero, publica en Wittenberg (Alemania), un documento conocido popularmente como las 95 Tesis.  En este escrito va a denunciar la corrupción de la Iglesia en su época. Lutero pone sus Tesis frente a la práctica de ventas de indulgencias y de abusos del poder en la Iglesia. Para engrandecer la ciudad de Roma, y el poder del Papado, se habían implementado en la Iglesia una serie de abusos económicos contra la población. También existía un mercado de compras y ventas de cargos públicos por los obispos alemanes. Contra esto se revela Lutero y en este escrito va a plasmar unas Tesis que crearán un ambiente de protesta entre los teólogos y pensadores de la época criticando los abusos eclesiales.

Pero verdaderamente esto fue solo una propuesta del monje agustino. La verdadera chisma donde se va a fraguar la protesta contra la Iglesia de Roma, que concluirá con el cisma protestante, será en la conocida como disputa de Leipzig. La cual se llevó a cabo entre junio y julio de 1519 en la ciudad alemana de Leipzig, donde se fraguaron argumentos concretos en contra de la Iglesia jerárquica, que en las 95 Tesis, Lutero solo enumeraba como posibilidad.

La disputa de Leipzig fue un debate en el que se invitó a participar a Lutero para que tratara de defender las posiciones de sus Tesis; y frente a él, se debatían los argumentos de uno de los mayores defensores de la ortodoxia católica de la época, el escolástico y teólogo dominico Johannes Eck.

La idea de esta disputa consistía en poner a Lutero en la tesitura de tener que defender sus argumentos ante uno de los teólogos más reconocidos del momento. Buscándose siempre que el monje agustino cayera en las trampas del teólogo dominico. La mayor de estas trampas consistió en que si en un principio se acordó que iban a tratar los temas expuestos en las 95 Tesis, después el debate giró en torno a la doctrina del propio Lutero. Ya no eran ideas plasmadas en un documento, sino el mismo pensamiento del autor lo que se debía someter a juicio.

Lutero lejos de cambiar sus opiniones vertidas en las Tesis, aprovecha esta disputa para ahondar en sus planteamientos. Expone sistemáticamente cuál es su doctrina frente a la defendida por los teólogos escolásticos; critica duramente los abusos de la Iglesia; pone en duda la autoridad del Papado y, a su vez niega la infalibilidad de los Concilios y del papado. Aprovecha para exaltar su propia experiencia personal de fe al declarar que lo único que justifica a un fiel son la fe, la gracia y las Escrituras.

Esta disputa supone el detonante de la ruptura con la Iglesia Católica, al afirmar Lutero que el hombre se basta solo con su fe para salvarse, negando la intermediación eclesial. Por tanto, a partir de ahora  se consolida la ruptura con los católicos y gracias a esta disputa Lutero pudo hacer públicas las bases de su pensamiento, más allá de su escrito primero.

jueves, 14 de agosto de 2025

La cultura cristiana en la Alta Edad Media (S. IV-VII)

A partir del Siglo IV y durante la Edad Media, va a desarrollarse la creación de un corpus cultural cristiano. Impulsado por los miembros intelectuales de la Iglesia, que estaban repartidos entre los diferentes monasterios de Europa, lugares donde se refugió el saber durante estos siglos.

Se genera entre estos monasterios una disputa sobre la idoneidad de aceptar o rechazar la filosofía grecorromana, ya que si bien desconocía la revelación de Dios, si había sido la base del pensamiento de los Padres de la Iglesia. Nace así una nueva concepción del mundo y del hombre, que estaba en contradicción con la filosofía clásica anterior. Por ello, intentan armonizar el pensamiento de los humanistas paganos con la fe cristiana.

Para lograr este objetivo se van a apoyar en tres postulados principales:

1.     Hace falta una lengua común para desarrollar y transmitir el pensamiento nuevo, para eso se escoge el latín. Pero esto traerá como consecuencia un mayor distanciamiento entre Oriente, que conserva el griego, y Occidente. Además conforme las fronteras del imperio de occidente se van estrechando, la lengua latina fue perdiendo terreno de expansión, quedando relegada a las fronteras del cada vez más maltrecho imperio romano de occidente. De manera que se forzó al desarrollo de una lengua hablada que se iba fragmentando en lenguas particulares, con la propia fragmentación política. Se genera a su vez un enciclopedismo latino.

2.     Se eligen unos centros donde poder guardar y enseñar esta nueva cultura, los monasterios. Los monasterios serán el lugar de encuentro con la cultura y la educación, especialmente a partir del siglo VI cuando se produce un abandono de las ciudades y, por ende, de las escuelas urbanas. Esto causó que el monopolio de la educación se centrara en las escuelas episcopales y, generalmente, en los monasterios. Con la particularidad de que estos centros estaba destinado a clérigos, con una finalidad misionera y no buscaban una gran preparación para anunciar el mensaje cristiano. Además, aunque no negaban la cultura clásica, la secundaron al estudio de la Biblia y de la Patrística, que consideraban más importante.

3.     Se va a generar un diseño curricular y una selección de materiales básicos para aprender esta nueva cultura. Este modo de estudio consistirá en el desarrollo del Trívium (gramática, retórica y dialéctica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, música y astronomía). De estas disciplinas la gramática se centraba en la sintaxis y la morfología de las palabras; mientras que la retórica se centró en prácticas pastorales. Las otras materias se conservaron, tomando citas de los clásicos al servicio de la retórica pastoral.

Todas estas innovaciones y propuestas culturales van a fraguar el corpus cultural cristiano entre los siglos IV al VII apoyado por autores como Boecio, Gregorio Magno, Isidoro de Sevilla, entre otros. Prolongándose su influencia, hasta la recepción del aristotelismo ya en el Siglo XII.

martes, 12 de agosto de 2025

Testimonios antiguos a favor y en contra del culto a las reliquias de los mártires

Con el emperador Constantino cesan las persecuciones contra los cristianos, pero comienza a crearse un culto popular hacia todo lo relativo con los llamados Mártires (testigos de la fe cristiana). Se comienza así una devoción por las reliquias funerarias de aquellos que habían muerto en las persecuciones, profanando sus tumbas y objetos que hubieran podido estar en contacto con estos cristianos martirizados. Se edificaban iglesias nuevas, ermitas y templos, para albergar los restos de los mártires y la gente peregrina hasta ellos para pedir protección, auxilio o salud. Como acredita Teodoreto de Ciro en su obra Terapéutica de las enfermedades griegas.

Esta práctica llega a extenderse por todo el Imperio Romano, pero comienza en la parte oriental, donde las leyes y gobernadores eran más permisivos para el desenterramiento de mártires. De hecho parece ser que el primer testimonio de una profanación, se produciría a las afueras de Antioquia, en un barrio suburbano llamado Dafne. Un Obispo antioqueno que habría muerto martirizado, Babila, fue utilizado para ser desenterrado y llevado a ese barrio de Antioquía con el fin de frenar ciertas prácticas perniciosas en la juventud.

Aunque esta práctica comenzó a desarrollarse con mucho éxito, sobretodo en las clases más populares, cabe señalar que también se encuentran testimonios en contra. Se posicionaron contra estas profanaciones autores tanto cristianos como paganos.

Del mundo pagano caben señalar los testimonios de Amiano Marcelino historiador latino, que ridiculizará esta práctica que era realizada por un general que tenía la costumbre de entrar a dar culto a los lugares donde iba pasando con reliquias de mártires cristianos. También el emperador Juliano, en su adversus galileos,  ridiculiza estas prácticas, por considerar que se igualaban los cadáveres de los mártires al cadáver de cristo. Otra crítica será la del filósofo pagano Eunapio de Sardes, que dirá que los cristianos desentierran y dan culto a gentes condenadas por la justicia, criminales.

En cuanto al testimonio de los autores cristianos, nos encontramos con un escrito de Jerónimo que se enfrentará con un monje llamado Vigilancio que está en contra de esta forma de religiosidad. Jerónimo le recriminará su actitud y le aclara que el culto a las reliquias no es una suerte de idolatría, además de ser practicada incluso por el Papa de Roma. Por último, tenemos también el testimonio de uno de los padres del eremitismo, el Abad Antonio. En su obra vida de Antonio, Atanasio de Alejandría apunta que este monje pidió que a su muerte no se le descuartizara y estaba en contra de esta práctica, frente a la que había predicado en numerosas ocasiones.

De esta forma podemos contemplar como hubo posturas, tanto a favor como en contra para el culto a las reliquias de los mártires, tanto en el ámbito cristiano como en la intelectualidad pagana.

jueves, 7 de agosto de 2025

¿Qué supuso el reinado de Constantino para la Iglesia Católica?

Constantino llevó a cabo una serie de medidas que beneficiaron a los cristianos, y especialmente a los miembros del clero. Entre estas medidas cabe destacar los beneficios económicos que otorgó al clero cristiano para que se ocupara solo de los asuntos de la Iglesia, privilegio que no tenían las otras confesiones religiosas.

 También otorgó a la Iglesia como institución la capacidad para recibir donaciones y herencias procedentes de los laicos; permitió a los obispos ser jueces ante ciertos asuntos, trasladando tribunales civiles al plano eclesiástico, reconociendo los dictámenes como ejecutivos e inapelables; y también equiparó el “dies solis” (día del dios sol) al “dies domini”, de esta manera el día del Señor (Domingo) pasa a ser el día más importante de la semana. Por este mismo motivo empezará a celebrarse el 25 de diciembre el nacimiento de Jesús, pues era el día que se celebraba el nacimiento del Sol.

A estos beneficios hay que unir otras medidas de evergetismo hacia los cristianos que consistieron en la subvención para el mantenimiento y el sostenimiento de nuevos edificios religiosos en ciudades como Roma, donde financió la edificación de la basílica constantiniana de Letrán (residencia papal hasta la construcción del Vaticano, puede que construyera también la basílica de san Pablo, aunque no está claro que fuera de Constantino si sabemos que hay excavaciones del siglo IV

En Tierra Santa tras la peregrinación de su madre, la emperatriz Elena, ésta afirmó haber encontrado la verdadera cruz de Cristo, así que comenzó a venerar ésta y otras reliquias que supuestamente encontró allí. Elena pide a su hijo que financie la construcción de iglesias para albergar las reliquias encontradas. Entre estas iglesias que mandó edificar Constantino destacan La iglesia del Santo Sepulcro (sobre un templo pagano dedicado a Afrodita) en Jerusalén; una basílica en el monte de los olivos y la basílica de la Natividad en la vecina ciudad de Belén. Para edificar estos edificios, se demolieron y expoliaron edificios paganos que anteriormente se encontraban en esas misas ubicaciones.

En la antigua ciudad de Bizancio, ahora rebautizada como Constantinopla en honor al propio Constantino, mandó edificar una iglesia consagrada a los santos apóstoles que buscaba albergar las reliquias de éstos, así como futura tumba del emperador que llegó a autoproclamarse el “apóstol trece”.

Otras consecuencias del beneficio de Constantino a los cristianos lo observamos en la carta que le dirige al gobernador del África proconsular. En la que le solicita que les devuelva los bienes confiscados a la Iglesia. Afirma que de esta forma se cumplen los acuerdos presentes en el Edicto de Milán. Al igual que en otra carta dirigida al mismo gobernador, exime al clero de cumplir con funciones públicas o civiles.

En otra carta que dirige Constantino al obispo de Cartago le ofrece una gran cantidad de dinero y le pide que éste se encargue de repartirlo, de manera que si necesitara más pudiera solicitarlo al encargado de la hacienda pública en el lugar.

Por último, observar que otro de los beneficios que otorgó Constantino a los clérigos fue la capacidad para poder liberar a los esclavos, tanto los obispos como los sacerdotes cristianos tenían la capacidad para liberar esclavos, incluso sin la presencia de testigos. Algo reservado a muy pocas autoridades romanas.

martes, 5 de agosto de 2025

La evolución del Papado en la Alta Edad Media

A partir del papado de Gregorio VII se busca acabar con ciertas prácticas que habían desvirtuado el sentido originario de la Iglesia. Hacía falta una reforma moral del clero (que había caído en prácticas como el nicolaísmo o la simonía) y también era necesaria una liberación eclesial de los poderes políticos (pues las fronteras entre lo político y lo religioso se habían difuminado demasiado).

La base de esta reforma comenzó por declarar de una manera directa la primacía de Roma sobre el resto de poderes tanto políticos como religiosos. Se tenía hasta entonces la idea de que la Iglesia era una federación de diócesis donde cada obispo mandaba en su territorio sin injerencia en los otros. Pero con la reforma gregoriana, se comienza a tener una injerencia de la diócesis de Roma en el gobierno de las otras diócesis, acogiéndose a su primacía sobre las demás.

Gregorio VII comenzó la reforma a partir de un documento llamado dictatus papae donde recogía en 27 disposiciones su ideario político-religioso para la Iglesia. Establecía que el papa era la fuente del Derecho Canónico, tiene la capacidad para deponer y cambiar a los obispos de sedes, es el Papa el que puede mandar legados al mundo entero. Se crea una concepción de diócesis única en la que el Papado puede deponer al emperador o cualquier miembro de la Iglesia.

Esta nueva concepción del papado va a hacer que se inicie una guerra por las investiduras entre el papado y el emperador que acaba con el Concordato de Worms (1122) por el que el emperador renuncia al nombramiento de los obispos pero se reserva la investidura laica (bienes materiales). Fruto de estas luchas el papado consigue posicionarse con el liderazgo de Europa, que se pondrá en marcha con la celebración de concilios.

Calixto II convocará el Concilio I de Letrán en el que se prohibió el matrimonio de eclesiásticos, se condenó la simonía, se protegió a las cruzados y se decretó la excomunión para los que adquirieran bienes de la Iglesia.

El siguiente paso en las reformas será definir la elección pontificia, es decir, el nombramiento del obispo de Roma. Para ello se crea el colegio cardenalicio en el III Concilio de Letrán que elegía al Papa con 2/3 de los electores. Se buscaba, por medio del cónclave, que no hubiera injerencia política en esta decisión.

Por último, Inocencio III llevará a cabo otra reforma, unida a las anteriores. En el IV Concilio de Letrán cierra todas estas reformas anteriores. Sitúa al Papa a la cabeza de la cristiandad, el poder del emperador se ejerce como participante de la comunidad cristiana, de la que el Papa es la cabeza. Esta soberanía quedará reflejada en la Plenitudo Potestatis. El Papa no es solo sucesor de Pedro, sino que también es Vicario de Cristo. Así que como vicario de Cristo goza de la infalibilidad del papa, define qué es verdad y qué no. Así se convierte en detentador de un poder divino que está por encima de todos los demás poderes.

¿Por qué se persiguió el Cristianismo en los primeros momentos?

 

En primer lugar habría que afirmar que frente a lo que se ha venido pensando, la historiografía moderna ha arrojado luz al tema de las persecuciones contra los cristianos. Se creía que hasta el edicto de Tolerancia (313), los cristianos habían estado sistemáticamente perseguidos, y en muchos casos condenados a torturas y muertes, por profesar su fe. A día de hoy, y como afirman, entre otros, el profesor Ramón Teja[1], son muchas las causas que explican las persecuciones a los cristianos. Pero éstas no fueron un fenómeno continuado en el tiempo y homogéneo en todos los lugares, sino que se trataron de persecuciones puntuales en momentos y territorios concretos a lo largo de los primeros siglos. No por una sola causa sino por diversos motivos.

Por tanto, las persecuciones fueron un fenómeno esporádico y disperso. No se las puede considerar un fenómeno generalizado y continuo durante los cuatro primeros siglos de nuestra era, que era lo que la historiografía cristiana, con autores como Tertuliano, quiso hacer pensar. Pero sí que existieron unos períodos más intensos de persecuciones contra los cristianos, con decretos generales de persecución contra los mismos, durante la segunda mitad del siglo III con los emperadores Decio y Valeriano y a comienzos del IV con Diocleciano.

Entre las causas que desataron estas persecuciones, tanto las esporádicas como las generales, se puede esgrimir un sentimiento anticristiano en muchas bases populares, unas veces auspiciadas por gobernadores en busca de “chivos expiatorios”, ante dificultades en sus gobiernos, y en otras ocasiones alentadas por actitudes cristianas que se entendían impías o incívicas para la sociedad romana.

Las causas que se fueron esgrimiendo en estas persecuciones no eran únicas, pero sí hay una principal. Los cristianos eran acusados de impiedad, porque se negaban a dar culto a la imagen del emperador, que era una de las bases de la religión y cultura romanas, pues este culto servía de cohesión a los súbditos de todo el Imperio. Pero los cristianos afirmaban no poder tributarle honores de deidad a un hombre mortal, lo que suponía un acto de impiedad para los romanos.

También se les acusó, en muchos casos, de ser desleales con el Imperio, o malos ciudadanos, puesto que despreciaban ciertas prácticas cívicas romanas; como por ejemplo, la asistencia a ciertos espectáculos, el rechazo a cargos públicos o el no cumplimiento del servicio militar. Estas prácticas tan importantes para el ciudadano romano, al no ser cumplimentadas por los cristianos hizo que se extendiera un sentimiento generalizado de que eran malos ciudadanos del Imperio. Se les acusaba de incívicos.

Por último, los cristianos también fueron perseguidos por considerar que realizaban prácticas inmorales. Debido a que se reunían en las casas y su culto no era en lugares público, comenzaron a circular rumores de que practicaban rituales con niños y que tenían reuniones ocultas, en las que conspiraban contra el poder romano. Así mismo, el rito de la comunión se entendió como una antropofagia, puesto que se comían a su salvador. Mientras que al llamarse entre sí hermanos, tras el bautismo, también se les consideró incestuosos pues se casaban entre “hermanos”.

Luego las principales causas de la persecución contra los cristianos podrían resumirse en un sentimiento de impiedad hacia la figura del emperador, y por tanto como un desprecio hacia todo el imperio, se les llegó a considerar ateos. También hay una comprensión de los cristianos como personas incívicas, que no participaban de las prácticas culturales romanas; y por otro lado, se les consideró inmorales por mal entender sus prácticas religiosas.



[1] Teja, R. El cristianismo primitivo en la sociedad romana. P. 29-30