A lo largo de la siguiente
recensión se va a analizar la sociedad, geografía y política de la Palestina en
tiempos de Jesús. Para el desarrollo de este estudio se apoyarán las
conclusiones en la obra del profesor de Biblia, José Antonio Pagola, titulado: Jesús, aproximación histórica. En ésta recensión
se observaran los aspectos más importantes de la geografía, las costumbres, las
prácticas socio-religiosas y la política en la que se desarrolló la vida de
Jesús. Se seguirá el desarrollo de la obra en el análisis lineal del escrito
del autor, para una mayor claridad en la exposición de los argumentos, y
facilitar la comparación entre los datos otorgados en éste trabajo y los
recogidos en la obra principal.
Uno de los aspectos
principales que se presentan ante los estudiosos de la época era el uso de los
nombres y apodos que se utilizaban para designar a los habitantes de Palestina
del S.I. De manera que se utilizaba siempre el nombre de pila acompañado del
nombre del padre, si estaba en su región, o del lugar de procedencia de la
persona, si se encontraba fuera de un lugar conocido. Como vemos la
identificación de las personas se circunscribía a un lugar físico o a la
pertenencia a un grupo social desarrollado en la explicitación del nombre de tu
progenitor. Era importante por tanto la localización de las personas en un
grupo determinado geográfico o político-social; en el caso de Jesús, su
conocimiento variaba según el momento en el que se le cita, en Galilea era
“Jesús el hijo de José” y fuera de su tierra “Jesús el de Nazaret”.
La tierra en la que vivió
Jesús era el norte del actual estado de Israel, la llamada Galilea, que se
ubica en el margen izquierdo del mar de Galilea (Genesaret). Perteneciente
histórica y culturalmente a la tierra de Palestina y cimentada la sociedad en
la idea de pueblo bíblico y escogido por Dios, cuya ciudad santa era Jerusalén
y el pueblo Judío, con su religión, eran las bases de la sociedad del momento.
Esta tierra había sido tomada por el general Pompeyo en el año 63 a.c., con la caída
de Jerusalén, y anexionada a la civilización romana, creándose una tensión
entre los habitantes del lugar que pasaron a ser súbditos del emperador,
teniendo que perder la libertad y convirtiéndose en vasallos de un poder
extranjero. En el año 24 d.c. Antipas, tetrarca de Galilea, construye una nueva
ciudad a orillas del mar de Galilea y la convierte en la nueva capital de la
zona. Ésta ciudad viene a denominarse “Tiberíades”, en honor al emperador
Tiberio.
Galilea era un lugar
estratégico para el imperio romano, era el punto de encuentro entre Mesopotamia
y Egipto, además de estar situado en el llamado “media luna” fértil lo que
convertía la tierra en buena tierra de cultivo y pasto, frente a las desérticas
tierras de alrededor. Al nordeste del mar de Galilea se encuentra la ciudad de Cafarnaúm,
ciudad importante de la época, pues se encuentra en el enclave de la “vía
maris” (Camino del mar) que “partiendo desde el Éufrates, atravesaba siria,
llegaba hasta damasco y descendía hacia galilea para atravesar el país en
diagonal y continuar luego hasta Egipto”[1].
Era el camino de paso del imperio romano para el comercio y las comunicaciones
más importantes de la época para el imperio. Aunque cabe señalar que los Judíos
de la zona preferían otras rutas en sus peregrinaciones a Jerusalén.
En el año de la conquista de
Jerusalén (63 a.c.), el imperio romano anexionó ésta zona a la provincia romana
de Siria y acababa así con el periodo de independencia de 80 años que habían
disfrutado desde la revolución de los Macabeos. Se instauró por tanto una
organización político-administrativa de la zona al ejemplo romano. Esta
organización romana hacía que los pueblos se subyugaran al imperio sin
necesidad de tener que tener una presencia constante de legiones romanas para controlarlos.
Las legiones se situaban en puntos estratégicos desde los que controlaban las
zonas y dejaban las otras zonas en mano de soberanos nativos que ejercían la
autoridad en nombre de Roma.
En el caso de Palestina,
esta zona fue controlada por Herodes el grande, recordado por su tiranía y su
miedo a perder el poder, que le hizo asesinar incluso a su propia familia con el
fin de mantener el favor de Roma y el poder real. Su política se caracterizó
por un control fuerte de la población para evitar revueltas y sublevaciones,
una carga fiscal muy fuerte y la construcción de grandes ciudades e
infraestructuras. Se ganaba así el favor de los romanos y el odio reprimido del
pueblo Judío. Herodes gobernó con mano dura Palestina, hasta el punto de que a
su muerte, en el año 4 a.c., se produjeron revueltas en todo el territorio que
debieron de ser sofocadas por las legiones romanas dirigidas por Quintilio
Varo, gobernador de Siria. Esta marcha de Roma fue sangrienta y muy cruel con
todos aquellos que llegaron a sublevarse, hasta el punto de que el historiador
Flavio Josefo dice que “unos dos mil[2]”
sublevados fueron crucificados; sin contar las ciudades incendiadas y la
población muerta en los enfrentamientos. Entonces el emperador Augusto
resolvió, tras un enfrentamiento entre sus herederos, dividir el territorio
entre los hijos de Herodes, de manera que Arquelao gobernaría en Idumea, Judea
y Samaría (Parte sur y centro del territorio), Antípas gobernaría en Galilea y
Perea (centro y norte del territorio) y Filipo recibió Galaunítidas,
Traconítida y Auranítida (Norte y este del territorio). Quedaba por tanto
dividida la zona entre sus hijos, y ninguno recibió el título de rey, Antípas
recibió el de tetrarca.
Antípas gobernará en Galilea
entre los años 4 a.c. y 39 d.c. Galilea será definida por los autores de la
época como un territorio fértil, en contraposición con los alrededores. Hay
tres zonas características en ésta región:
-
Alta Galilea: Al norte del territorio, región fronteriza, poco poblada
y con alturas de hasta 1200 metros de altitud. Lugar de nacimiento del Jordán y
con una ingente cantidad de bandidos y malhechores huidos de la justicia.
-
Baja Galilea: Al sur del territorio, una de las comarcas más ricas del
lugar. En ella se encuentra la colina del Hermón y el monte Tabor. Es un lugar
agrícola con pequeñas aldeas y poblados.
-
La región del lago: Es una comarca muy rica y poblada. Se constituye en
medio de un lago muy rico en pesca tres importantes ciudades se encuentran en
el mismo: Cafarnaúm, Magdala y Tiberíades.
En resumen, Galilea en el
siglo I constituía un territorio de unos 20.000 Km2 y su población
no superaba los 150.000 habitantes. Sus habitantes eran en su mayoría agrarios
y en la región del lago algunos se dedicaban a la pesca. Existía además una
pequeña élite de las ciudades que se dedicaba a la gestión, recaudación de
impuestos y gobierno de la política. Pagola, afirma que en contra de lo que
tradicionalmente se había pensado, el comercio exterior no era tan importante
en la época, debido a las malas comunicaciones y a lo peligroso de los caminos.
La enorme importancia que
tiene la posesión de la tierra, en una sociedad campesina, se veía de una
manera muy compleja dentro de Palestina. Los romanos como fuerza conquistadora
del lugar consideraban que todas las tierras les pertenecían a ellos por conquista,
cosa por la que gravaban la explotación de las mismas con una enorme carga de
impuestos. Los gobernantes vasallos de Roma, también poseían una gran cantidad
de tierra por la que cobraban tributos; en el caso de Antipas, eran 200
talentos los que cobraba como renta en sus tierras de Perea y Galilea, según
Flavio Josefo. De igual modo existía una pequeña nobleza o terratenientes que
vivían en las ciudades y que ponían sus tierras en arrendatarios y
administradores que eran los que tenían que rendirles cuenta. Por último
existían una parte de campesinos que trabajaban sus propias tierras con ayuda
de toda la familia, aunque eran muy pocos los que gozaban de éste privilegio y
normalmente eran modestas tierras situadas lejos de las ciudades. Por lo tanto
la mayoría de la población, o bien eran empleados de éstos terratenientes y
administradores, o simples jornaleros que esperaban en las ciudades a ser
llamados para trabajar en épocas de cosecha o vendimia. Estos jornaleros vivían
entre un trabajo ocasional y la mendicidad, siendo uno de los sectores
poblacionales más desvalidos de Palestina.
La política económica del
país estaba realizada por medio de cobradores de impuestos que reclamaban los
pagos a los trabajadores y propietarios de las tierras. Roma, como potencia
conquistadora, eran los primeros en reclamar su pago en las dos tasas
estipuladas: el tributum soli, que
gravaba las tierras cultivadas, y el
tributum capitis, que gravaba a cada uno de los miembros adultos de las
casas. El pago podía hacerse económicamente o en especie, prefiriéndose en
especia, pues de esta forma se guardaba grano para la época de malas cosechas y
se alimentaban las legiones. Pero también con la parte económica se construían
calzadas, puentes, edificios públicos y se mantenía a la clase dominante. El no
pago de tributos suponía un ataque a Roma y se castigaba duramente, eran los
reyes vasallos los encargados de cobrarlos para Roma. En tiempos de Antipas se
calcula que la recaudación de los impuestos suponía la pérdida para los campesinos
de un 12 o 13% de la recolección total. De igual modo los reyes vasallos
cobraban sus propios impuestos a la población para sus propios fines, y
permitían el abuso de los recaudadores de impuestos que utilizaban métodos de
cobro violentos y extorsión. También existía una carga eclesiástica que se
entregaban a los sacerdotes para el mantenimiento del culto y del templo de Jerusalén.
Todos los adultos debían pagar al año medio Shekel al templo. Como puede verse
la carga impositiva era tan alta que al final a cada familia se le iba en
impuestos entre un tercio y la mitad de la producción anual.
La población de Galilea en
el S.I se caracteriza por mantenerse dentro del judaísmo, a pesar de haber
pasado 6 siglos de conquistas extranjeras y paganas, no poseer un centro de
culto establecido como el templo de Jerusalén en Judea, o de no tener un grupo
sacerdotal organizado y autóctono. Galilea era una zona completamente judía, a
la que Roma le mantiene todos los derechos y privilegios, al igual que Judea, aunque
ésta era doblegada en impuestos a Judea, debido a que allí se encontraba en
templo y la jerarquía sacerdotal que imponía impuestos y costumbres religiosas
que todos los judíos debían respetar. A pesar de esto Galilea se mantuvo como
zona judía y no cayó dentro de las costumbres helenísticas que la rodeaban. Eran
muy importantes las peregrinaciones a Jerusalén que servían de contacto social
entre las regiones de Judea y Galilea y para que se mantuvieran los lazos
espirituales a pesar de las distancias geográficas. Aun así se sabe que las
costumbres religiosas en Judea eran más fuertes que en Galilea, donde además se
hablaba el aramea y no el hebreo, que se mantuvo como lengua religiosa. El
griego era la lengua de la cultura y de la administración, mientras que la
conquista romana no logró imponer el latín, que tan solo se utilizaba por los
gobernantes y funcionarios romanos.
Para los judíos de la época
era muy importante el concepto de familia. Para poder subsistir con los grandes
déficit alimentario, de seguridad y económico, y poder hacer frentes a la carga
de impuestos y a la enorme cantidad de trabajo, se agrupan socialmente en
familias. Las familias eran el lugar del nacimiento del individuo, la escuela y
aprendizaje de la vida y la garantía de poder trabajar. La familia no se
reducía a un pequeño núcleo familiar compuesto de padre, madre e hijos; sino
que se creaba una extensa red familiar, un clan familiar, agrupados bajo una
autoridad paternal, y unidos por lazos de parentesco sanguíneo o por matrimonio.
Las familias suponían la integración en grupos sociales y religiosos. Se
compartían entre sí los utensilios de trabajo y labranza, protegían las tierras
y el honor familiar y se negociaban los matrimonios y el mantenimiento del
honor familiar. La autoridad del patriarca era suprema y todos los miembros de
la familia obedecían con respeto las decisiones del patriarca familiar sobre
los matrimonios, la repartición del trabajo, los derechos y honores, etc. Las
mujeres en la familia eran apreciadas por su fecundidad y laboriosidad en el
trabajo del hogar, pero no tomaban partido en las decisiones sociales. Ellas se
apoyaban entre sí y estaban completamente bajo la autoridad del padre que
incluso podía venderlas como esclavas y estaban abiertas a ser repudiadas por
sus maridos. De igual modo los niños eran muy apreciados en las familias, pero
la mortalidad infantil era muy alta debido a los pocos cuidados a los que se
les podía servir.
Los habitantes rurales de
las ciudades eran considerados rudos e ignorantes. El hambre en las aldeas era
muy común, sobre todo ante malas cosechas. Su alimentación se basaba
principalmente en pan, aceitunas y vino, tomaban judías o lentejas acompañadas
de verdura, y completaban su dieta con higos, queso y yogur. En ocasiones
especiales se comían pescado salado y carne, solo para las celebraciones y la
peregrinación a Jerusalén. La esperanza de vida estaba cerca de los treinta
años y pocos llegaban a los cincuenta o a los sesenta.
El trabajo se dividía y
repartía de acuerdo con la Misná, la mujer trabajaba en la casa con el cuidado
de los niños, la preparación de la comida y limpiando o reparando la ropa; y el
hombre trabajaba fuera de la casa en las diferentes tareas del campo, muy pocos
trabajaban en la casa como artesanos. La subsistencia era tan importante que
todos los miembros de la familia debían colaborar en la misma, en época de
recolecciones incluso las mujeres y los niños debían colaborar.
El honor era otra de las
claves de la vida comunitaria para las familias. Las mujeres representaban para
las familias el pilar más importante en la cuestión del honor, por ello les
inculcaban la castidad, el silencio y la obediencia. Los peligros al honor de
las familias eran que no se dieran hijos varones al grupo familiar, que se
mantuvieran relaciones sexuales sin el consentimiento del grupo o que se
divulgaran secretos de la familia.
El ambiente religioso en
Palestina era muy variado, aunque en las pequeñas aldeas no eran conscientes
del pluralismo que se vivía dentro del judaísmo. Existían grupos de saduceos en
Jerusalén, diversos grupos fariseos, monjes de Qumrán y terapeutas de
Alejandría[3]. Todos
los judíos practicaban el Judaísmo común, es decir, confesaban dos veces al día
su fe en un solo Dios, creador del mundo y salvador de Israel; se consideraban
miembros de la alianza y del pueblo elegido; se circuncidaban y seguían los
ritos de purificación prescritos en la Ley; vivían según los mandamientos y
leían la Torá; y peregrinaban a Jerusalén, al menos una vez al año. Además todos
respetaban el día sagrado de descanso, el sábado. Éste era un día de descanso
semanal que recalcaba las señas de identidad del pueblo y les marcaba su propia
condición de judíos respetuosos con la alianza hecha por Dios. En ese día
estaba prohibido trabajar, era el día de visitas a familiares y de oración en
la sinagoga o el templo.
Tan solo el sábado era capaz
de paralizar las duras jornadas del día a día que solo se veían interrumpidas
en su dureza por este día semanal de descanso y por las bodas y festividades
religiosas. Las bodas se celebraban durante días y consistían en reuniones
comunitarias y familiares en las que se comía, se bebía, se bailaba y se
cantaban canciones en honor a los novios. Las festividades eran llevadas a cabo
con las estaciones del año y cada una de ellas tenía un sentido religioso que
recordaba alguna buena acción de Dios en la alianza con el pueblo judío. Así
nos encontramos con las siguientes fiestas religiosas:
-
Otoño: En septiembre se celebraba el año nuevo (Rosh hashaná) y diez
días más tarde el día de la expiración (Yom Kippur), durante esta fiesta se
celebraban sacrificios en el interior del templo de Jerusalén. A los seis días
de ésta se celebraba una fiesta más alegre y popular que no duraba un día sino
siete, la fiesta de las tiendas (Sukkot), era cuando se mudaban a vivir a las
tiendas fuera de las ciudades para festejar la vida del pueblo al salir de
Egipto.
-
Primavera: En ésta época se celebraba la más importante de las fiestas,
la pascua (Pésaj), que atraía a miles de peregrinos hasta Jerusalén desde todos
los lados del mundo. Se festejaba la liberación del pueblo de Egipto. Duraba
siete días en los que se festejaba esta liberación y se añoraba ser también
liberados del opresor romano. Cincuenta días después se celebraba el día de
pentecostés o fiesta de la cosecha en el que se rememoraba la entrega de la Ley
en el Sinaí a Moisés.
En cuanto a la educación,
cabe reseñar que pocos eran los lugares en los que existía alguna escuela
vinculada a la sinagoga local. Pocos sabían leer o escribir y solo contaban con
éste privilegio las clases dirigentes, la aristocracia de Jerusalén, los
escribas profesionales y los monjes de Qumrán. El resto de la población tampoco
tenía una necesidad de aprender a leer o escribir pues su cultura era oral,
tenían la capacidad innata de aprender de memoria cantos, oraciones y
tradiciones populares que se transmitían de generación en generación.
Para los Judíos el mantener
y generar descendencia era muy importante. De hecho el sexo y el matrimonio se veían
como algo muy positivo en la sociedad. Muy pocos eran los grupos que vivían un
ideal ascético y decidían no formar matrimonios, entre ellos destacan los
esenios de Qumrán y los terapeutas de Alejandría, éstos últimos como forma de dominar
las pasiones. Entre los Judíos el procrear y potenciar la natividad era muy
importante, ya que por un lado daban continuidad a la estirpe y porque
garantizaba la realización de trabajos con la incorporación de más mano de
obra.
La mano de obra era muy
importante pues las familias tenían mucho trabajo que realizar y no todos
podían servir igual en los trabajos. Ya que otro de los graves problemas
existentes en ésta época eran los enfermos. Al enfermar todo israelita recurría
a Dios y anhelaba con toda sus fuerzas recuperar la salud perdida. La
enfermedad se consideraba un castigo de Dios por alguna falta cometida, por
ello lo primero que hacía el enfermo era pedir a Dios la curación y confesar
sus pecados para intentar ganarse el perdón. Los padres y familiares más
cercanos, el dueño de la casa o incluso los mismos vecinos ayudaban al enfermo
a expiar sus culpas y buscaban algún sanador cercano para intentar ayudarlo.
Aunque tradicionalmente los Judíos eran contrarios a las teorías de equilibrio
del cuerpo promulgadas por la medicina tradicional, ya en éste siglo I parece
que comenzaban a confiar en algún tipo de tratamiento, y no solo en el poder de
Dios para poder recobrar la salud. Aun así los médicos eran caros y no podían
encontrarse en las ciudades, sino en las afueras de éstas. Tampoco podían
acudir a los grandes santuarios de la medicina[4]
que se encontraban lejos de Galilea. Eso suponía un enorme gasto que no todos
los palestinenses se podían permitir. Lo que más abundaba en aquella zona eran sanadores
que curaban a través de ritos y oraciones, por cercanía a Dios y no por
utilización de medicina. Éstos eran magos, exorcistas y hombres santos
(Hasidim). Los grandes abandonados de Dios en la época eran por tanto los que
recibían su castigo en forma de enfermedad o de posesiones demoníacas, que
también eran muy frecuentes en la época y seguramente se tratarían en su
mayoría de problemas psicológicos y mentales.
Como ya se ha señalador,
Antipas quiso emular a su padre con la construcción de grandes ciudades y edificios
que le sirvieran para aparentar su inmenso poder frente a los romanos y al
pueblo. Esto supuso una mayor carga fiscal que ahogó a los habitantes de
Galilea, especialmente a aquellos que vivían en el campo y eran agricultores.
Muchas familias temían que la enfermedad, la muerte de un varón o una mala
cosechas les arrastrara a la ruina, y por tanto quedaran desolados. Cuando algo
de esto ocurría, las familias recurrían a sus vecinos y amigos en busca de
ayuda, pero cuando ésta no podía hacerse efectiva, entonces se veían obligados
a pedir algún préstamo a los que controlaban las reservas de grano. Al no poder
pagar la deuda en su debido tiempo, muchos perdían sus tierras, que pasaban a
propiedad de los grandes propietarios o terratenientes.
Además los grandes
propietarios potenciaron la especialización en el cultivo de materiales
importantes como el vino, el aceite y el trigo. Al tener grandes extensiones de
tierra les era más sencillo el poder cultivar estos bienes que los campesinos
pobres, los arrendatarios y los jornaleros que tan solo buscaban obtener
cebada, judías y otros modestos productos que les facilitaran el poder
subsistir.
En cuestión de comercio,
Antipas propició la creación de una moneda (Mammón) con la que se buscaba
potenciar los intercambios comerciales. Pero pocos campesinos la utilizaban y
los que lo hacían eran de pequeño valor, mientras que los grandes señores
comerciaban con las de oro o plata. Sin embargo, el resto de la población
siguió prefiriendo los trueques e intercambios de mercancías al uso de las
monedas. El resultado de éstas prácticas de impuestos y uso de monedas, trajo
consigo la miseria en las aldeas, las deudas y el hambre en las gentes del
campo, y la pérdida de tierra de los campesinos más pobres. Creció la inseguridad
y la desnutrición, trayendo consigo un aumento considerable de jornaleros,
mendigos, vagabundos, prostitutas, bandoleros y gentes que huían de sus
acreedores. Estos miembros de la sociedad, pasan a ser los últimos. Entre los
que se encuentra una gran mayoría de mujeres, niños huérfanos y vagabundos sin
techo. Todos ellos son víctimas de los abusos y atropellos de quienes tienen el
poder, dinero y tierras. No pueden defenderse, pues no cuentan con medios
ninguno.
Esta indefensión de los
estratos más bajos de la sociedad, los presenta como personas sin dignidad y
caídos en el deshonor, que como ya se ha comentado era tan importante. Los
mendigos pedían limosna desde el suelo, sin levantar la mirada y las
prostitutas debían renunciar al honor sexual de la mujer. Estos hombres y
mujeres no recobraban su dignidad nunca más. Vivían degradados para toda la
vida. Además este deshonor e indignidad se veía agravado por las leyes de
pureza judías. Estaban separados de la sociedad, para poder preservar la
santidad propia del pueblo de Dios. Se excluía del templo a gentiles e impuros.
Se potenciaban las leyes religiosas con el fin de potenciar la identidad del
pueblo oprimido, y esto hacía que se excluyeran a éste grupo de últimos como
apestados impuros que podían hacer peligrar la pureza de todo el pueblo. Éste
fue el resultado desastroso de imponer las leyes religiosas como signo de
potenciación de la identidad cultural. Se endurecieron las diferencias y
discriminaciones dentro del propio pueblo. Ya por nacimiento, los sacerdotes y
levitas poseían un rango superior de santidad al del pueblo; los que observaban
la ley eran superiores a su vez que los que vivían en contacto con paganos o
los que, como prostitutas y publicanos, ejercían profesiones que transgredían
el código; los leprosos, eunucos, ciegos y cojos no se podían presentar con el
mismo rango de pureza que los sanos; y, por supuesto, las mujeres siempre
sospechosas de impureza por su menstruación, eran menos dignas que los varones.
Como ya se ha indicado, uno
de los sectores más impuros de la sociedad, era la mujer. Ellas eran las más
vulnerables y abandonadas de la sociedad. Ellas estaban condenadas a ser
sometidas al varón, en una sociedad patriarcal. La mujer, tras el relato que se
había transmitido desde antiguo del Génesis, era la causante de la expulsión
del paraíso y por ello un judío de la época debía acercarse a ellas con cautela
y mantenerla siempre sometida para evitar que se repita la misma historia[5].
Esto dejaba a las mujeres en una condición de inferioridad frente a la imagen
del hombre. Además existía, como en toda sociedad patriarcal, la idea de que la
mujer es propiedad del varón. Por eso las mujeres pertenecían al padre, al
marido las casadas y en caso de enviudad le pertenecían a sus hijos, volvían a
pertenecer al padre, o a sus hermanos. Nunca podían tener autonomía. Por tanto
el papel de la mujer quedaba relegado a tener hijos y servir a un varón.
Como ya se ha citado, la
mujer era impura al menos una vez al mes, la menstruación, y también como
consecuencia del parto. Cuando una mujer estaba en impureza nadie podía
acercarse a ellas, pues las personas y objetos que tocaban a pasaban a ser
también impuros. Por tanto la mujer en el siglo I era considerada no solo una fuente
de tentación y de pecado, sino que además se la catalogaba como frívola,
sensual, perezosa, chismosa y desordenada.
Pero de igual forma, y fruto
de esta visión tan negativa hacia las mujeres, también se las llega a
considerar como un ser vulnerable, al que el varón debe defender y proteger,
sobre todo de las agresiones sexuales de otros varones. Para lograr esta
defensa de la mujer, se las tenía recluidas en la casa y no se las dejaba
participar de la vida pública. Era la forma de que preservaran su honor y el de
su familia, al no tener un contacto directo con otros hombres.
Por el matrimonio pasaban,
sin ser consultadas, de la autoridad de su padre al de su marido. Aunque sus
deberes seguían siendo los mismos que en su casa paterna: moler el trigo, cocer
el pan, cocinar, tejer, hilar, lavar el rostro, las manos y los pies de sus
maridos, así como tenerlos satisfechos sexualmente y proveerles de
descendencia, considerando está el tener hijos varones.
Fuera del hogar la mujer no
podía salir sin el acompañamiento de un varón y siempre con el rostro cubierto
por un velo. No podían hablar con otros varones, debiéndose mantener alejadas y
discretamente calladas. No podían asistir a banquetes ni participar de la vida
pública. Incluso en la vida religiosa eran relegadas a un segundo plano, pues
tan solo en el ámbito doméstico podían rendir culto. Cuando iban al templo no
podían pasar del atrio de los paganos y las leyes de pureza eran muy
restrictivas con ellas.
Por último cabe señalar los
diferentes sectores y grupos sociales que formaban la palestina del siglo I y
que ya se han ido citando. A continuación se les realizará una breve
descripción de cada grupo para que se pueda comprender la estructuración del
resto de la sociedad, es decir los que no formaban parte de los grupos
marginados anteriormente expuestos:
-
Los fariseos: Eran el grupo más activo de la sociedad del momento.
Trataban de influir en las vidas de las personas. Éste grupo había comenzado a
formarse durante el período Hasmoneo, hacia el 150 a.c. Tuvieron un importante
papel en la política, pero Herodes el grande los marginó, aunque ellos no
dejaron de lado sus doctrinas contrarias a la helenización. El grupo estaba
formado por letrados, familiarizados con las tradiciones y costumbres de
Israel. Se sentían unidos por un conjunto de creencias y prácticas que los
identificaba ante el resto del pueblo. No era un grupo homogéneo, sino que
seguían a maestros como Hillel, Shammai o Judas. Estudiaban la Torá y cumplían
todas las restricciones. Por los años treinta era un grupo más urbano que
rural, sobre todo en Jerusalén y los alrededores. Fueron el grupo que mantuvo
la religión judía hasta nuestros días tras la destrucción del templo.
-
Los saduceos: Eran miembros de las clases dirigentes, muchos eran incluso
sacerdotes del templo. El pueblo los consideraba como un sector poderoso y
corrupto que vivía de los diezmos, tasas y donaciones que llegaban al templo.
Durante la dinastía Asmonea gozaron de poder hasta la llegada de Salomé
Alejandra (76-67 a.c.) que se apoyó más en los fariseos. El nombre lo reciben
al considerarse descendientes del sumo sacerdote Sadoc, que sirvió en Jerusalén
en tiempos de David y Salomón. Recuperaron mucho poder en la época de los
romanos al ser los encargados por éstos del culto y el templo de Jerusalén.
Gozaban de plena autonomía en el templo y para poder llevar a cabo su labor,
contaban con una policía responsable de mantener el orden, intervenían en los
litigios y asuntos corrientes de los habitantes, aplicaban las leyes y tradiciones
de Israel. A diferencia de los anteriores, este grupo desapareció tras la
destrucción del templo (70 d.c.). Además también era diferente al grupo de
fariseos, en que era un grupo minoritario y compacto, formado por sacerdotes y
laicos.
-
Los Esenios: También conocidos como los “monjes” de Qumrán, poco se
sabe de los Esenios fuera de allí. Eran una especie de congregación religiosa
que esperaban el final de los tiempos y que se habían retirado al desierto del
Qumrán, a una especie de monasterio, para vivir de acuerdo con las leyes de
pureza judías. No mantenían contacto con el pueblo, y se dedicaban al estudio
de las escrituras.
-
Los romanos: Era el grupo que ostentaba el máximo poder político en la
zona. El máximo exponente del poder romano era el procurador que vivía en el
palacio de Cesarea del Mar o en la torre Antonia en Jerusalén, donde además le
acompañaba siempre una guarnición de soldados. El objetivo de los romanos era
asegurar la “pax romana” en la zona e imponer su justicia. Pocos eran ciudadanos
romanos o gozaban de derechos y privilegios ante este grupo dominante. Desde el
año 6, tras la destitución de Arquelao, Roma gestionaba directamente la zona,
para entonces los tributos se pagarían directamente al prefecto romano y no a
una autoridad judía. En el año 70, tras una revuelta, destruyen el templo de
Jerusalén y acaban con las autoridades judías hasta el momento.
Éste es el panorama político, social, religioso
y cultural de la palestina del Siglo I, en el que desarrolló su vida y obra
Jesucristo. No se ha tenido en consideración en este resumen la figura misma de
Jesús, que Pagola estudia desde diferentes vertientes, pero que sería necesario
abordarlo en un estudio superior. Como ha podido observarse a lo largo de la
presente recensión, los argumentos puestos en evidencia han seguido el orden
que el profesor Pagola ha puesto en su libro, siguiendo a su vez las partes más
importantes del mismo, abordando la realidad social del momento. Lo interesante
de la lectura es que el análisis que se realiza a través de la figura de Jesús
va siguiendo un orden de los antecedentes a la situación del momento y se
realiza una especie de avanzadilla histórica sobre el que pasará tras la muerte
de Jesús, pudiendo reconstruirse la sociedad desde los cimientos mismos de la
realidad cultural.
[2] Ibíd.,
18
[3] “Los
investigadores tienden a diferenciar el «judaísmo común» y los «diversos
judaísmos». El judaísmo común es constituido por las prácticas y creencias de
la gran mayoría del pueblo y los diversos judaísmos buscan presentarse a sí
mismos como verdaderos herederos de Israel. Ibíd., 48